Las startups se posicionan como un nuevo activo de inversión
Los principales fondos de venture capital comparten sus secretos a la hora de invertir en emprendedores
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PORTO ALEGRE.- Los venture capitals se convirtieron en un activo de inversión cada vez más relevante en América Latina. Frente a alternativas más tradicionales o establecidas, como bonos, acciones, real estate o criptomonedas, la financiación de negocios con potencial de crecimiento y de escalabilidad gana terreno.
Se trata de una industria ya explorada por fundadores de empresas catalogadas como unicornios -aquellas que alcanzan una valoración de US$1000 millones durante su primer año de operación-. Tal es el caso de Mercado Libre y de Globant. A ellas ahora también se suman, principalmente, las family office -empresas privadas que nacen con el objetivo de preservar la riqueza en una familia- y deportistas de trayectoria, como el exbasquetbolista Emanuel Ginóbili.
De acuerdo con la Asociación Latinoamericana de Private Equity y Venture Capital, desde 2016, la cantidad de dinero invertido en startups se multiplica año a año. En 2020, el monto se mantuvo en torno de US$5000 millones, y en 2021 despuntó hasta US$17.100 millones, aunque luego le siguió una fuerte caída. Durante el invierno de las startups, las inversiones se achicaron a US$7800 millones en 2022, y a US$4000 millones en 2023, mediante 1158 y 770 deals, respectivamente. Sin embargo, en diálogo con LA NACION, expertos presentes en South Summit Brasil, evento coorganizado por IE University y el Gobierno de Río Grande do Sul, vieron con optimismo la cosecha de inversiones para el próximo bienio.
A la hora de inyectar recursos, los inversores tienen dos alternativas. Pueden invertir de manera ángel y directa en una startup, a cambio de equity o equity futuro -y el ticket puede ser tan bajo como US$5000, según lo que cada firma acepte. En cambio, el monto sube cuando se inclinan por un fondo institucional. “Nosotros tenemos que levantar US$50 millones, de modo que no llegaríamos a esta cifra con cheques por US$5000; el ticket mínimo se ubica entre US$500.000 y US$1 millón por individuo”, explicó Sacha Spitz, fundador de Newtopia, un fondo enfocado en etapas tempranas y que cuenta con una inyección del fondo soberano Mubadala, establecido por el Gobierno del Emirato de Abu Dabi.
América Latina, imán de inversores
En los últimos años, el atractivo por el ecosistema emprendedor de América Latina trascendió fronteras y despertó el interés de los fondos globales. Tal es el caso de All Iron Ventures, una gestora de capital de riesgo fundada seis años atrás, con el aporte de inversores y empresas en Europa y Estados Unidos, y US$300 millones bajo gestión. “Para 2024 somos optimistas. Estamos acelerando el ritmo de transacciones y ya disponemos de US$1,3 millones para invertir en negocios tecnológicos en la región. Identificamos excelentes compañías, con buenos equipos y métricas, que están creando productos a los que los consumidores se adaptan muy rápidamente. Entendemos que es un momento muy propicio para darles impulso”, aseguró Hugo Mardomingo, socio y cofundador de la firma. Asimismo, el empresario español precisó: “Nos inclinamos por inversores y emprendedores que piensan a largo plazo a la hora de crear empresas. Las situaciones de liquidez de los mercados pueden afectar los negocios, pero un buen inversor tiene que ser capaz de mirar más allá de ese escenario”.
En paralelo, Boost Capital Partners, un fondo europeo impulsado por Álvaro Alvarez del Río y enfocado en startups tecnológicas en etapas tempranas -desde presemilla hasta serie A- apuntaló su estrategia sobre la región y en 2023 incorporó al argentino Tomás Braun como socio local. En ese entonces, desde el fondo consideraron que, a medida que madure, la región necesita beneficiarse del acceso a otros mercados donde buscar clientes, inversores, socios y compradores, así como de la experiencia de quienes emprendieron o invirtieron en otros mercados más maduros. “El objetivo es destinar el 20% del capital en la región y realizar, de forma selectiva, entre dos y tres acuerdos por año. Al momento, ya realizamos una inversión: la misma fue efectuada sobre Pulppo, una proptech fundada por dos argentinos en México”, señaló Braun.
La Argentina, a la cabeza
De acuerdo con los expertos, históricamente, la Argentina se ubicó un paso por delante dentro de la región. “La Argentina fue el primer ecosistema que se desarrolló en América Latina. Hay una educación pública de muy buena calidad que produjo mucho talento, y la adopción de tecnología e Internet fue muy rápida”, destacó Santiago Fossatti, socio de Kaszek, una gestora con más de USD$5000 en activos bajo gestión, fundada por Hernán Kazah y Nicolás Szekazy, dos integrantes del equipo fundador de Mercado Libre.
“Al momento de analizar el origen de los emprendimientos, distinguimos dos factores: el origen de sus fundadores y el mercado en el que operan. Es sorprendente la cantidad de argentinos que hay detrás de las startups, no solo en el mercado local, y su talento es reconocido. Sin embargo, para los mercados regulados, el país representa cierto ‘dolor de cabeza’ porque la regulación cambia frecuentemente y esto se traduce en una dispersión: la mente de quien está construyendo un negocio no debería estar ahí”. Así lo afirmó Gabriela Macagni, cofundadora y managing partner en MatterScale Ventures, un fondo basado en Estados Unidos con una particularidad: todos sus socios estuvieron al frente de la red Endeavor en diferentes países.
Actualmente, MatterScale Ventures tiene una cartera de US$25 millones y 37 acuerdos cerrados con emprendedores del rubro tecnológico, en América y en España. “Nacimos así, porque entendemos las idiosincrasias de los mercados. Queremos llevar a los emprendedores del portafolio ese conocimiento y las redes locales que generamos en nuestras vidas previas al fondo”, explicó.
