Luis Scola: el capitán de la Generación Dorada se prueba el traje de emprendedor
Luego de su retiro de la selección de básquet, a los 41 años, el expívot se convirtió en CEO del club italiano Pallacanestro Varese, donde combina el liderazgo deportivo y la gestión corporativa; su visión como empresario y sus inversiones en el mundo digital
“Hay un montón de señales alrededor cuando uno empieza a envejecer que te van marcando y te van diciendo todos los días que el final se va acercando”, relata Luis Scola sobre la transición de su carrera. Campeón olímpico en 2004 y referente de la Generación Dorada, debutó como basquetbolista profesional a los 15 años, en Ferro (Liga Nacional) y jugó hasta los 41 años, hasta su retiro en Tokio 2020. Ya fuera de las canchas, asentado con su familia en Italia, desarrolla una nueva etapa vinculado al básquet: es el CEO de Pallacanestro Varese, un equipo de la primera división de ese país del que también es accionista.
En diálogo con LA NACION, cuenta qué lo motiva en su nuevo puesto, la implementación del modelo que diseñó durante años para la selección argentina, su orientación al desarrollo del negocio deportivo integral y sus otras inversiones en startups y el mundo cripto.
Las sensaciones en el cuerpo, el rol en el equipo y las inquietudes extradeportivas fueron, según Scola, algunos de los puntos que marcaron el momento de “empezar a ver otras cosas”. “Había cosas que pensé que me gustaban y que no me terminaron gustando tanto. Fue un poco la pregunta existencial de qué querés hacer, cómo te ves en el futuro, cómo sería feliz en lo que yo llamo la segunda mitad de mi vida. No sé si todavía no terminé ese proceso, pero por lo menos ahora estoy en un lugar mucho más avanzado”, relata quien pasó 10 temporadas en la NBA y fue abanderado de la delegación argentina en Rio de Janeiro 2016.
-Dejaste de ser jugador, ahora sos directivo empresario de un club. ¿Cómo es el nuevo rol?
-Di vueltas, deambulé e increíblemente terminé donde yo creí que no iba terminar. Cuando estaba en los últimos años de mi carrera fantaseaba con hacer algo totalmente distinto. Estuve en el básquet profesional más de 20 años y pensé, ¿puedo trabajar de otra cosa, aportar valor en otro rubro? ¿Puedo programar? Probé tres o cuatro cosas, apareció el básquet y se me nubló todo. Hay un componente tan importante para mí que imagino que será para todos. O imagino que será para la gente que tiene esa pasión por algo, el componente que hace que el trabajo no sea trabajo. Y acá estoy, trabajando directamente en un equipo de básquet, en un proyecto que me encanta y ocupa el 80% de mi tiempo.
-¿De qué se trata?
-No es otra cosa que el proyecto que yo había escrito y diagramado para la selección argentina [de básquet], que después las distintas circunstancias hicieron que no se dé. La base es el mismo proyecto. Una de las cosas que más me interesó, y que fue desde mi lado una condición innegociable, era que yo no quería trabajar solamente en la parte de básquet, buscar jugadores, armar equipo. Yo quería otro rol, y ahí salió el puesto de CEO, donde tengo las dos partes, el básquet y lo corporativo. Tengo una persona en cada tema y yo voy un poco como paraguas, balanceándome entre las dos áreas, pero mi rol va más allá del equipo en sí. Eso es lo que me gustaba, porque si bien sigo ligado al básquet, me permite salirme un poco de mi zona de confort. Y el programa apunta a encarar un proyecto a medio y largo plazo, que del deporte o el básquet en particular son muy difíciles y muy escasos.
-¿Por qué?
-Por algo que yo llamo la cultura della domenica, que en italiano sería la cultura del domingo. El domingo es el día del partido, todo gira alrededor de eso: ganaste estamos contentos, te pago más plata; perdés, hay menos plata. Pero nuestra idea era armar un proyecto mucho más amplio, en el cual el domingo es una de las cosas que hacíamos, pero también fortalecer la base de la pirámide con un montón de otras cosas que no están relacionadas con el domingo, por ejemplo, el sector juvenil, el territorio y el tema del showbusiness, de explotar el estadio como un venue y no solo como un gimnasio de básquet. La pata del equipo es importante, porque claramente somos un equipo de básquet, pero la idea es diluir un poco en diferentes cosas para tener un poco más de solvencia.
-¿Cómo nutriste ese perfil?
