Inteligencias artificiales que parecen personas, la desmaterialización de la tecnología, patrones escondidos y un hombre invisible en el trabajo, algunos de los aspectos que permiten repensar la IA mientras se construye
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Hay un mito dentro del mundo del marketing. Se dice que las zapatillas Nike Air no ganaron porque tenían una gran innovación por ponerle aire a la suela, algo que otros competidores ya ofrecían. Las ventas se dispararon porque diseñaron una ventana para que los compradores pudieran observarlo. Según Sonia Jalfin, directora del estudio de comunicación Sociopúblico, con la inteligencia artificial (IA) pasa algo parecido.
En el quinto capítulo de Inteligencia Artificial, evento organizado por LA NACION y transmitido por Youtube, LN+ y las redes sociales del diario, la especialista en innovación hizo énfasis en la necesidad de ver para entender. Los algoritmos y los lenguajes de programación no se pueden tocar y comprender fácilmente, por eso quienes desarrollan los productos se deben esforzar para explicarlo.
“Pero les propongo pensar que es una gran oportunidad. En este momento en que la inteligencia artificial está en transformación, que se moldea y no tenemos un discurso claro para referirnos a ella, nos permite hacernos las preguntas que más adelante no nos haremos. Hoy, la inteligencia artificial resulta bastante invisible en cuatro sentidos distintos”, explicó.
En primer lugar, Jalfin dijo que es invisible porque hay objetivos que dejarán de existir, se desmaterializarán. Por ejemplo, en Estados Unidos se aprobó una regulación para que los vehículos autotripulados no tenga volante. Si bien es un elemento que le da una seguridad ficticia a quien viaja, de que puede tomar el control en caso de emergencia, la experta remarcó en que hay medidas de seguridad más eficientes. Casos similares son los supermercados autónomos -donde el consumidor no pasa por la caja- o las billeteras digitales.
En segundo lugar, la invisibilidad de la IA se debe a los patrones escondidos. “Lo más paradigmático de la inteligencia artificial es que puede aprender en su mismo procesamiento, hasta encontrar patrones o conexiones en grandes cantidades de datos. Patrones invisibles para nuestro cerebro humano y que la tecnología puede encontrar para hacer cosas asombrosas y muy loables, como diagnosticar enfermedades psiquiátricas”, agregó.
La tercera característica es que hoy cuesta identificar quién es humano y quién no. Proyectos como This person does not exist (esta persona no existe) permiten ver fotos de “gente” que en realidad es construida por un algoritmo. Se usan para dejar de pedir derecho de uso a la imagen de alguien, por ejemplo, o para crear una fotografía con diversidad a partir de distintos retratos que se le soliciten.
“El punto es cómo sabemos qué es real y qué no. Esta invisibilidad pone sobre la mesa la pregunta de cómo vamos a validar el discurso de otros en el espacio público, sean políticos o incluso en nuestro espacio privado”, reflexionó.
Al último punto Jalfin lo tituló como “el hombre invisible”. Este aspecto pasa por la preocupación real de si las tecnologías reemplazarán a los humanos. Está sucediendo. Muchas tareas son reemplazadas por servicios, como una IA que permite escribir texto de manera automatizada, crear una campaña publicitaria, producir imágenes a partir de ciertas indicaciones y traducir en tiempo real.
“Hoy soy consciente del sticker que tengo en el parabrisas del auto, para que se abra la barrera del peaje, cuando podría ser un chip diminuto o ni siquiera estar. Pero los chicos de hoy andarán en autos que probablemente no tengan volantes, ni chips para las barreras, y tampoco se preguntarán si hace falta un objeto que cumpla esa función. Nosotros podemos hacernos esas preguntas y tenemos la oportunidad única de mirar la inteligencia artificial cuando se está creando, definiendo su forma. Y nosotros, tal vez, tengamos la chance de hacer algo al respecto”, finalizó.
Homo Techs: ¿La tecnología nos hace evolucionar como especie?
El efecto adormecedor que tiene la tecnología sobre las personas, plasmado en el incesante scrolleo en los dispositivos móviles, fue el pie que llevó al autor Joan Cwaik a plantear la evolución del humano en el evento de Inteligencia Artificial organizado por LA NACION. Movilizado por los momentos “cuasi involuntarios que imponen grandes plataformas y grupos tecnológicos”, como quedarse en el sillón por horas viendo las últimas novedades en las redes sociales, se puso a investigar el cambio del homo sapiens como híbrido tecnológico.
El divulgador especialista en tecnologías emergentes y sociedad denominó al nuevo tipo de humano homo tech, dada la fusión entre “el ritmo vertiginoso de la evolución tecnológica con la evolución humana biológica”, dijo. Explicó que lo que distinguía al hombre como tal era su capacidad de razonar y que en esta nueva especie pasaría a ser la relación tan difícil de separar que tenemos con la tecnología que nos es transversal.
“Tenemos que ser conscientes de que la evolución más palpable es la tecnológica y, en el fondo, tenemos la de nuestra especie, por lo que tenemos que recordar que somos humanos”, definió el autor de El Dilema Humano: Del homo sapiens al homo tech.
A la hora de definir cómo se caracteriza el homo tech, Cwaik señaló que está atravesado por la tecnología, que vive en el marco de una sociedad ansiosa e impaciente en la que se crean vínculos mayoritariamente frágiles y superficiales. También distinguió que este perfil cuestiona si nos estamos convirtiendo en ciborgs, cómo reaccionamos a un mundo lleno de estímulos en el que hay permanente incertidumbre.
En base a estos conceptos, cuestionó cómo será el futuro de nuestra especie en un mundo tan atravesado por la tecnología en distintos niveles: en el biológico, cómo vamos a relacionarnos, a emprender, a generar valor y preguntarnos si las organizaciones con las que nos manejamos son adaptables o no al cambio. Concluyó que “en el fondo, el dilema no es tecnológico, es humano”, por lo que no hay que darle batalla a la tecnología e innovación, ya que va a seguir creciendo y desafiando al humano.
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