Negocios y errores: cuando el fracaso deja enseñanza
En eventos de intercambios de experiencias, quienes no lograron buenos resultados cuentan lo suyo
"El fracaso es parte del éxito"; "aprendemos más en los fracasos que en los éxitos"; "no hay aprendizaje sin fracaso". Cuántas veces escuchamos frases como éstas, sin embargo, la mayoría de las personas prefieren seguir escondiendo sus fracasos. Afortunadamente, cada vez son más los que se animan a sacar a la luz esos "momentos de aprendizaje" -que todos tenemos- para que puedan ser capitalizados.
Un instituto que investiga sobre los fracasos; museos que los exponen; programas universitarios y corporativos que los respaldan; libros que los develan; eventos que los difunden con el fin último de aprender del tropezón. Si sumamos estos "granitos de arena" nos encontramos con una movida que apoya la creación de una "cultura del fracaso", que no es más que un sistema que abraza los errores para transformarlos en lecciones. Muchos prefieren llamarla "cultura de la innovación", porque, a la larga, lo que se pretende es crear un contexto de confianza para animarse a probar cosas nuevas.
El miedo a fallar hace que no arriesguemos, obstaculizando el aprendizaje y el desarrollo de personas, procesos y organizaciones. Le pasó a Coca-Cola. James Quincey, CEO de la compañía, tuvo que pedirles a sus ejecutivos que superaran el fracaso de la "New Coke", una mala decisión que la empresa tomó en 1985. El temor a volver a equivocarse hacía que no se experimentara lo suficiente. "Tenemos que probar cosas. No todas funcionarán, pero no necesitamos frustrarnos tanto cuando tenemos fallas. Tenemos que aprender, seguir y reinventar", les dijo.
"La verdad más cruda y pocas veces mencionada en el mundo empresarial es que hay más probabilidades de fracasar que de tener éxito", indica Leticia Gasca, una pionera en poner sobre la mesa el tema del fracaso al cocrear el evento "FuckUp Nights" (FUN), un movimiento global -se replica en más de 250 ciudades del mundo- para contar historias de emprendedores que fallaron. "En casi cualquier país, tres cuartas partes de los negocios que se encaran cierran antes de cumplir dos años", argumenta desde su rol de directora ejecutiva del Instituto del Fracaso, otra de sus iniciativas, que investiga el motivo por el cual nuevos negocios no funcionaron. "Si bien está claro que hay más fracasados que exitosos, sorprende ver cómo ignorar el fracaso parece ser más sencillo que asumirlo", reflexiona la también autora del libro Sobrevivir al fracaso.
Fuera del armario
Contar las historias en las que los resultados esperados no se lograron puede resultar incómodo porque no suelen mostrarnos "bonitos", "capaces", "inteligentes", pero, si el contexto ayuda, podemos retar esa percepción de haber quedado "en falta" y "mal parados" para transformarlo en una experiencia positiva. Hernán Schuster, CEO de Spiquers, cuestiona el modelo con el que fue educado, dado que pone el foco en el éxito y llama a silenciar los fracasos porque "dan vergüenza". "No hay que sentirse así por fracasar, ya que es mucho más común de lo que nosotros imaginamos", agrega el impulsor de "OOPS! Otra oportunidad para superarse!", un evento local en el que las personas cuentan cómo lograron superarse luego de una caída.
Estos espacios que buscan generar el aplauso hacia aquellas personas que no se avergonzaron ni se dieron por vencidas, sino que entendieron que el fracaso es parte del camino hacia el éxito también se trasladó al corazón de las organizaciones con "Mala mía" y "Aprender del error", eventos organizados por Unilever y el Banco Galicia, respectivamente. "Vemos que la única forma de aprender es del error y el feedback y entendemos que una cultura de innovación no esconde los errores, sino que los reconoce y aprende de ellos. Por eso quisimos mostrar a gerentes y colaboradores del banco reconociendo que se equivocaron y que, gracias a eso, aprendieron y progresaron", explica Rodolfo Zimmerman, jefe de comunicación interna y cultura del Banco Galicia.
