Luis Fontana (OSDE): "Hay que terminar con el falso dilema de la salud pública versus la salud privada"
Luis Fontana es un CEO distinto. No sólo por su profesión (médico cirujano, egresado de la Universidad de Buenos Aires) sino por su trayectoria de más de 20 años de experiencia como director médico en OSDE donde desde hace dos años se desempeña como director general de la empresa que tiene dos millones de afiliados y presencia en todo el país.
Cultor del más bajo perfil, rompe el silencio en una entrevista exclusiva con LA NACION en la que responde a todo: la pelea por el congelamiento de las cuotas, las versiones sobre la estatización del sector y hasta su preocupación de que el sistema "pueda explotar" si las cosas no cambian.
El negocio de la salud atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia. A la pandemia se suman las idas y vueltas políticas que le agregan aún más incertidumbre. El mensaje de Cristina Fernández de Kirchner y su diagnóstico sobre la necesidad deavanzar en una reforma integral del sistema de salud encendió una primera alarma, luego hubo declaraciones en igual sentido de funcionarios bonaerenses del universo K y una marcha atrás del Gobierno en la autorización de un aumento de las cuotas de las prepagas que terminó por coronar un enero cargado de versiones.
-¿Cuál era la realidad del sector antes de la pandemia?
-El sector financiador (obras sociales y prepagas) pasaba por una situación muy complicada, el aumento de los costos debido a nuevas terapias, amparos judiciales y devaluación hacían que el balance económico diera negativo o sólo dejara entre 1 o 2 puntos de rentabilidad que suele utilizarse para mantener las reservas técnicas. Tanto el sector financiador como el prestador (sanatorios, centros de diagnóstico y de atención privada) interactúan desde hace años con márgenes económicos negativos o mínimamente positivos.
-En el imaginario de parte de la opinión pública el de ustedes es uno de los sectores más rentables…
-El gasto en salud no sólo sufre el impacto de la inflación, también de la innovación tecnológica, del aumento de la edad poblacional, de la devaluación y de la legislación de prestaciones incrementales sin fuente de financiamiento. Hay una inflación que es el índice de precios al consumidor que nos afecta a todos en la vida cotidiana pero en la salud hay una curva superior ya que la tecnología tuvo un crecimiento exponencial y eso impacta directamente en los costos con lo cual eso no es cierto.
-¿En qué redundaron concretamente los cambios de fondo que trajo la pandemia?
-La gente resignó la atención ambulatoria y postergó todo lo programado, tanto en ambulatorio como en internación. Solo se atendió lo urgente y las prestaciones relacionadas al Covid que, con protocolos muy estrictos y el uso de los equipos de protección personal, hizo que el costo de la práctica se incrementara. Pero el gasto en medicamentos biológicos y tratamientos de alta complejidad que tienen alta incidencia en el gasto médico se mantuvo y aumentó de la mano de la devaluación.
-O sea que son realidades distintas para prestadores y financiadores…
-El financiador, pese a mantener el gasto de tratamientos de alto costo, gastó menos y pudo recuperar reservas técnicas y el prestador gastó más y entró en problemas económicos. El Estado sostuvo con el ATP y medidas que redujeron la presión impositiva al prestador, que gracias a eso logró sobrellevar la situación hasta enero, donde se interrumpió la ayuda estatal. Y cuando parecía que se retomaba lentamente el ritmo de prestaciones médicas tendiente a cierta normalidad, el Covid avisó bruscamente que está y seguirá estando entre nosotros.
-Ahora los contagios volvieron a subir y la pax de fin de año devino en récord de casos, ¿cuál es su análisis al respecto?
-La circulación viral retomó su ritmo de octubre. El descenso iniciado se interrumpió y el repunte de los casos nos volvió a sumergir en un estado de emergencia sanitaria. Otra vez estamos en emergencia sanitaria. Otra vez lo que se atiende es casi todo Covid. En diciembre, las tasas de utilización del servicio habían retomado los valores habituales. Pero, rápidamente volvimos al escenario anterior. Los prestadores, de nuevo, enfrentan problemas económicos. Necesitan ayuda.
