Museo del futuro: la innovación de hoy en la ciencia ficción de ayer
Además de tener un nombre y un perfil ideales para un personaje de novela o película de ciencia ficción, el físico Michio Kaku, especializado en teoría de cuerdas, es una celebridad en el campo del futurismo, con varios best sellersen su haber. Una de las preguntas que más le hacen en los auditorios, contó días atrás en una entrevista, es si prefiere La Guerra de las Galaxias o Viaje a las estrellas. Kaku contestó que si era por los efectos especiales y por el cuidado estético, se quedaba con la primera opción, con Star Wars. Pero si en la balanza pesa más el "poder predictivo" y anticipatorio, en particular por todas las discusiones éticas y filosóficas sobre la relación entre los humanos y las máquinas, sin duda se inclinaba por la historia del señor Spock es decir, con Star Trek.
La pregunta de cuán eficiente es el género de ciencia ficción (en libros, films, series, historietas, etcétera) para predecir correctamente el futuro viene de hace décadas. J. C. Ballard sostuvo en 1971 que "lo que los escritores modernos de ciencia ficción escriben hoy, ustedes y yo lo veremos mañana". La novedad más reciente es que varias empresas (Nike, Ford, Intel, Hersheys, entre otras) apelan a metodologías clásicas de los autores de ficción para predecir contextos con el objetivo de apuntar a productos y servicios que sigan siendo relevantes en el futuro.
El año pasado, la firma de consultoría PwC publicó un reporte en el que se aconseja a las empresas explorar el campo de los creadores de ciencia ficción como posible estrategia para dirigir la innovación. Y Harvard Business Review les sugirió a los CEO "leer más ciencia ficción" para estar en la cresta de la ola del cambio.
La otra novedad es que, al acelerarse los tiempos del avance tecnológico y al acortarse los ciclos, la "brecha" entre ciencia ficción y realidad es cada vez menor. En palabras de Edwin Rager, un diseñador de futuros de la organización Rarely Asked Questions (RAQ), entrevistado por LA NACION, "vemos que la distancia entre 'sci-fi' y 'sci-fact' (ficción y hechos) se achica cada día más".
"2019 es un buen año para repensar la interacción entre la ciencia ficción, la innovación y el futuro de los negocios -dice el creativo Carlos Pérez, presidente de la agencia de publicidad BBDO-; en 1982 Ridley Scott lanzó su legendaria película Blade Runner y la ubicó en un futuro relativamente lejano: noviembre de 2019. Allí se habla, por ejemplo, del diseño genético, y uno no puede menos que pensar en Crispr [técnica de edición genética]; vehículos automanejados, etcétera".
Los ejemplos de esta ruta de ida y venida son miles. Uno icónico fue iniciado en 1956 por el novelista Philip K. Dick, cuando publicó una historia corta que narra las tribulaciones de un jefe de policía en un futuro en el que manda la computación predictiva, los humanos conectados a computadoras y las comunicaciones a través de pantallas. Para adaptar estas ideas a una película de US$100 millones casi 50 años más tarde, Steven Spielberg envió a su jefe de producción al MIT, donde un científico fanático a su vez del trabajo de Dick, John Underkoffer, experimentaba con una tecnología nueva que permitía manipular datos con las manos en una superficie trasparente. La tecnología apareció en 2002 en Sentencia Previa (Minority Report) y motivó centenares de patentes e inspiró productos como la versión original del iPhone.
El ejemplo de retroalimentación de Sentencia Previa se repite en predicciones más clásicas. En 1865 Julio Verne escribió sobre el viaje a la Luna; en 1888 Edwards Bellamy describió un mundo utópico con tarjetas de crédito en lugar de dinero físico; Ray Bradbury se imaginó los auriculares en 1953 (en su novela Fahrenheit 451); Aldous Huxley se refirió a antidrepresivos en 1931; Arthur Clarke mostró las tabletas con diarios en formato digital en 1968, entre muchos otros ejemplos.
