Oda a la pereza
Hay una tensión creciente entre lo que los empleadores pretenden o precisan de sus empleados, y lo que los empleados están dispuestos a dar en y por sus trabajos
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Que dos de mis newsletters favoritos hayan hablado de este tema la misma semana no puede ser solo una casualidad. O quizás sí, pero lo tomo como señal (o excusa) para escribir también sobre algo que sobrevuela muchas conversaciones que tuve últimamente. Se trata de nuestra relación con el uso del tiempo para trabajar o para dedicarle al ocio o al descanso. Soy testigo de una tensión creciente entre lo que los empleadores pretenden o precisan de sus empleados, y lo que los empleados están dispuestos a dar en y por sus trabajos. Aclaro: en especial en contextos de trabajos ligados a la economía del conocimiento, donde hay más espacio para la negociación y la búsqueda de equilibrio laboral y personal.
El filósofo Valentín Muro abordó el tema en su boletín digital “El Club de la Curiosidad” con foco en el derecho a la pereza. Menciona el ensayo del autor franco cubano Paul Lafargue, que ya en 1880 argumentaba en contra de la expansión de la mano de obra asalariada y a favor de la limitación extrema. Según este autor, el trabajo remunerado es equivalente a la esclavitud y propone el derecho a la pereza en contraste con el derecho al trabajo, que considera burgués.
“Una extraña ilusión posee a las clases trabajadoras de las naciones donde la civilización capitalista tiene su dominio. Esta ilusión es el amor al trabajo, la pasión furiosa por el trabajo, empujada incluso hasta el agotamiento de la fuerza vital del individuo”, dice.
Según Lafargue, es una locura que la gente luche por el derecho a una jornada laboral de ocho horas, cuando debería luchar por el ocio, por la alegría y por la autorrealización, y por la menor cantidad posible de horas de “esclavitud”.
También en el newsletter “Sommelier de café”, del colega especializado en cultura Nicolás Artusi, aborda al tema del tiempo productivo o no, comentando el libro Gozo, de la filósofa española Azahara Alonso, quien, luego de notar que su vida era solo gozosa en vacaciones (solo dos semanas de 52) se tomó un año para practicar el “ocio improductivo” en una isla cercana a Malta. El libro discute el mandato de la hiperproductividad y la necesidad del pluriempleo.
“Algo no va bien cuando tengo que solicitar días libres a mis jefes, cuando tengo que pedir permiso para hacer lo que quiero con parte de mi tiempo”, dice Alonso, quien cita una frase que le resultó reveladora: “El carácter propio del trabajo es no hacer lo que se quiere cuando se desea, sino ejecutar una actividad en un momento determinado por obligación, por un fin, por dinero. Entre el esclavo y quien trabaja no hay apenas diferencia sino de cantidad”.
Volviendo a la obra de Lafargue, que describe Muro, esta comienza con una cita del escritor Gotthold Ephraim Lessing: “Seamos perezosos en todo; excepto en amar y beber; excepto en ser perezosos”. Me tienta.
Sonido recomendado para leer esta columna: Enjoy Life, Airr.