-Intentando “robar” cosas de los lugares a donde fui pasando. Cuando llegué a Houston Rockets (NBA), lo que me llamó la atención era que había un evento en el estadio todos los días. Un día tocaba Britney Spears; otro, ACDC; otro, un show de motos. Y, cuando había evento, era una especie de incordio para los jugadores: teníamos que estacionar en otro lugar, el pasillo estaba lleno de cosas, usábamos otro gimnasio. Era molesto para el equipo. Tuve la oportunidad de hablar con el dueño del equipo, le pregunté por qué lo hacía y me dijo: “Con el básquet solo no alcanza”. Son 40 partidos por año en el estadio. Pero me dice: “Jamás podría tener el estadio si no tuviera el equipo”. Era la llave que le daba la oportunidad para tener un venue, que le permite hacer todo lo demás, que genera la plata para sostener el equipo de básquet. Esa es la evolución del deporte: empezó como un juego, después empezó a profesionalizarse, entonces hay que buscar a los mejores jugadores, entonces tenía que empezar a pagar. Después la gente empezó a decir ‘Bueno, si yo estoy pagando, tengo que recuperar, entonces vamos a vender una entrada’. Empezó el deporte profesional. Y después, además de la entrada, había que darle algo a la gente. Entonces empezó el deporte como showbusiness, se empezó a invertir en un asiento mejor, la televisión y lo demás. Y así llegamos a hoy: tenemos un estadio, pero jugamos un partido cada 15 días. ¿Qué hacemos los otros 14? Es el show alrededor del venue, y es lo que vemos en Estados Unidos, donde el estadio es como un centro comercial gigante, donde el día del partido hay un gran evento que mueve un montón de negocios. La idea es evolucionar y llevar a un equipo deportivo a algo más moderno, obviamente con nuestras posibilidades, que son muchísimo más bajas, porque no está el jet privado o el estadio de US$2000 millones.
-¿Qué te motiva desde lo personal?
-Me encanta el concepto de startup, porque es un poco parecido a lo que estamos haciendo. En realidad, es al revés. Me encanta el concepto y lo que estoy haciendo en Pallacanestro Varese es como si fuera una startup. Somos el equipo con el presupuesto más bajo de la liga y lo que dijimos es: si hacemos lo mismo que los demás, vamos a perder, porque van a tener más plata. Entonces identificamos áreas donde los demás equipos –creemos nosotros– están retrasados, como el desarrollo de jugadores y el uso de analytics, y tratamos de acortar esa distancia de presupuesto siendo innovadores, usando números, traer un jugador que vale uno y llevarlo a que valga 100. Y eso es un concepto muy de startup: cuando empezás, no tenés nada, solo una idea. Me parece genial el concepto de hacer algo que nadie está haciendo, de algo que está mal o que no va a funcionar. De la gente disruptiva, y no estoy diciendo que yo soy uno de ellos, todo el mundo piensa que está loco, porque si esa idea fuera normal, todo el mundo ya lo hubiera hecho. Y eso te pone en un lugar diferente, incluso antipático. Soy consumidor de todas las historias de Jeff Bezos, Elon Musk y Mark Zuckerberg, de cómo transitaron ese proceso, en el cual tenían una idea y atravesaron ese momento hasta lo que son hoy. Es espectacular. Siempre me gustó ese concepto de pensar diferente, de hacer cosas que otra gente no hizo y conseguir cosas que no son normales o que la mayoría de la gente piensa que no son accesibles.
-Como en su momento llegar a la NBA...
-Eso está relacionado también con la primera mitad de mi vida. Al final era un chico de 12 o 13 años que iba al club del barrio y un día dice “Yo voy a jugar en la NBA”. Es ridículo. Al mismo nivel que decir “Voy a cambiar el mundo de la comunicación para siempre” como hizo Zuckerberg o Twitter. En su momento no lo había hecho nadie en Argentina. Entonces tiene mucho que ver con eso.
-¿Cómo trabajan la inversión en tecnología aplicada al deporte?
-Nuestro presupuesto de analytics es el equivalente a un jugador titular del equipo, y si bien no hay números oficiales, probablemente seamos el equipo que más gasta en eso. Hay muchas cosas donde ayuda, porque al final del día está muy limitado. Con tecnología podés analizar un pool de partidos y analizarlos estadísticamente, y armar un filtro. Con estadística podemos ver 15.000 partidos en un segundo, y con el ojo humano son cuatro en un día. Y es una persona que se dedicó solo a ver partidos en ese día, y es tremendamente inefectivo. Y otra cosa que se descubrió, no nosotros sino gente mucho tiempo atrás, es que el ojo engaña, y que mirando el partido tenés tendencia a ser influenciado por otros factores. La percepción en la mayoría de los casos está equivocada, y eso abre oportunidades. Es un nicho donde podés sacar ventaja o acortar esa diferencia de presupuestos.
-Decías que este era un proyecto que armaste para la Selección. ¿Cómo sentís hoy estar implementándolo pero lejos de la Argentina?
