"Mi jefe me discrimina por misógino y machista"
El consultorio se renueva y se traslada a su barrio favorito: Palermo. Ahí cité a mi siguiente paciente, Soledad. Me escribió prometiéndome una historia jugosa. Yo le prometí un latte y dos croissants.
El consultorio decidió atender los días sábados, que son los más relajados para que los pacientes vomiten sus problemas organizacionales. Y Soledad tenía mucha catarsis para hacer. Nos encontramos en un café en la calle Gorriti. Ella me dijo que iba a venir con ropa deportiva.
-Buen día Soledad, veo que venís de correr.
-Sí siempre corro, quiero ganar una maratón. Voy a fondo con todo lo que hago. Y de ahí viene mi historia doctor. Resulta que yo era la vendedora número dos en volumen de toda la compañía y la número uno en cantidad de clientes. Pero mi jefe, Benigno, que de benigno no tenía nada, consideraba que por ser mujer no estaba preparada para tener los mismos beneficios que mis colegas varones, es decir auto, horario flexible, ¡tiempo para ir a jugar al golf con el jefe!
-¿Y vos reclamaste por esos beneficios?
-Obvio, lo hice tranquila ya que era una situación injusta. Solamente un vendedor me superaba, el resto vendían menos que yo. No conseguí los beneficios pero me cambió el nombre del puesto: Jefa Interna de Ventas.
-Bueno, pareciera algo positivo dentro de lo malo de la situación.
-Maso menos. El título no venía con aumento de sueldo. Tenía que hacer lo que a Benigno no le gustaba: reclutar y formar nuevos vendedores, y seguir con mi trabajo. ¿Me pregunto si me vio cara de idiota o soy una idiota?
Preferí no responder y seguí tomando mi latte y escuchando la historia, ya que Soledad tenía más para contar.
-Comencé el proceso de selección con dos candidatos, una mujer, y un varón. Les comento las condiciones salariales. Mi jefe elige al varón, claramente. Se lo comunico al candidato que ha sido seleccionado y este me consulta lo siguiente: "me queda la duda de las condiciones, porque Benigno, me dijo que iba a ganar una cifra más elevada de la que vos me decís". Paso por la oficina de Benigno y le consulto por este error, que no podía ser cierto. Mi jefe me dijo "sí, le ofrecí un sueldo mayor al tuyo. Pero tranquila, ya vamos a arreglar tu salario". Un caradura. Iba a tener en mi equipo para formar a alguien que iba a cobrar más que yo. Dígame doctor, ¡¿qué hago?!
Qué debería evitar hacer: La tentación a la violencia física es muy grande en estos casos cuando un jefe machista y misógino se aprovecha de su posición. Es muy difícil no entrar a la oficina de Benigno "Maligno" y tomar su palo de golf favorito y romper hasta astillar las vidrieras con premios y reconocimientos. Y mientras damos rienda suelta a nuestro odio guardado en una olla de presión, gritar para que todos se enteren ¡cerdo machista! Por supuesto, antes de retirarse de la oficina, llevarse el palo de golf al garaje donde están los autos corporativos (salvo el de Soledad, que no tenía) y partir los vidrios del auto del jefe hasta que no quede uno sano. Soledad, esto no lo hagas. Son ideas simplemente.
Lo que sí debería hacer: Las inequidades que padeció Soledad tienen un condimento especial: un jefe que aborrece trabajar con mujeres y las considera inferiores en capacidades para disfrutar de los mismos beneficios que sus colegas varones. La primera inequidad es la de la política de compensaciones que hacía que Soledad, siendo una de las mejores vendedoras, no ganase igual que sus colegas masculinos y no pudiera tener los mismos beneficios. En la Argentina, si bien este tema ha mejorado en los últimos años, la brecha salarial entre hombres y mujeres puede llegar a un 24% para cargos directivos: mientras más alto están las mujeres en la estructura, mayor la inequidad.
La inequidad salarial es algo lamentablemente común en muchas empresas. Pero la empresa de Soledad, además, cuenta con un jefe que avala dichas prácticas y las cree justas.
La reacción que tuvo Soledad ante su nombramiento como jefa interna de Ventas, sin aumento salarial, sin beneficios, sin nada, fue insuficiente. Era el momento para que nuestra protagonista pusiera el grito en el cielo para equiparar las condiciones laborales. Sin embargo, su jefe, abusó nuevamente de su posición y le mostró espejitos de colores que Soledad aceptó sin más.
Este hubiera sido un momento crucial en la carrera de Soledad en la empresa. Ella tenía la oportunidad de negociar mejores condiciones. Además, recordemos que era una de las mejores vendedoras y el jefe podrá ser un machista insufrible pero no debe ser estúpido de dejar ir a una de sus mejores colaboradoras a la competencia.
Ahora Soledad está al límite, donde el próximo paso es ir a recursos humanos a plantear el tema de la equidad salarial. ¿Se animará a hacerlo?
-No llegué a ir a recursos humanos. Estaba abrumada. Y pasó algo antes que pudiera ir. Un día de muchísima lluvia había tres cocheras disponibles, una era la de Benigno que no se podía ocupar. Los que íbamos con auto propio teníamos que pagar una cochera en Puerto Madero. Llamo a la oficina, antes de llegar y consulto si había cocheras libres, mando un WhatsApp al grupo de vendedores y aviso "chicos, me voy a empapar, dejo el auto abajo, me avisan y, si necesitan la cochera, lo saco". Cuestión, llega un tercer vendedor y ocupa el lugar de Benigno. Al medio día llega Benigno, contra todo pronóstico y bajo un diluvio infernal. Sube rojo y me empieza gritar, mucho, frente de todo el personal, administración, ventas, los chicos de las motos. Todos. Salí bajo la lluvia, a mover el auto, volví empapada, me tuvieron que prestar ropa.
La mujer deportista que llegó a tomar un café se desarmó y las lágrimas se mezclaron con el latte.
-Ese día salí de trabajar más puntual que nunca, a las 6 de la tarde, y fui camino a la abogada, una que me recomendó otra ex vendedora, hoy la número uno del mercado. Estamos en juicio laboral hace ya dos años, y claro, aún tengo pesadillas con Benigno.
-Siento mucho todo esto que contás, pero ¿aprendiste algo?
-Sí. Una vez Benigno estaba enojado por algo y me dijo "si no te gusta, la jaulita esta siempre abierta..." y tiene razón, ese trabajo para mí fue una jaula y eso no me tiene que pasar más. El trabajo tiene que ser una puerta de oportunidades. Y aunque la jaula sea de oro, sigue siendo una jaula.
Soledad se despidió, agradeció la charla, el latte y se fue corriendo, más despacio de que cuando vino, seguramente pensando en otra maratón, la de la vida, donde no le gustaría más trabajar con un jefe que la discriminara y no valorara su trabajo; y en una organización donde las mujeres siguen siendo ciudadanos de segunda clase.
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