En paralelo, Spitz resaltó: “Desde finales de la década de 1990, los argentinos ya pensábamos en el mercado regional o global, porque el local no era suficiente para construir compañías gigantes, a lo que se sumaba la inestabilidad”. Desde ese entonces, de acuerdo con el ejecutivo, se presentaron una serie de unicornios y de casos de éxito que inspiraron a una nueva camada de emprendedores y les permitieron soñar en grande. “Todos necesitan salir de sus mercados iniciales, para construir algo inmenso, salvo que estén basados en Brasil: ellos son los únicos que se permiten pensar en el mercado local y en lugar de expandirse hacia otro país, lo hacen hacia otro Estado”, precisó.
Newtopia reúne a inversores con diferentes background, entre los que se destacan fundadores de empresas exitosas y deportistas, y tiene ya inversiones en 70 compañías. “Esta comunidad es puesta a disposición de las firmas seleccionadas, para ayudarlas en los diferentes desafíos que enfrentan en el camino, a medida que encuentran el product-market fit -proceso por el que se ajusta el producto al mercado-, que escalan, que se internacionalizan y que expanden sus equipos”, indicó Spitz. Y aclaró: “Para muchos, la participación en el fondo funciona como una diversificación de activos, a la vez que como parte de un propósito: apoyar a otros emprendedores y así colaborar en la resolución de problemas de la región. Somos agnósticos en cuanto a vertical, pero buscamos founders latinoamericanos que resuelvan problemáticas regionales o globales”.
Equipos y tamaño de mercado
A la hora de decidir sobre qué startups invertir, los ejecutivos llegaron a un punto en común: en proyectos en etapas tempranas de desarrollo, el equipo marca la diferencia. “Buscamos asociarnos con gente excepcional, con la capacidad de sacar el proyecto desde cero y llevarlo muy lejos”, señaló Fossatti.
En sintonía, para Braun, el 90% de la decisión pasa por el equipo fundador, generalmente conformado por entre una y tres personas: “Consideramos su experiencia previa, dónde trabajaron, en qué roles y con qué responsabilidades. Buscamos que tengan un conocimiento muy específico de una industria, de un punto de dolor que tienen los usuarios y un insight interesante para resolverlo. Si ya salieron al mercado, miramos la tasa de crecimiento de ventas mensuales y la retención de usuarios, y nos contactamos con los clientes a fin de medir su grado de satisfacción”. “Al analizar los perfiles de los fundadores, consideramos qué les falta y si esas capacidades son adquiribles en el mercado; es decir, si tienen la personalidad para atraer el talento y la capacidad para conformar equipos”, precisó Macagni.
Otro punto destacado por los especialistas es el tamaño del mercado que, para ellos, equivale a la profundidad de la problemática a resolver. “América Latina está repleta de oportunidades. Como venture capital company, tenemos la responsabilidad de gestionar el dinero de terceros, a fin de ofrecerles retornos que no se consiguen en otro tipo de activos. Esos retornos tienen que ser relativamente superiores”, indicó Spitz.
En esa línea, Mardomingo resaltó: “Nuestra modalidad de inversión no es ni para todos los inversores ni para todos los emprendedores. Nuestra inversión va encaminada a empresas con un potencial de retorno muy alto y para ello son necesarias dos cosas: que trabajen sobre una temática suficientemente interesante y con aspectos para mejorar; y que tengan un compromiso a largo plazo. La conformación de buenas compañías lleva entre 6 o 15 años. Al momento, encontramos oportunidades en materia de servicios financieros, salud, retail y software, pero también pensamos en cuales serán de aquí en adelante. En América Latina, vemos cierto atractivo en aquellos servicios que tocan la base de la pirámide, donde hay un mercado muy amplio y está infraservido”.
Red flags: por qué no invertir
En este marco, de acuerdo con los especialistas, hay una serie de red flags -indicadores o causas- que llevan a que un inversor descarte la apuesta sobre una startup. “Cuando tenemos el entendimiento de que el equipo es fuerte, una de las primeras causales de no éxito es el desacuerdo entre los partners”, señaló Macagni. Y añadió: “Otro punto que barajamos es el entendimiento que los equipos tienen sobre lo que pretenden resolver, por dos motivos: por más inteligentes que las personas sean, el aprendizaje lleva tiempo y dinero; y si no fueron capaces de analizar, entender e investigar el tema a fondo al momento de presentarlo, probablemente tampoco lo sean luego”.
Para Braun, aspectos ligados a la personalidad de los emprendedores se consolidan también como red flags. “Ante el doble click sobre preguntas, sus respuestas deben ser realmente pensadas y basadas en información. También contemplamos temas personales: como la falta de ambición de los fundadores, la pérdida de paciencia en un llamado, si uno interrumpe al otro, y malas referencias”, señaló. Además, el ejecutivo precisó que hay industrias en la que la empresa no se involucra, ya sea desconocimiento o por tratarse de un nicho hipercompetitivo o ya abordado, como la movilidad, por Cabify, Uber, Didi y otras tantas firmas.
Desde el otro extremo, Fossatti sentenció: “Uno de los mayores errores de las startups es llegar tempranamente. En el ámbito tecnológico, en ocasiones, los emprendedores tienen una idea genial y la lanzan al mercado antes de tiempo. Tal fue el caso de Mercado Libre, que fue fundada en 1999, cuando la penetración del e-commerce era de 1%. Los creadores tuvieron la genialidad de diseñar un negocio autosustentable, pero les llevó mucho tiempo alcanzar una masa crítica de usuarios: la misma fue impulsada a medida que la penetración de Internet explotó a través del uso de smartphones”.
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