Para el físico y experto en ciencia de datos argentino Daniel Collico "hay una capacidad supercool que tiene la ciencia ficción anterior a la predicción y es la de detectar el inconsciente de la sociedad a la que pertenecen los autores. Mary Shelley escribió su Frankenstein en medio de la sociedad victoriana de la Inglaterra de 1818. El monstruo que enfrentaba esta sociedad era mucho más sutil: los cambios de la Revolución Industrial. Shelley inauguró esta tendencia de un grupo de escritores que puede bucear en el inconsciente colectivo y que extrajo tendencias más allá del cacharro científico. Ray Bradbury percibió la alienación, la pérdida del individualismo, la gente conectada a objetos o redes. Y Asimov previó computadoras que resolvían todo (Univac) pero, sobre todo, vinculó a su personaje de Hari Seldon con la psicohistoria, que no es ni más ni menos que una mezcla de big data, analytics y ciencia de datos".
Según Collico, en la saga titulada Fundación e Imperio (que será una serie en poco tiempo), Seldon les dejaba instrucciones a sus seguidores a través de los siglos, para poder enfrentar las crisis que se sucederían. "En la novela están todos los elementos del data science: la necesidad de mucha y buena data para tener buenos resultados, las predicciones posibles gracias a modelos y supercomputadoras; se usan porcentajes para dar cuenta de las predicciones, se admite que las predicciones sobre los individuos son difusas -el foco es acertar sobre la sociedad- y, finalmente, se reconoce que la predicción a lejanos futuros se empobrece, del mismo modo en que una piedra lanzada produce ondas en un estanque, que se van atenuando con el tiempo".
Pero no todo es tan sencillo. El problema con postular una enumeración de ideas que aparecieron antes (décadas y hasta siglos antes) en la imaginación de escritores con su potencial predictivo es lo que el escritor Nassin Taleb llama falacia narrativa: "unir puntos hacia atrás" es mucho más sencillo que hacerlo hacia adelante, y da la falsa impresión de que el mundo y su realidad son más predecibles (y conspirativos) de lo que en realidad son. Un ejemplo típico de este fenómeno son las notas y los documentales que seleccionan algunas advertencias y señales previas a los atentados a las Torres Gemelas de 2001 y que dan la falsa idea de que el atentado fue de alguna forma anticipable, o que tal vez formó parte de una conspiración con muchos involucrados.
Las señales existieron, pero eran más bien vagas o pistas entre millones, imposibles de procesar para las fuerzas de seguridad. Taleb lo llama "falacia narrativa": la realidad es tan compleja y abrumadora que comprimirla en una historia lineal nos tranquiliza y baja la ansiedad.
A nivel epistemológico este problema también se conoce como el de los "monos infinitos": si se ponen en un ambiente de infinitas dimensiones una infinita cantidad de monos, cada uno con una máquina de escribir, durante infinito tiempo, eventualmente alguno escribirá Hamlet. Los novelistas de ciencia ficción acumulan centenares de aciertos, pero una cantidad todavía mayor de "pifiadas": Isaac Asimov anticipó una increíble cantidad de invenciones futuras, pero imaginaba que para esta época habría colonias muy pobladas en la Luna. En términos económicos, la "función" que los novelistas maximizan no es la de ser precisos con sus escenarios futuros, sino la de contar historias atrapantes para sus audiencias.
Los cuatro futuros
Esta función es justamente la que se modifica en una naciente industria de "prototipeo con ciencia ficción": hay consultoras de innovación que aprovechan la metodología y la profundidad del género, con autores acostumbrados a pensar en detalle mundos con sus sistemas de gobierno, economías, culturas, provisión de energía, etcétera. Cada mundo lleva centenares o miles de horas de investigación, en las que se intenta extrapolar tendencias sociales y de tecnología para imaginar futuros posibles a corto y mediano plazo, que sean útiles para los negocios.
Experimental Design, el emprendimiento de Alex McDowell, construye estos mundos cercanos, posibles, en profundidad, para empresas que pagan de US$100.000 para arriba. Tiene en su lista a 200 escritores de ciencia ficción a los que se les piden historias cortas y luego se filtran las más "probables" (no las más interesantes). Su empresa ya trabajó para Ford, Nike, Boeing y para la Sociedad Americana de Ingenieros, entre otros clientes. Las historias buscan extrapolar "arcos de tendencia" hacia un futuro cercano que puede no ser agradable para el cliente, sino que muchas veces se lo alerta sobre riesgos que se pueden prevenir. SciFuture es otra consultora que trabaja en la misma línea.
