El Estado parásito incentiva la informalidad
Un conjunto de corporaciones minoritarias coopta parasitariamente el Estado para que la beneficien y esas prebendas las terminan pagando la mayoría de los argentinos que no tienen poder de lobby
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El manual de finanzas públicas señala dos grandes fuentes de financiamiento del gasto público eficiente: impuestos para financiar gasto corriente (salarios y proveedores) y deuda pública a largo plazo para financiar obras de infraestructura.
La Argentina recurre a fuentes de financiamiento “alternativas”. Cuando el Estado se queda sin crédito y la recaudación de impuestos es insuficiente, se emiten pesos y deuda pública. Los que cobran en pesos las jubilaciones, salarios del sector público, planes sociales y bonos no remunerativos repudian la deuda y huyen de los pesos, al igual que el sector productivo.
Un conjunto de corporaciones minoritarias coopta parasitariamente el Estado para que la beneficien. Pero esas prebendas las terminan pagando la mayoría de los argentinos que no tienen poder de lobby, pymes, jubilados, profesionales, trabajadores informales no sindicalizados, autónomos.
El Estado parásito, término que definió el gran periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, en referencia a la extracción de rentas por parte de la militancia política que lo dirige, es previamente un Estado parasitado y cooptado por el corporativismo atávico argentino. Pero el Estado parasitario y parasitado argentino recurre a otra vía “alacranada” de financiamiento. La suba de tasas de impuestos legislados y reducciones discrecionales de las escalas impositivas en términos reales a niveles incompatibles con la normal actividad económica.
Varios ejemplos de las últimas gestiones hasta el presente ilustran esta situación perversa y psiquiátrica.
En 2001 se creó el impuesto “transitorio” al cheque por el ministro Domingo Cavallo, de la presidencia De la Rúa, que fue renovado absolutamente por todas las bancadas del Congreso hasta el presente y desincentiva la bancarización de las transacciones.
El 2 de enero de 2017, el ministro de Economía Nicolás Dujovne, durante la presidencia Macri, eliminó la devolución de parte del IVA en las tarjetas de débito a cambio de un aumento temporal y reducido de la recaudación, desincentivando las transacciones formales vía tarjetas de débito.
Cabe señalar que es tal el nivel de “negreo” del consumo y de la actividad económica que los cajeros no dan abasto ante la lluvia de demanda nominal de pesos crocantes que se revela en la correlatividad de los billetes extraídos para su posterior huida real vía gasto o compra de dólares.
Las retenciones perversas en la fuente de Ingresos Brutos de la provincia de Buenos Aires y otros distritos sobre los “gastos” de las empresas, muchas de ellas micropymes o unipersonales, y no sobre sus reales ingresos incentivan la economía informal. Este efecto fue aún más siniestro cuando en plena cuarentena de diciembre de 2020, durante la gestión del ministro de Economía Martín Guzmán convirtió a los emisores de tarjetas de crédito y administradoras de pago en agentes de retención.
A comienzos de 2021, el jefe de Gobierno de la Ciudad impuso un impuesto a los sellos a las tarjetas de crédito para sustituir la quita de la coparticipación. Esta medida desincentiva el uso de las tarjetas de crédito e impulsa el refugio en la informalidad de la clase media y vulnerables.
El reciente anuncio del cambio del monotributo por parte del leve superministro Sergio Massa es otra muestra de la perversidad parasitaria de la política fiscal. El componente impositivo y de obra social del monotributo aumentó 100%, igualando el ritmo inflacionario. Pero las escalas aumentaron solo entre un 40 y un 50%, obligando a los monotributistas a cambiarse de escala afrontando un aumento real del casi el doble en el impuesto y las contribuciones sociales obligatorias a los sindicatos.
Golpe al bolsillo
Esta política fiscal que obliga a los argentinos trabajadores a salirse del zoológico impositivo ya fue utilizada en los pasados kirchnerismos 1, 2 y 3 por los mismos protagonistas de la presente versión 4 solo que prohijando el sablazo sobre los bolsillos del trabajador como jefes de gabinete.
Esta saga se completa con la recurrencia a los blanqueos donde el magnánimo rey Sol reparte dádivas y otorga perdones a los ahorristas que en el pasado huyeron de la jaula del sistema.
La última versión de esta perversa película que, de no ser argentino, calificaríamos de humor negro, es el notable “massazo” que les espera a quienes se hayan atrevido a blanquear en el pasado reciente, creyendo que aquella vez iba a ser diferente y se iban a respetar la seguridad jurídica y la ley.
Ah, pero Macri. ¡Ay, Argentina!
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