La iniciativa de Unilever se dirige a los jóvenes para que refuercen su resiliencia y tolerancia a la frustración. "Hoy, cuando ingresan al ambiente laboral, tienen varias inseguridades en relación con enfrentar algo totalmente nuevo, quedar expuestos, 'pifiarla'", explica Melina Cao, directora de recursos humanos de la empresa en Argentina. En esta línea, universidades prestigiosas de los Estados Unidos -como Harvard, Princeton, Stanford y Pensilvania- también se pusieron en acción con programas, talleres y proyectos para motivar, apoyar y enseñar a sus alumnos cómo fracasar sin morir en el intento. En tanto, la Universidad Smith College tiene el programa "Fracasando bien" (Fail well), que presenta un "certificado de fracaso" que autoriza a sus estudiantes a "arruinar o fallar" de distintas formas asociadas con la institución educativa "y aun así ser un humano digno y absolutamente excelente".
Estos avances abren el juego a la posibilidad de fracasar sin que la falla defina a uno como persona. De hecho, la iniciativa "Stanford, I screwed up!" (¡Stanford, metí la pata!) hace hincapié en la frase: "Mis fracasos no me definen, me refinan". De esta forma, también se refuta el viejo modelo empresarial cuyos eventos, revistas y escuelas de negocios fundamentan gran parte de sus contenidos en casos de éxito. "Así es muy fácil meterse en el mundo empresarial con la falsa percepción de que es simple alcanzarlo", afirma Gasca. Esto, a la larga, provoca mayores frustraciones y obstáculos a la hora de innovar.
Otro antídoto para ponerle fin a la mirada negativa hacia el error es la creación del Museo del Fracaso, con sedes en Suecia, China, Canadá y los Estados Unidos, expone algunos de los productos y negocios fallidos más grandes del mundo. "Necesitamos aceptar el fracaso si queremos algún tipo de progreso. Las organizaciones -y nosotros como individuos- debemos mejorar nuestra capacidad de aprender de él", asegura su fundador, Samuel West.
La literatura también acompaña la intención de acabar con la estigmatización detrás de fallar. Desde "Sobrevivir al fracaso", con los aprendizajes de Leticia Gasca, pasando por "The Up Side of Down" (El lado bueno de las caídas), de Megan McArdle, que busca el origen del castigo al error, ny narra cómo el sistema educativo y el laboral fueron alimentando el miedo a equivocarse, hasta Historias de fracasos y fracasados que cambiaron el mundo, texto en el que Demian Sterman cuenta, a través de las historias de personajes como Henry Ford, Albert Einstein, Ludwig van Beethoven, Steve Jobs y Walt Disney, entre otros, el encanto, el aprendizaje y la sorpresa de encontrar algo distinto en el camino del fracaso. Otro libro es El regalo del fracaso, de Jessica Lahey, que replantea el rol de los padres frente a los fracasos de los hijos apelando a la contención y la aceptación, en vez de la sobreprotección de los chicos, que no favorece el aprendizaje frente a desilusiones y frustraciones.
"Vivimos en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (VICA) con un ritmo de cambio acelerado en el que ni siquiera contamos con toda la información necesaria para tomar decisiones. Más que nunca es fundamental permitir la experimentación y la resignificación del fracaso como una experiencia de la que se aprende", señala Alejandra Marcote, fundadora y directora de Aprender del Error.
¿Qué tan creíble es que en un entorno tan cambiante un líder lo sepa todo y jamás se equivoque? "Necesitamos que puedan aceptarse como imperfectamente humanos, que sepan decir 'no sé' o 'me equivoqué' sin avergonzarse. La autenticidad es algo muy valorado por los más jóvenes", explica la coach organizacional.
Por su parte, Gasca invita a las empresas a implementar tres cambios destinados a mejorar su cultura a favor del fracaso: "Ellas pueden rediseñar las evaluaciones anuales de desempeño para que 'fracasar bien' y comunicar las lecciones aprendidas tenga un impacto positivo en la evaluación de desempeño, en lugar de negativo". En segundo lugar, propone crear espacios seguros para que los integrantes de la organización compartan sus fracasos y aprendizajes, y, por último, innova con la idea de pedirles a quienes deseen trabajar en la empresa enviar un CV que incluya sus fracasos. "Es una buena forma de empezar con menos peso la próxima vez", asegura Schuster.