Milán, Ibiza y la Patagonia: la historia del DJ argentino que creó un negocio inesperado en Europa
Su línea de ropa siempre tiene algunos símbolos del sur argentino; tiene un método distinto al de sus competidores
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A los 13 años, en 1990, se fue de la Argentina con su familia a Italia y permaneció un tiempo. Después de haber tenido varios negocios en la Patagonia, empezaron “de abajo”, trabajando en fábricas y en hoteles. Hoy Marcelo Burlon divide su vida entre Milán, Ibiza y el sur argentino; su nombre ya es una marca y, además, está asociado a otras que van desde raperos, jugadores de la NBA, clubes de fútbol, automóviles y bebidas.
Es DJ, se hizo conocido en el mundo de los eventos poniendo música y montando shows. Sus fiestas Pink is Punk se hicieron muy famosas; trabajó como relacionista público y fotógrafo siempre con la idea de “romper leyes”; usaba las redes y creaba “comunidades” cuando esos conceptos no eran la letanía del marketing que son hoy.
En 2012, creó County of Milan y lanzó unas remeras que se viralizaron y se vendieron en tiempo récord. Que las lucieran Cristiano Ronaldo, Lebron James o Lewis Hamilton, las convirtió en objetos de culto para determinados segmentos de consumidores. Hizo su primer desfile en Florencia, en el Palacio Pitti, con motos que “saltaban a 30 metros”.
“El mundo de la moda nunca me aceptó completamente -dice a LA NACION-. Venía de la noche, me formé con una modalidad de comunicar más abierta, mis fiestas no eran para unos sí y otros no. Quería que estuvieran todos. Esa es la clave de mi éxito y pude demostrar que el multitasking existe”.
Junto con Claudio Antonioli y Davide De Giglio fundó en 2014 el grupo New Guards Group, dueño de marcas como Off White, Heron Preston, Palm Angels y Opening Ceremony; cinco años después lo compró Farfetch.
Las primeras 10.000 remeras que hizo, volaron. Hoy su línea completa de ropa -con símbolos icónicos de diferentes culturas- está en tiendas de todo el mundo; él sigue poniendo música y encarando otros negocios como restaurantes y cervecerías, además de poner en marcha una fundación con fines culturales y sociales.
“Soy como el camaleón, me adapto a todo -dice-. Siempre hice lo que tengo ganas, pero con valores. Eso me llevó, en los inicios, a tener cinco euros en el bolsillo y tener que tirar a arroz. Quiero ser feliz y, a la vez, buscar un cambio en la sociedad”. Por ejemplo, cuenta que hace unos años cuando Matteo Salvini era ministro del Interior de Italia y rechazó a los migrantes que desembarcaban en el sur, él hizo su desfile incluyendo 30 chicos ítalo-africanos. En Tel Aviv pidió -y lo hizo- incorporar etíopes a la pasarela.
“Puedo dar voz a los que no tienen voz porque tengo la oportunidad, entonces lo hago”, insiste. Dice que en sus colecciones -que diseña un equipo bajo su dirección- cuenta su historia y adjudica a eso el éxito de haber formado “comunidades” alrededor de sus productos. Él no da la cifra de facturación, aunque algunos medios europeos hablan de una cifra millonaria al año.
Burlon asegura que le gusta “unir mundos”, diferentes haceres. Junto con el delantero del Nápoles, Andrea Pettagna, y el rapero Sfera, abrieron 10 restaurantes Ethic Colour en toda Italia (en las próximas semanas inauguran el segundo en Nápoles). Sirven bowls con comida natural; “la idea es ayudar a educar para comer bien”, señala. En la Argentina, su hermano tiene una fábrica de cerveza artesanal, Nordoeste, y juntos tienen la cervecería en el centro de El Bolsón.
En abril pasado hizo una edición especial de camisetas para el Nápoles junto con el sponsor del equipo, Kappa. Fueron usadas por única vez en el partido contra el Inter y a la venta salió un número limitado de unidades.
Burlon asegura que no es un diseñador: “No estudié. Me considero un director creativo. Uno diferentes cosas en un proyecto o en una línea de moda”. Su marca une moda, música, clubbing. Adora Nápoles y la ciudad lo adora a él. “Cuando les gusta algo, lo hacen propio y sos uno más -cuenta-. A eso sumale que soy argentino y la adoración que sienten por Diego (Maradona) se extiende a todo lo que viene de nuestro país”.
“Viajero cultural” es un concepto que le gusta. Insiste en que se mueve como un “catalizador”. Presentó su fundación en sociedad en Ibiza; a los invitados les pidieron los móviles y -a cambio- les colgaron una cámara de última generación. El resultado de esas filmaciones es un video de una hora. Reunió a la compositora, artista e intérprete experimental Alejandra Ghersi con la artista multidisciplinar Weirdcore.
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