“Llegué a la cima y me bajaron de un hondazo”
La vida corporativa implica subibajas muy pronunciados y lo importante es no dejarse llevar por las emociones a la hora de tomar una decisión importante
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Volvimos a Villa Freud a instalar el consultorio debido a que el análisis de mercado que mandamos a realizar confirmó que en esa zona circula la mayor cantidad de psicóticos, psicópatas y ejecutivos de toda la ciudad buscando ayuda psicológica.
Luego de la pandemia que nos tuvo encerrados, intentamos darle al consultorio un toque de modernidad sin perder la alegría. Por lo tanto, contratamos a una decoradora de interiores y a un paisajista para amalgamar conocimientos y generar algo divertido y creativo para los pacientes. Así es que hoy tenemos un pastiche muy interesante donde la onda feng shui que combina madera, tejidos naturales en el sofá, paredes blancas y muchos almohadones de color ladrillo con las plantas que incorporó el paisajista que le da al consultorio un toque selvático: potus, helechos, lirios de paz y una palmera. En el baño, al lado del inodoro, una lengua de suegra parece haber encontrado su lugar ya que prendió enseguida y la planta dio sus primeros brotes.
Con este nuevo decorado impensado, recibimos a nuestra paciente del día. Fauna se presentó y aclaró enseguida que le dicen así desde chica por la película La Bella Durmiente. “Es que me vestía de verde como el hada y me quedó Fauna”. Nuestra paciente captó enseguida el decorado y, a pesar de no emitir sonido, noté el impacto que el ambiente había tenido en ella. Un rictus de espanto le atravesó la cara.
La invité a ponerse cómoda en el diván, y con su vista clavada en la palmera vomitó, lo que, según ella, tenía guardado hace un año.
–Le juro que pensé que había llegado a la cumbre de mi carrera doctor. Yo trabajaba en una consultora que le daba servicios a la empresa y me terminaron contratando. Mi felicidad fue desbordante. Pensé que había llegado…lo que no me di cuenta es que había llegado a mi propia tumba profesional.
–No exagere Fauna, cuénteme su trayectoria en la empresa para entender qué le sucedió
–Todo iba bien con mi trabajo. Al año de haber entrado me pusieron como brand manager, de una marca que estaba capa caída, pero era muy prestigiosa. A mí me encantó el desafío. Con la cuarentena obligatoria, logramos tope de ventas, record de KPI de marketing y levantamos una marca dormida, reposicionándola de cero. Yo soy socióloga y se me ocurrió pensar en la marca para gente más grande y fue una pegada. Tal es así que la compañía me festejaba todas, incluso desde la vicepresidencia global. Pasé a ser la favorita del VP Global, que presentaba como “Mejores Prácticas” todo lo que hacíamos con mi equipo. Mi jefe, inclusive, me entregó un trofeo precioso hecho en vidrio …
–Pero todo lo que usted me está contando es una historia de éxito. ¿Cuándo empieza a caerse en pedazos todo esto?
–Tranquilo que ya llega. Me parece que usted es muy ansioso, tal vez tenga que ir al psicólogo…Vuelvo a la historia. Creo que, en cierta forma, me equivoqué. Cuando uno trabaja para una marca global, hay que hacerle caso a los globales. Pero la agencia de marketing con la que yo trabajaba desestimó eso y avanzó por otro lugar. Yo ciega, pero mi jefe ni nadie me decía nada para rectificar. Y ahí empezó la pesadilla. Llegó el momento de presentar una campaña que viraría toda la marca y según mi jefe fue la mejor presentación que había hecho. Eso fue a las 11 de la mañana. A las 14 horas ya no era todo tan color de rosa. A la mitad de mi presentación por Zoom me cortaron. Había trabajado seis meses en esto. Terminó la presentación del resto de las marcas, todas globales y nuestro jefe nos juntó, en otro Zoom, a los brand managers para darnos su feedback. Me dijo que no solo no había aprovechado el momento, sino que las demás lo habían hecho mejor mis colegas…
Fauna hizo una pausa y se tapó la cara con la mano y un llanto ruidoso inundó el consultorio.
Qué NO debería hacer Fauna: La reacción del jefe de Fauna definitivamente la confunde y la somete a un limbo profesional y emocional de la que ella tiene que poder salir. ¿Por qué cambió el jefe de actitud? ¿Conveniencia? En este caso Fauna NO debería entrar a la oficina de su jefe con el trofeo que le entregó alguna vez y partirle el monitor. Tampoco debería dejar astillas en el sillón del jefe y, mucho menos, pintarle la pared con un mensaje que diga “Vendido”.
Qué debería hacer Fauna: En los momentos de alta confusión, lo peor es dejarse dominar por las emociones sean estas violentas (querer incendiarle la oficina al jefe) o aquellas que nos apagan y nos dejan a la deriva. Tomar distancia de la situación hasta recomponerse y hablar claramente con el jefe antes de accionar es fundamental. Esta situación donde a las 11 de la mañana sos la ídola de la empresa y a las 14 un desastre puede que nos esté hablando de situaciones que Fauna no logró visualizar a tiempo.
–Disculpe doctor por el llanto, pero esta situación me superó.
–¿Qué sucedió después del feedback que le dieron?
–No pude más y apagué la cámara y me largué a llorar. Todo me pasó por encima. Tuve que preparar la presentación, practicarla, me felicitaron y a las pocas horas esa felicitación se convirtió en un reto frente a mis colegas. Me quería morir. Pero no quedó ahí. A las 18 horas me llamó mi jefe, todo por Zoom, para decirme que no volvería a permitir esa falta de respeto de apagar la cámara. No solo eso, siguió criticando mi presentación, mi nivel de inglés y remató diciendo “tal vez la maternidad te superó y esta posición sea mucho para vos, ¿no querés que replanteemos algún movimiento en el equipo para que estés más tranquila?” No lo podía creer. Lo que siguió fue una cuesta abajo. Meses de maltrato, agresión pasiva sin dejar rastros por mail hasta que un día me cansé e hice una denuncia anónima que, por supuesto, él supo que era yo. No se imagina doctor la cara de odio de mi jefe. Al final, esas denuncias anónimas son más públicas que un memo del CEO. Tal vez me equivoqué en hacer la denuncia, pero yo no daba más.
–¿Cómo siguió la relación con su jefe?
–En tres días me hicieron una oferta de acuerdo económico por Zoom para que me fuera. Yo pedí mi evaluación de performance, que había sido la peor nota que podían poner. Nadie lo podía creer. Luego de eso me tomé una licencia psiquiátrica de un mes, avalada, por supuesto, por mi psiquiatra. Obviamente tengo ansiedad, un día me quedé ciega de un ojo y me internaron. Al mes llamé y arreglé. Nunca le vi la cara a mi jefe. Nunca volví a la oficina y nunca se despidió nadie de mí. Esa es mi historia. Todo por Zoom.
Fauna se levantó en cámara lenta del diván y se disculpó: Perdón la extensión, necesitaba desahogarme. Hoy estoy de gerente en otro lado, pero no quiero trabajar más en relación de dependencia gracias a esa experiencia que tuve.
Al despedirse, me felicitó por la decoración “aunque algo cargada de plantas”.
Adiós, Fauna, y bienvenida a los sinsabores de la vida corporativa.
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