-Se había anunciado un aumento de prepagas y luego hubo marcha atrás en la autorización. ¿Qué impacto concreto tuvo?
-El motivo por el cual se había solicitado el aumento de la cuota era para trasladar ese incremento a los prestadores y asistirlos en un momento en que los subsidios estatales eran discontinuados. Cómo ocurrió en diciembre que se trasladó el 10% automáticamente. Y en algunos casos, aún más, tanto a sanatorios como a los profesionales que atienden a nuestros socios. Es claro que aumentar la cuota en un momento de crisis es muy doloroso para la gente que hace esfuerzos importantes para mantener sus coberturas, no nos pasa desapercibido. Y sería muy importante encontrar caminos alternativos, que permitan mantener el funcionamiento de la cobertura de la salud. No solo el aumento de cuota debe ser la variable a aplicar.
-¿Cómo inciden los ahorros que se generaron por pandemia?
-Es claro que lo que no se gastó por la baja demanda, debe ser previsionado para atender la demanda contenida que, con certeza, se presentará en la medida que se recupere cierta normalidad. Y eso va a exigir que estemos en condiciones de hacer frente a esa situación. El ahorro generado es solo pasajero, coyuntural, transitorio y eso es más que evidente.
-¿Qué balance hace del sistema de salud durante 2020?
-Diría que funcionó muy bien. Más allá y con el diario del lunes que se ha discutido cuarentena sí o no o más o menos tiempo de aislamiento, entre otras cosas. La respuesta es que el sistema sanitario argentino nunca fue desbordado, como sí lo fue en los países considerados del Primer Mundo. Con mucho esfuerzo. Hay un agotamiento en los profesionales de la salud y también hay que pensar en ellos a la hora de hablar de un reconocimiento económico. El sistema necesita acompañar los índices de inflación. Es natural.
-¿A qué se refiere concretamente?
-Tenemos que hacer frente a la necesidad de los sanatorios, pero también de los profesionales. En este momento, el Estado debería asistir a las instituciones. Con el ATP o algún otro instrumento. Pero también debemos explorar alternativas que nos permitan acompañar desde nuestras entidades tanto a los sanatorios como a los profesionales. Y eso se hace con recursos nuevos. Hay que encontrar una lógica, un parámetro que permita que las cuotas vayan acompañando este parámetro sin discusiones puntuales en cada aumento, que desgastan, irritan y generan incertidumbre. Sin olvidar el retraso que existe y que debiéramos pensar en una mesa de negociación cuál la mejor forma, la más aceptable para recuperar dicho atraso.
-¿Se refiere concretamente a las cuotas?
-Me refiero a generar previsibilidad en las empresas pero también en la gente que paga una cuota. También se podría acompañar este movimiento automático con medidas fiscales que disminuyan la presión sobre la salud, lo que permitiría que la cuota deje de ser la única variable a contemplar para lograr la sustentabilidad.
-¿Qué pasa si se postergan los aumentos del sector?
-Lo urgente es salvar la cabeza de los prestadores pero cuanto más se posterguen las decisiones más retraso va a haber y en algún momento la pandemia va a pasar. Cuando eso suceda los del sanatorio van a volver y lo que tenemos hoy por no haberlo gastado va a durar unos meses. El gap entre lo que se debió haber aumentado va a ser aún mayor. Gastamos poco detrás del espejismo pero cuando la actividad se recupere puede ser una situación irrecuperable. Si se congelan las cuotas el sistema puede explotar.