-Hoy a la distancia, pasé página. En su momento me dolió, porque mi sueño era ese, poder seguir ayudando a la selección desde adentro, pero después pasé página y ya está, porque tampoco podés estar enganchado en cosas. Lo entendí y lo acepté y me fui a otro lugar. Quién sabe qué puede pasar en el futuro. Hoy no me veo, estoy acá, trabajando bien, contento y nos está yendo bien. Me gusta lo que estoy haciendo, creo que podemos mejorar muchísimo y es lo que está arriba de mi mesa ahora mismo. Después no lo sé. Para siempre en mi cabeza son cinco años, tres años. Hace 25 años vivo cambiando de lugar y de proyectos todo el tiempo. Estoy acostumbrado a eso. El proyecto de la selección tenía un atractivo muy grande que es la parte emocional, que es inigualable. Solamente ahí iba a poder tener eso. Y este tiene otras cosas que son mejores que el proyecto argentina, Las sociedades acá son sociedades anónimas, entonces nosotros manejamos nuestro equipo como si fuera una empresa a todo nivel. Tenemos que presentar el balance, cubrir pérdidas. Es lo mismo Coca-Cola que nosotros. El modelo deportivo está mucho más avanzado que en Argentina. En Argentina la ejecución del proyecto es completamente diferente y hay cosas que no son compatibles. LA capacidad económica es otra ventaja. La estabilidad del país, económica y social, me permiten hacer más cosas. Y después está la parte pasional de mi relación y mi vínculo con la selección argentina, que pesa mucho y que está allá y no acá.
-Antes de este rol ya eras socio en una empresa vinculada al mundo cripto. ¿Cómo llegaste a eso?
-Todo lo que es blockchain tiene todos los condimentos de las tecnologías disruptivas, que son una cosa nueva, muy fuerte, que entró con todo y que soluciona un montón de problemas. Ahora, claramente, están bajando para nivelarse y estabilizarse. Son tecnologías que van a cambiar, todavía no sabemos qué, ni cómo, pero van en esa línea, y me parece tremendamente atractivo, a pesar de que casi nadie sabe para dónde va a salir disparado. Me interesa estar ahí y ser parte. StadioPlus empezó de otra manera, tratando de mezclar arte con NFT y deportistas, y después empezó a mutar, como todo en este mundo, muy rápidamente a diferentes cosas y empezó a centrarse más sobre el metaverso, soluciones, consultoría y ayudar a transicionar a diferentes entidades que son más analógicas al mundo virtual. Nació de una manera y va en constante evolución.
-También sos socio inversor en una empresa que combina blockchain con real estate. ¿Por qué lo elegís?
-Lo de Reental me llegó a través de mi socio en StadioPlus, Jon Fatelevich, con quien buscamos estos proyectos para apoyarlos. El fundador era jugador de básquet, había jugado contra él, y me interesó el proyecto como inversor. Después terminamos trabajando juntos. Me encantó porque me parece que soluciona un montón de problemas; a una actividad que tiene muchísimo valor, como la inversión inmobiliaria, le da herramientas para modernizarla y para democratizarla, y eso hace que se potencie. Es difícil si estás en la Argentina invertir en un inmueble en Ibiza, Madrid o París, y es difícil entrar con posiciones pequeñas; era exclusivo para gente con muy buena posición económica y más contactos. Esto, con blockchain, lo fracciona, lo democratiza y lo hace accesible a gente que antes no tenía esa facilidad. Son los atributos de la tecnología, y me pareció que unía dos mundos muy interesantes.
-¿Cómo elegís?
-Lo primero que miro es cómo convencen a una persona que no es especialista en el tema. Eso me interesa, porque si vos lográs convencerme a mí, quiere decir que vas a poder convencer a un montón de otra gente. Si me interesa “amateurmente”, eso ya tiene atractivo, porque al final necesitás gente que lo crea. Me interesan mucho los proyectos que tienen pasión, la convicción de la persona que lo está vendiendo es fundamental. Esa convicción a la hora del speech me genera muchísimo atractivo. Y me gustan los proyectos innovadores: qué traés que no existe o qué idea hay que otro no tuvo, qué problema estás resolviendo.
-Hoy estás instalado con tu familia en Italia. ¿Qué ves del país a la distancia?
-Estamos en un momento difícil. Yo me fui en el 98 y, estando fuera de Argentina, pasaron un montón de crisis, como la de 2001 y la de 2008, que ya las conocemos todos, no hace falta repasarlas. Pero hay una sensación de que ésta es distinta, que ésta es un poco la madre de todas las crisis, porque también incluye factores que no son nuestros, como la pandemia o la guerra, que hicieron que sea una “crisis sobre crisis sobre crisis”. Cada una te va comiendo, y en la siguiente estás un poco peor; recuperás, pero nunca del todo. La pandemia lastimó a todo el mundo, pero a nosotros nos dejó bastante golpeados la guerra también. Da la sensación de que es un momento más difícil que otras crisis que tuvimos. Hay también una sensación de malestar social grave que se nota, se percibe.
-¿Pensaste en volver?
-Sigue siendo mi país, me encantaría volver, pero hoy tengo este proyecto; era algo que quería hacer ya; algo que yo quería hacer de la misma forma que en su momento quería jugar al básquet, quería jugar lo mejor posible y me fui primero a España o Estados Unidos. Siempre quise volver, pero la realidad es que también tengo la ambición de hacer cosas a cierto nivel, y sentí que era un poco parecida la situación. Hoy, las condiciones están mejor para poder hacerlo acá. Ojalá en algunos años las cosas cambien y la mejor opción sea la Argentina.