“Mi jefa es especialista en gritarme y humillarme”
El consultorio no descansa en cuarentena. Recibimos un mail de Ana que nos prometió una historia jugosa, pero con una condición: "No puedo contártela por mail, tenemos que juntarnos". El halo de sospecha puso a El Consultorio a trabajar a todo vapor. Debido a los cuidados que la cuarentena requiere, decidimos trasladar la oficina a un bar.
Combiné con Ana encontrarnos en bar en Palermo Soho. Llevé un retrato de Freud que ubiqué en la mesa para que Ana me identificara sin problemas y para generar el ambiente adecuado. Mi paciente llegó puntual: anteojos negros y un foulard rojo furioso que le llegaba hasta el piso.
"Soy Ana, gracias por recibirme. Te pedí contarte la historia personalmente porque, aunque no lo creas, todavía tengo miedo de lo que me pasó y de cruzarme con la perra de esa mujer, mi jefa. Fue una tortura. Me contrataron de la empresa y mi jefa parecía agradable. Yo creí que ese empleo sería una oportunidad para aprender. Al principio, todo iba sobre ruedas, aunque a la señora se le escapaban algunos comentarios a mis espaldas del estilo: ‘A Ana le va a venir bien venir a la otra oficina. Necesita subir y bajar la escalera’ haciendo alusión a que necesitaba hacer ejercicio físico para bajar los kilos de más que yo tenía. ¿¡Te das cuenta que me estaba diciendo gorda!?"
Ana sacó un pañuelo de un enorme bolso colorido y se secó las incipientes lágrimas que corrían por su cara. "Los lunes eran los días de seguimiento. Todos los lunes había algún reproche. En una reunión de gerentes mi jefa presentó un cash flow hecho por mi sin haberlo revisado con anterioridad. Para mi desgracia, había un error en una fórmula. Además de humillarme delante de todos al punto de haber terminado llorando, me dijo que lo hice a propósito para que ella lo pase mal".
Ana me miró y me preguntó ¿Vos me ves cara de suicida a mí para mandar al frente a mi jefa?
Ana no tiene cara de suicida, pero sí de alterada. Se nota que esta situación la afectó muchísimo. Acá es fundamental entender qué se hizo para terminar con ese maltrato y sentarse a hablar.
" Yo tenía miedo. Todos teníamos miedo y la evitábamos. Cuando las cosas se pusieron densas, junto a la contadora que también la pasaba mal, fuimos a hablar del tema con la gerente de recursos humanos. Ya no podíamos dejar que nos siga humillando delante de la gente. Cuando mi jefa se enteró que tuvimos esa charla, en lugar de cambiar su actitud nos dijo ‘ustedes fueron a hablar con recursos humanos y esa gerente es mi archienemiga en esta empresa, así que a partir de ahora sus vidas van a cambiar’".
Qué es lo que Ana debería evitar hacer: Mientras escuchaba a Ana y tomaba un latte, no podía dejar de pensar acciones que mi paciente no debería realizar: esperar a la jefa al final de la jornada y empujarla por la escalera mientras le dice "Yo necesito subir escaleras, vos necesitás bajarlas, reventada". Otra acción que Ana debería dejar de lado es que, en la presentación de cierre de fin de año, mostrar un cash flow con todas las fórmulas equivocadas, mandarla al frente en el medio de la reunión y mostrarle a todos los errores que la jefa tuvo.
Ana está en un punto de inflexión en su relación con su jefa donde si no realiza los movimientos adecuados e inteligentes, puede terminar destrozada y despedida de la organización.
Lo que Ana debería haber hecho: Más allá que su jefa es un animal, Ana no supo o no pudo analizar la situación de forma adulta. Nunca salió de su rol de víctima. Lo primero que debería haber hecho es sentarse con su jefa para poner en la mesa los temas que generaron crispación en la relación de forma madura. Además, debería haberle hecho saber, con claridad y de forma rotunda, que sus comentarios sobre el exceso de peso eran desubicados y molestos y no corresponden a un líder generar discriminación por ningún tema. Si la situación con la jefa se pusiera más áspera, aclararle que el mobbing consiste en una agresión psicológica con una intencionalidad subjetiva y perversa de generar daño o malestar psicológico. Esta aclaración es también una advertencia que una persona inteligente sabrá leer adecuadamente.
Demás está aclararle a la jefa que el error en el cash flow no fue intencional y proponerle revisar previamente a una reunión las presentaciones. También insinuarle que no va a tolerar gritos y faltas de respeto frente a colegas.
"La situación empeoró con mi jefa, incluyendo puñetazos al escritorio porque guardé un archivo en otro directorio, gritos porque tal o cual cliente no cumplió con el pago prometido y hasta la colocación una división entre su escritorio y el mío que era llamado ‘el muro de Berlín’. Con la contadora pensamos que nosotras estábamos haciendo cosas que a ella le hacían mal y decidimos hacer una consulta con una psicóloga, quien nos derivó a distintas profesionales para hacer un tratamiento que nos pudiera ayudar a sobrellevar la situación y nos sugirió hacer una denuncia que nunca hicimos. No había horarios ni fines de semana, así fue que un lunes feriado me mandó un mail diciéndome que al día siguiente fuera al bar que estaba en la esquina. Quería despedirme. Fue tal la liberación que sentí, que cuando me fui le dije ‘gracias’".
Definitivamente, lo mejor que le pudo pasar a Ana es que la despidieran. Más allá de lo que le pasó, lo triste es que una organización tenga líderes basura como la jefa de Ana. Ana fue una víctima, pero seguramente hay otras, calladas, necesitadas del trabajo que, sumisas, agachan la cabeza al destrato psicológico. Hoy tenemos una palabra para definir lo que a Ana le sucedió: mobbing. Se trata de un proceso destructivo sutil que tiende a desacreditar o dañar al trabajador; es un atentado a la dignidad, a la salud física y psicológica de la persona. Estas situaciones provocadas por gusanos organizacionales que se hacen llamar jefes nos destruyen la salud mental.
Pero también Ana tiene que madurar en la vida organizacional. Las situaciones se confrontan. Se tratan cara a cara. Ana, por miedo, no generó una interacción necesaria con la jefa que luego justificaría su charla con recursos humanos e, inclusive, una denuncia por el acoso laboral. Las conductas adolescentes en la organización se pagan con el odio de los jefes. Y si esos jefes son brutales, las consecuencias terminan siempre en el mismo lugar: ser eyectados de la empresa.
Ana terminó su café y su historia. "Me siento liberada de haberte contado esto, y espero que esta historia ayude a otros a confrontar a estos jefes horribles y que sepan cómo manejarlos. Yo no supe hacerlo".
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