Arrancó la primera jornada del evento más innovador de la Argentina con un robot en vivo y una canción desarrollada por la IA que sintetizó las conclusiones de la mesa al ritmo del reggaeton.
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En un presente tecnológico que nos atraviesa y avanza a pasos agigantados, la inteligencia artificial dejó de ser un concepto de ciencia ficción y pasó a ser una herramienta que hoy está revolucionando a las distintas formas del “hacer”, tanto en el campo de los negocios, el arte, la ciencia y hasta los sociales.
Conceptos como ChatGPT, machine learning o blockchain son tan fascinantes como potencialmente peligrosos, dependiendo de quién sea intérprete y cuál sea su regulación en un contexto determinado. Debates en base a las probabilidades de que esta tecnología se “robe” los trabajos, y “anule” la necesidad de la impronta creativa tan característica del ser humano, son cada vez más serios.
A continuación un resumen con los principales momentos de una jornada única.
Estas cuestiones, entre tantas otras, se plantearon hoy en el primer capítulo de la onceava edición de Management 2030: “El futuro en tiempo real”, un evento organizadopor LA NACION, que constará de cuatro capítulos más, con fecha de cierre el próximo 29 de mayo.
Con el fin de exponer y analizar en profundidad los beneficios y vulnerabilidades de las últimas tecnologías en la agenda global, en la primera jornada estuvieron presentes Sofía Vago, CEO de Accenture Argentina; Rebeca Hwang, general partner de Kalei Ventures; Ignacio Fabre, cofundador de TranscribeMe; Martina Rua, periodista especializada en innovación y productividad; Carlos Pérez, presidente y director de BBDO Argentina; y Matías Viel, fundador y CEO de Beeflow, una empresa de polinización de abejas basada en la aplicación de la ciencia. El encuentro fue moderado por José Del Rio, secretario general de Redacción de LA NACION con varios espacios para la sorpresa como por ejemplo cuando las presentaciones de los invitados fueron locutadas por la IA en primera persona y replicando la voz de los protagonistas, también las imágenes de sus rostros.
Fueron Del Río y Vago quienes inauguraron el ciclo, aunque no solos. Los acompañaron Elena y Charlie, que serán partícipes en todas las jornadas. La primera, Elena, es un programa de IA creado por la Accenture Argentina (cuyo debut fue durante la edición de Management 2030 del año pasado); procesa lenguaje e interactúa con con humanos, respondiendo preguntas de forma natural y amigable.
El segundo, Charlie, es un robot de diseño modular que, a través de la IA, puede procesar información, aprender de su entorno y tomar decisiones para cumplir con tareas asignadas. En palabras de Vago, es “el asistente casi perfecto”. Tras ingresar al lobby del edificio, subir en ascensor por sus propios medios, y hasta entregarle un ramo de jazmines a su CEO, Charlie entró en escena en medio de la conversación de apertura para confirmar, una vez más, que el futuro ya llegó. “Este año no es un año más y vamos a ver muchos cambios en los próximos 12 a 24 meses”, decretó Vago.
A continuación, el momento en el que se comparte un tema musical realizada por la IA con las conclusiones de la mesa.
Inteligencia artificial: ¿aliada o enemiga?
Quizá sea esta la pregunta más popular: ¿se puede confiar en la IA? Y en la respuesta a la pregunta se encuentra la primera clave: no es necesario confiar para que nos sea funcional. Todos los oradores, cada uno a su manera, coincide en que, a la hora de decidir si una herramienta es buena o mala, el poder todavía lo tiene el ser humano.
Para Martina Rua, periodista especializada en innovación y productividad con 22 años de trayectoria en la industria de la comunicación, no puede negarse que la IA trajo múltiples elementos que favorecen la evolución no solo tecnológica, sino también personal.
“Hay aplicaciones de IA generativa (IAG) que están acompañando a personas que sufren soledad y depresión en todo el mundo. Un ejemplo es Replica, una aplicación que, a través de un bot de IA generativa acompaña y mejora cuadros depresivos”, señala Rua. “Estamos hablando de un bot que se mete en el terreno de la salud pública. Es un estadío nuevo”.
Coincide con Rua en el provecho posible fruto de la IA Matías Viel, fundador y CEO de Beeflow, una startup científica que brinda servicios de polinización a productores agrícolas con el objetivo de aumentar el rendimiento de los cultivos mientras resguarda la salud de las abejas.
“En Beeflow trabajamos concretamente en la polinización, el proceso a través del cual una flor se transforma en un fruto entonces en un árbol que produce manzanas. Para que hayan manzanas tienen que haber flores y para poder cuantificar la cantidad de flores y, en definitiva, medir el potencial de productividad del cultivo, considerando factores como el cambio climático, sequías, lluvias y demás, la IA juega un rol clave”, indica Viel.
Sin diferir, aunque iluminando el lado B del asunto, Ignacio Fabre, doctor en física teórica, cofundador de TranscribeMe, y actualmente empleado en Rather Labs, un hub de desarrollo en tecnología enfocado en blockchain, advierte que, en el campo de la IA, el mayor limitante no recae en el “hasta dónde se puede hacer”, sino “qué se hace con los datos”.