Desde Londres, el creativo argentino Fernando Barbella lanzó años atrás su proyecto signsfromthenearfuture.tumblr.com (señales del futuro cercano), una iniciativa premiada que le sirvió para colaborar con varias marcas. "Las predicciones futuristas sobre las nuevas tecnologías y su impacto en nuestro día a día pueden ser o bien emocionantes o bien francamente aterradoras", analiza. Y agrega: "Una de las maravillas de la ciencia ficción es que desafía los límites de lo posible, al plantear conceptos, tecnologías y modelos que podrían ser posibles en las condiciones adecuadas. Esto ha influido enormemente en las personas que se dedicarían luego a construir las ciencias. Quizá sea por eso que el presente a veces parece que fue vaticinado por mundos imaginados y tan bien descriptos por Isaac Asimov o H. G. Wells".
Y confía en que la ciencia ficción puede ayudar a una generación a inspirarse "para seguir en constante cambio y crecimiento".
"La ficción que consumimos afecta al futuro que construimos; nos marca mental y espiritualmente. Nos define", dice Rager, quien trabaja en Bogotá, Colombia. Y describe: "Es gracias a la ciencia ficción que existe uno de los grandes marcos teóricos para estudiarlo: Los cuatros futuros de Jim Dator".
Dator es el fundador del programa de futuros de la Universidad de Hawaii y uno de los referentes del diseño prospectivo/de futuros. Su marco teórico vendría a ser como El camino del héroe para la construcción de escenarios por venir. Creado en 1979, este modelo observa que nuestras narrativas (historias, escenarios) sobre cambios sociales pueden ser clasificadas en cuatro grupos recurrentes de imágenes, historias o políticas, según los efectos de los cambios: de "continuación" (todo sigue más o menos igual, con crecimiento del statu quo), de "límites y disciplina" (los comportamientos se van adaptando a límites como el deterioro ambiental, la falta de agua, etc.), de "declinación y colapso" o de "transformación", donde emergen nuevas tecnologías o factores sociales que lo cambian todo.
En todos los escenarios a futuro existe una tensión permanente, dice Rager, entre la utopía y la distopía (utopía negativa). La segunda (Black Mirror, Terminator, etcétera) parece tener más rating porque conlleva el ADN de cualquier narrativa masificable: un conflicto. Pero hay autores, como Laurie Penny, que dicen que la utopía es un tipo de fascismo, porque los fascismos han comunicado estar construyendo un tipo de utopía. "La utopía, como la mayoría de la gente lo entiende, significaría una sociedad estática donde nada puede ni debe cambiar. Fosilizada y sin aire", dice Penny. Una "tercera posición" podría ser lo que el autor Redfern Jon Barrett llama "ambitopía": un espacio donde se exponen las cosas que necesitamos cambiar vía la distopía, mientras se demuestra que se puede construir un mundo mejor.
"El diseño de futuros y la ciencia ficción son casi dos caras de la misma moneda. Una ayuda a la otra", concluye Rager, "Somos las historias que contamos. Seremos los futuros que narremos y construyamos".
El arte de anticipar
Películas y libros mostraron tecnologías años antes de que fueran realidad
Minority Report
La película de 2002, dirigida por Steven Spielberg, se basó en una historia escrita en 1956 por el novelista Philip K. Dick; allí se puede ver una tecnología que permitía manipular datos con las manos sobre una pantalla transparente. Esa innovación motivó centenares de patentes
Blade Runner
El largometraje de Ridley Scott (1982) ubicó su acción en un momento para entonces lejano: noviembre de 2019. En la historia se habla, por ejemplo, del diseño genético, algo que hoy por hoy remite a Crispr, la técnica de edición genética que se desarrolló después
Star Trek
En la serie de los años 60 se ve a los personajes utilizando dispositivos o medios tecnológicos, similares a algunos de los que, años después, tomaron protagonismo en la vida real. También se ven computadoras que responden a comandos de voz, puertas automáticas y escáners.
Ray Bradbury
El escritor estadounidense de obras de ciencia ficción imaginó en su novela Fahrenheit 451, de 1953, los auriculares, las pantallas planas de gran tamaño y mecanismos de comunicación que replican el espíritu de las actuales redes sociales; otros autores también anticiparon tecnologías