“Necesito un cambio que no logro en mi empresa”
Buscar un nuevo trabajo en un contexto económico complicado exige un análisis muy detenido y los especialistas recomiendan no tomar decisiones apresuradas
- 6 minutos de lectura'
El consultorio se renueva y ahora que puede atender pacientes en forma presencial, le dio un look renovado a su oficina de Palermo Freud. Para empezar, compramos cuencos tibetanos para permitir que los pacientes se relajen y alivien el estrés y puedan vomitar todo lo que tienen en el subconsciente. En el Barrio Chino, el consultorio se hizo de un lote de inciensos con aroma a patchouli. Era lo único barato que había disponible. También pintamos las paredes de diferentes colores: una pared rosa para las historias románticas; una naranja, para las historias felices; una amarilla, para las necesidades de armonía y; finalmente, una roja, para las historias de poder y lujuria. El consultorio no sabe aún qué impacto generará el combo colorido de las paredes en el cerebro de los pacientes.
Soledad nos visitó y se acomodó en el diván. Me olvidé comentarles que el techo es color verde chillón. El verde y la esperanza, van de la mano. Soledad tenía una preocupación crítica en estos tiempos: decidió cambiar de trabajo porque no logró el cambio que estaba esperando para el desarrollo de su carrera.
–Doctor, no sé si soy suicida, pero estoy por cambiar de trabajo en el medio de la pandemia.
–¿Qué te motivó cambiar?
–Estaba harta de pedir pista en mi trabajo anterior. Hace dos años les pedí un cambio laboral. Hablé con mi director de área y, por su sugerencia, hablé con la directora de Recursos Humanos. La respuesta siempre fue “lo veo con casa matriz” Casa matriz es en Francia… ¿qué les pasa a las áreas de Recursos Humanos que no dan bola a nadie?
Soledad se calló y quedó con la mirada fija en el techo verde. El gong del cuenco tibetano la despertó de su letargo.
–A veces las empresas tienen tiempos diferentes de los tiempos personales…
–Es cierto doctor, pero acá había falta de interés. Cada vez que venía alguien de casa matriz, pedía reuniones y mencionaba mi deseo de desarrollarme en otro lugar. No me interesaba el salto jerárquico, sino encontrar una actividad que me resultara motivadora y desafiante. Siempre convoqué yo a discutir ese tema, siempre la propuesta para hablar del tema salió de mí. Es como que a la empresa no le interesaba. Apliqué a varias posiciones dentro de la web de la compañía, mandé mails a directores operativos y de recursos humanos. Logré sólo una entrevista y una sola respuesta en el término de un año.
–Más allá de tu jefe directo y Recursos Humanos, ¿alguien a nivel local se interesó en tu caso?
–Pedí hablar con el gerente general de la empresa para que conociera mi deseo de cambio. Nunca me entrevistó, ni siquiera dedicó quince minutos para saber qué hice yo en estos quince años dentro de la empresa. Él hace cuatro que está a cargo de la filial local. Tiempo para entrevistarme no tuvo, pero sí para jugar al golf. La verdad es que no sé si fue mala suerte, me hicieron una brujería o, simplemente, me tengo que exorcizar.
Qué NO debería hacer Soledad: Soledad no debería entrar a la oficina de su jefe y volcarle alcohol en gel sobre el teclado de la computadora y dejar una nota que diga “muerta antes que infectada por un jefe tóxico”. Tampoco debería viralizar un video contando su historia con subtítulos en francés para que llegue a toda la compañía. Menos aún debería entrar en la oficina del gerente general, agarrar un palo de golf y partirle el escritorio con otra nota que diga “ser jefe es hacerse cargo, infeliz”.
Qué es lo que Soledad debería hacer: si Soledad agotó todas las instancias en la empresa y no tuvo la respuesta adecuada (o no obtuvo respuesta), ya es hora de que mire el mercado laboral. Pero cuidado con las “Soledades” que quieren cambiar: el mercado laboral argentino lleva estancado más de una década. Las búsquedas son para cubrir vacantes existentes, pero no para nuevas posiciones desafiantes como las que la protagonista de esta historia pretende. Soledad debería, antes de tomar una decisión de seguir insistiendo o partir, asegurarse que el mercado laboral está interesado en ella o que existen posiciones que van a cumplir con lo que ella está necesitando: que la motiven y apasionen.
–Contame qué hiciste al no recibir respuestas de la organización
–Empecé a mirar el mercado y la semana pasada me llegó una propuesta de trabajo concreta, fuera de la compañía, que se ajusta a lo que estoy buscando, en la que se me reconoce mi experiencia. Y hoy vine a verlo a usted doctor porque me estresé mucho. Justamente esta mañana le comuniqué a mi jefe que, después de quince años, y habiendo agotado todas las instancias dentro de la empresa, es hora de irme. Me parece justo que, si no tengo una posibilidad concreta para desarrollarme, vaya siendo tiempo de partir y quiero hacerlo de común acuerdo con algún tipo de reconocimiento. No quiero irme con las manos vacías, ¡son quince años, doctor!
–¿Cómo se lo tomó tu jefe?
–No sabría qué decirle. La primera respuesta que me dio fue mi “mal timing” para plantear esto, que ahora estaban todos de vacaciones (todos en Francia, todos en la Costa Azul, obvio). Pero lo mío después de dos años de esperar una respuesta fue “mal timing”. En fin. Ahora me toca hablar con la directora de recursos humanos, y espero tener los argumentos para negociar una salida sin las manos vacías.
Definitivamente, Soledad agotó las instancias internas de la organización para generar el cambio que quería. No sabemos si terminó agotando a la gente o si realmente a esta empresa no le interesó lo que a Soledad le estaba pasando, lo cual es, tal vez, más grave, porque la organización estaría haciendo un desastre en la gestión del talento.
Muchas veces logramos el objetivo de irnos y movernos a lo que consideramos una mejor posibilidad laboral. Luego de muchos años de trabajo en una organización queremos un reconocimiento monetario por lo que uno dejó en ese lugar. Lograr esto va a depender de la cultura de la empresa (si es que hay una cultura de generar acuerdos de salida), y del timing de la persona y la nueva organización. Si el nuevo empleador está apurado, las posibilidades de negociación son nulas. Ni hablar si la empresa donde trabajaba Soledad prefieren que la persona se harte y se vaya sin cobrar un peso.
Soledad se levantó, se acercó a la puerta, se dio vuelta y antes de despedirse me dijo: “Gracias doctor, hice una buena catarsis. Y por favor, cambie el incienso por un aromatizante de ambiente”.
Suerte Soledad y, ojalá, tu nuevo trabajo sea todo lo que estás esperando para tu futuro.
Otras noticias de Comunidad de Negocios
- 1
Hiperconectividad: el trabajo híbrido dispara el “estrés tecnológico”
- 2
Lucy Kueng: “La innovación necesita audacia y pensamiento de segunda orden”
- 3
Casos concretos: qué diferencias de precios hay en las compras internacionales
- 4
Del legado a la innovación: así se explica el impacto de las tecnológicas en la consagración de McLaren en el Mundial de Constructores de la Fórmula 1