“Cuando lanzamos TranscribeMe la privacidad de los datos fue una de las mayores inquietudes y el miedo más grande que el algoritmo se apropiara de ellos. Creo que es sana la concientización que está empezando a haber sobre el destino final de nuestra información”, remarca Fabre. “En general uno puede optar por que la información no sea compartida y hasta disponibiliza acuerdos legales en el cual las dos partes se comprometen a mantener dicha privacidad”.
Aunque reconoce que siempre hay un grado de confianza que, en el caso de romperse, puede derivar en un juicio, Fabre da a entender que, mientras esté la regulación de por medio -la europea, según cuenta, es la más restrictiva-, la cosa sí se puede controlar.
En la misma página, observando el lado bueno y el lado malo del asunto, está Carlos Pérez, Presidente y Director de BBDO Argentina, la agencia ubicada desde hace 14 años ubicada en el top 10 global según el Effie Global Index. “Cuando se traspase la etapa de experimentación vamos a ver una enorme ganancia, también en términos creativos, pero lo cierto es que hoy todo lo que surge de la IAG nace de creaciones de innumerables artistas, en un diálogo con creaciones previas. En otras palabras: la IAG toma creaciones existentes para crear, y ahí hay un gran tema de copyright e implicancias legales que ya empezó a ser discutido”.
Bad Bunny ft. Justin Bieber por la IA: ¿de quién es la creación?
Fue a raíz de esta conversación que Del Río trajo a la mesa el caso de Mauricio Bustos, un productor chileno que creó una colaboración musical entre Bad Bunny, Justin Bieber y Daddy Yankee, a partir de un software de IA instalado en su computadora; la canción se viralizó en redes sociales y, en pocas semanas, entró en el Top 100 de las más escuchadas de Spotify.
“Es interesantísimo, un caso de frontera porosa: una canción de Bad Bunny que, en realidad, no es de Bad Bunny se viraliza. Abre el debate de a quién le pertenece y dónde está la creación”, reflexiona Pérez. A esto, Fabre agrega que, inevitablemente hasta encontrar un blanco o negro, el terreno de la legalidad alrededor de la IA va a ser un gris con muchos matices. “Toda nuestra reglamentación es reactiva, que quiere decir que se hacen cuando hay cambios. Y son procesos que llevan su tiempo. Cuando las cosas nuevas son disruptivas y los límites no están bien señalados, solo la propia experiencia los termina por definir”, señala.
El diferencial humano
Desde Silicon Valley, Rebeca Hwang, General Partner en Kalei Ventures, una inversora de capital de riesgo en nuevas empresas de tecnología en etapa inicial de Latam, se suma al diálogo para asegurar que ella duerme tranquila, sabiendo que, del otro lado de la moneda de la hipertecnología, siempre va a primar el afecto físico, la impronta personal y, en definitiva, el amor.
“Mis hijos tienen nueve y seis años, y por ahora quieren ser futbolistas y me encanta. Porque no sé si en 10 años, cuando busquen trabajo, las profesiones que hoy se consideran fuentes de ingresos estables -como abogacía o ingeniería- van a seguir siéndolo”, dilucida Hwang. “Pero sí sé que, con el crecimiento de la interacción entre el humano y la máquina, vamos a tener una urgencia de tener conexiones humanas, y el fútbol es de las cosas que más nos conecta con eso. Entonces creo que es bueno que aprendan todas las habilidades humanas posibles para crear emociones, porque eso nunca va a dejar de estar presente y de ser necesario”.
Para Rua se trata de una cuestión de compatibilidad, y no tanto de rivalidad. “La IA acelera los procesos, acorta tiempos y costos. Y sí, nos deberíamos preguntar qué es lo que va a suplantar la IA, pero no para asustarnos, sino para entender cómo podemos ampliar nuestras posibilidades a través de ella”, explica. “El ChatGPT, por ejemplo, nos hace la vida más fácil. Nos ayuda a encontrar respuestas a preguntas mucho más rápido y cada vez va a estar más presente en las cuestiones más cotidianas y repetitivas, permitiéndonos usar el tiempo ahorrado en cosas más placenteras y creativas”.
De cara a la polémica de si la IA llega a “robarse el trabajo”, Rua se ríe. “Cuando se destruyen trabajos se crean trabajos. Sin irnos lejos, todos los empleos generados en el campo de la IA no existían previo a esta. Los límites los tenemos que poner los humanos, no las máquinas”.
Hay un mensaje que Rua no quiere dejar escapar: en el terreno de la innovación es mandatorio explorar. “No podemos ser espectadores, tenemos que protagonizar el cambio, de alguna manera, apelando a la curiosidad. Porque, de lo contrario, se va a crear un nuevo analfabetismo digital”. La mujer remarca que hay al alcance de todos muchas herramientas gratuitas que podrían bien no serlo, y que hay que aprovechar. “A la revolución hay que entenderla, abrazarla y aplicarla, ni ignorarla ni rechazarla ni dejarla atrás”.
Coincide con las dos referentes en IA Pérez, que asegura que los años que se vienen son de muchísimos cambios, y pide cerrar con una frase de Minouche Shafik, directora de la London School of Economics: “Así como en su momento fue importante para el ser humano los músculos y después las cabezas, preparémonos porque el futuro va a ser de los corazones”.
Pero el cierre no fue definitivo porque aún faltaba una nueva sorpresa: la canción desarrollada por la IA que sintetizó las conclusiones de la mesa al ritmo del reggaeton.
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