Liderazgo en pandemia. Un año bisagra que enseñó a mirar y pensar distinto
La capacidad humana para adaptarse nunca estuvo puesta tan a prueba como en este año. La novelista india Arundhati Roy dijo que, como ocurrió en otras pandemias a lo largo de la historia, esta es "un portal entre un mundo y el siguiente. Podemos elegir cómo atravesarlo, arrastrando las carcasas de nuestros prejuicios (…) o caminando ligeramente, con poco equipaje, listos para imaginar otro mundo. Y listos para pelear por él".
Sin minimizar el trauma de la situación ni pecar de ingenuos o idealistas, los aprendizajes de estos tiempos nos volvieron más flexibles, resilientes y creativos. La transformación del contexto produjo un súbito despertar de conciencia: entendimos que mucho de lo que pase en el futuro, que todavía es pura bruma, va a depender de lo que emprendamos hoy. Como dijo Julio Olalla, creador del coaching ontológico "aceptar la normalidad de esta época, con su enorme incertidumbre, no es lo mismo que aprobarla o resignarse a lo que pasa. Es el comienzo de la liberación, el punto de partida que nos empodera para cambiar".
La emergencia sanitaria nos hizo cambiar algunos hábitos e incorporar otros nuevos. Aprendimos que, para cuidar a otros del contagio, tenemos que cuidarnos a nosotros mismos. ¿Pudimos aplicar el mismo criterio en el trabajo? ¿Dónde nos encontramos en términos de autocuidado?
Muchos estamos lidiando con una carga más pesada y con recursos más limitados, tironeados, además, entre lo laboral y lo familiar. ¿Pudimos regular nuestra energía, o quisimos ser superhéroes? ¿Pudimos poner límites, o nos dejamos llevar por la autoexigencia y la presión del entorno?
No podemos estar en todo. Es importante elegir las batallas, decirles "no" a algunas cosas. ¿Cuánto, de lo que antes creíamos que era importante, sigue siendo prioritario y sustentable en el nuevo escenario? ¿Cuál es el límite? ¿Hace falta esperar a que aparezcan los síntomas del burnout?
¿Pudimos parar, registrar y tomar conciencia de nuestras propias emociones y necesidades? ¿Qué tan "ecológicas" fueron nuestras decisiones y acciones? ¿Cómo impactaron en nosotros mismos, nuestro entorno familiar y de trabajo? Dado que nuestro tiempo, energía y recursos no son ilimitados: ¿qué vamos a soltar, dejar de hacer, reprogramar y re-pactar? ¿Qué otras cosas podemos hacer para cuidarnos y poder cuidar a otros, seguir siendo efectivos y ganar salud y bienestar?
Está claro que no todo depende de nosotros. Las limitaciones que impone el contexto son enormes, dolorosas. Pero hay un terrenito en el que seguimos siendo soberanos: la actitud "gánica", como llama la genial titiritera Elena Santa Cruz a la garra que ponemos a pesar de la situación. Quizás esta odisea haya servido para demostrarnos que somos más tenaces de lo que suponíamos. En medio de la tormenta, navegando sin mapas, activamos el "modo emprendedor" y salimos a buscar y provocar oportunidades. Emprendedores, proactivos, tozudos, esperanzados a pesar de todo: le buscamos la vuelta, innovamos, nos adueñamos de las posibilidades, ganamos en libertad. Lejos de limitarnos, como creíamos, en muchos casos las dificultades nos sumaron opciones, ampliaron las fronteras de nuestro negocio y redundaron en productos originales y mejores servicios para nuestros clientes.
¿Pudimos dejar de pelear con lo que no se puede y ponerle garra a la situación? ¿Nos animamos a probar cosas nuevas sin saber cómo iba a resultar? ¿Qué nuevas ideas se nos ocurrieron? ¿Logramos concretarlas? ¿Cuáles queremos emprender en el próximo año?
Cambiar sin resistencia
Transitar tantos cambios puede ser un desafío para la propia identidad. Si ya no somos "María de tal Compañía" o "Juan de tal club"; si, como maestros, no podemos estar presentes en el aula, en la escuela, ni como vendedores salir a visitar clientes en nombre de la empresa que representamos, sin esos vínculos, roles o títulos que antes nos definían… por momentos nos preguntamos, ¿entonces, quiénes somos?
Cambiar duele y asusta, y mucho más cuando el cambio no es buscado. Nos resistimos a despegarnos las etiquetas que creemos que conforman nuestra identidad. Sin embargo, este año nos desafió a reinventarnos, a embarcarnos en cosas que "no éramos", que ni sabíamos ni creíamos que éramos capaces hacer. Y lo hicimos rápido, venciendo nuestros prejuicios, construyendo identidad a medida que íbamos sumando nuevas experiencias.
¿Cómo estamos en términos de desarrollo personal? ¿Qué etiquetas dejamos atrás? ¿En qué nuevos roles y actividades "incómodas" nos probamos? ¿Qué aprendimos sobre nosotros mismos? ¿Qué nuevas posibilidades imaginamos?
Estar presentes para el otro
El contexto extraordinario que nos tocó vivir nos llevó a reconocernos iguales, personas que piensan, aman y sufren. Abrir la cuarta pared de nuestras casas a través de las pantallas generó una dinámica de intimidad inusitada que nos acercó y nos volvió más humanos. La comunicación, que antes se daba por sentada, de repente entró en agenda y se volvió más pensada, más empática, efectiva y afectiva, y ojalá sea una transformación perdurable.
¿Pudimos conectarnos con las personas de nuestro entorno a pesar de la distancia? ¿Nos interesamos en cómo está el otro, en su peculiar situación? ¿Intentamos ponernos en sus zapatos y entender lo que le pasa? ¿Cómo podemos amplificar este impulso de empatía?
Seguramente todos, en algunos momentos de este año tremendo, nos sentimos aislados, desbordados, enojados, frustrados y desmotivados. ¿Cómo transitamos la intensidad emocional de estos tiempos? ¿Nos dejamos "contagiar" por el desánimo del entorno? ¿Fuimos "contagiadores" de incertidumbre, miedo y ansiedad, o pudimos liderarnos y liderar a los demás hacia la positividad, las ganas, la esperanza y el coraje?
Una de las habilidades más relevantes en los contextos inciertos es la de ser capaces de influenciar positivamente a quienes nos rodean. La actitud y el estado de ánimo dependen de la percepción que tengamos de la situación: ¿Qué necesitamos mirar y ayudar a mirar para sentirnos optimistas, capaces, empoderados? ¿Qué visiones pueden inspirarnos?
No se trata de decir que las cosas son buenas cuando no lo son, ni de transmitir una fe ingenua en que todo saldrá bien. Se trata de creer que uno mismo y las personas que nos rodean somos capaces de encauzar la situación para obtener el mejor resultado posible.
Si queremos descubrir cosas nuevas tenemos que cambiarnos los anteojos, porque las lentes viejas, sesgadas por lo conocido y lo acostumbrado, nos muestran siempre las mismas opciones y nos ocultan lo que en este contexto inquietante e incómodo sí es posible, lo que sí podemos hacer o inventar. Al mirar distinto, despertamos de la espera y nos ponemos en marcha, cansados e impactados por este año tan intenso, sí, pero con el entusiasmo renovado.
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