-Uno de los puntos que argumentó un sector del Gobierno es que en el negocio de la salud se hacen operaciones financieras…
-OSDE es una obra social del personal de dirección que comercializa planes de medicina prepaga pero no somos una sociedad comercial sino una asociación civil sin fines de lucro. Casi el 60% de nuestra cartera es de obras sociales. Sólo operamos con bancos oficiales y nuestras herramientas financieras para mantener nuestras reservas se limitan a plazos fijos y bonos del Estado nacional. También en este aspecto estamos regulados. Con reservas previsionadas para hacer frente a la demanda contenida, lo que pudo haberse ahorrado se gastará rápidamente cuando se empiece a recuperar la normalidad. Siempre pagamos a 30 días o menos y seguiremos igual. En muchos casos hacemos adelantos de la facturación pagando hasta un 80% a 7 días. Hemos prestado 1200 millones de pesos a devolver sin interés a muchos prestadores a lo largo del país.
-¿De qué habló en su reunión con el presidente de la Nación?
-Hablamos de lo urgente y de lo importante. Lo urgente es ayudar al sector prestador. Me hizo muchas preguntas.
-¿Le anticipó una posible estatización del sector o un análisis al respecto?
-El Presidente nunca habló de estatización. Si de integrar y complementar. Hay que aclarar bien estos términos para evitar incertidumbre. Por ejemplo, desde nuestra central de urgencias, hemos atendido y organizado el seguimiento con médicos de cabecera virtuales de pacientes Covid, que no eran socios nuestros en Jujuy, Santa Cruz y Chubut. Los subsectores de la salud, independientemente de la fuente de financiamiento deben dejar de funcionar como compartimentos estancos para transformarse en vasos comunicantes, bajo la rectoría del Estado a través del Ministerio de Salud.
-Pero el ‘sueño estatizador’ existe en el ala kirchnerista del Gobierno…
-Habría que terminar con el falso dilema de salud pública versus la salud privada: la salud es un derecho para toda la ciudadanía que el estado debe velar para que sea equitativo, los subsectores están diferenciados en relación a la fuente de financiamiento, ya sea rentas generales, aportes y contribuciones o pagos de bolsillo. El sistema está desfinanciado porque el costo de lo que se brinda supera lo que se recauda para cubrirlo.
-¿Está de acuerdo con una reforma del sistema?
-Se puede pensar en un mecanismo de reformulación del sistema de salud. Por supuesto. Todo proceso debe ser permanentemente revisado para mejorar. Pero debe ser con participación de todos los sectores y con consenso. Progresivo y con tiempo suficiente para que los cambios sean positivos y no deterioren lo que hoy funciona bien.
-¿Cuál es para usted un camino posible?
-Empezar por reforzar el sistema público, que atiende al 30% de los habitantes de menos recursos y que se financia con el aporte del 100% de la ciudadanía. Tratar de generar una red de hospitales a nivel nacional que pueda coordinar entre sí la atención desde lugares con disponibilidad a otros que están saturados. No entiendo tampoco la existencia de fronteras entre provincias. Sí de límites pero cuando en una provincia o localidad la situación se encuentra desbordada, se podría recurrir a otra donde no lo está. Crear corredores sanitarios. Se puede pensar alguna manera de articular el sistema público/ privado para que puedan interactuar en forma inteligente sin competir entre ellos sino complementarse. La idea fuerza es que todos tengan acceso al cuidado de su salud.
-¿Qué le diría a aquellos que ven en la solución estatal la salida?
-Creo que como concepto general tenés dos caminos. Podés hacer las cosas para mejorar o para empeorar. Donde el que recauda y financia es uno solo que no tiene competencia claramente el camino es para empeorar. Cuando el mercado no tiene competencia tampoco tiene el incentivo a mejorar. Claramente competir es la salida.
-¿Cuál es su posición sobre los debates que generan los distintos orígenes de la vacuna?
-Es un tema en el que prefiero saltar la grieta. Me parece que las plataformas que se usan para las vacunas son todas muy respetables. Lo que quiero es que esté avalada por organismos internacionales. Ideológicamente creo que discutir por la procedencia es ridículo pero sí es fundamental que tengan todos los respaldos científicos. En el caso de la vacuna de Pfizer lo tiene y en el de Sputnik todavía no.
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