“La situación es terminal”: con angustia y bronca, los shoppings pidieron abrir
El jueves se manifestaron desde la Cámara Argentina de Shopping Centers para poder abrir sus puertas
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El escenario es digno de una película de terror. Las escaleras mecánicas funcionan, pero no llevan gente. Los pasillos, de metros y metros de largo, se encuentran completamente vacíos, a oscuras. La única mirada con la que se cruza es la de los maniquíes, algunos de ellos al desnudo, sin ropa que lucir porque no hay nadie a quien vender. El Shopping Abasto, que con protocolos podía recibir hasta 2000 personas, hoy se ve obligado a tener sus puertas cerradas al público.
A mediados de abril el Gobierno anunció que los shoppings tenían que cerrar nuevamente, como consecuencia del aumento de contagios de coronavirus. Primero, aseguraron que sería por 15 días. Pero la medida se terminó prorrogando hasta el 21 de mayo y ahora se teme una nueva extensión. Los comerciantes ya conocen la película: durante 2020 estuvieron siete meses cerrados.
“Después de siete meses fue muy duro sobrevivir. Nos estábamos sobreponiendo, pero, si no nos abren pronto, que no se molesten en abrirnos de vuelta porque no vamos a tener con quién”, advierten desde la administración de los shoppings.
Hoy en día sólo unos pocos locales comerciales se encuentran abiertos. Dos de ropa, que reciben mercadería y envían sus prendas a otros puntos del país. Otros pocos de comida, que tienen permitido trabajar mediante el delivery. Por el resto, sólo persianas bajas.
“El año pasado los dueños nos pudieron sostener los sueldos, no despidieron a nadie. Pero esta vez ya nos avisaron que va a ser distinto. No pueden mantener más el local si tienen que seguir cerrados”, contó Alejandra Martínez, empleada del local de ropa Brooksfield hace varios años. El principal problema de la marca es que tiene cinco sucursales: todas ellas dentro de centros comerciales tanto en la provincia de Buenos Aires como en la capital.
Ayer se organizó en el Abasto una movilización para reclamarle al Gobierno la apertura de los centros comerciales. Estuvieron presentes locatarios, empleados, representantes de la Cámara Argentina de Shopping Centers y hasta la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (FAECYS). El Abasto fue el punto de encuentro, pero asistió gente de todos lados: empleados de Quilmes, Moreno, comerciantes del Shopping Alcorta y del Unicenter.
“Los shoppings vamos a seguir existiendo después de la pandemia. Pero va a haber muchas empresas, familias que confiaron en los shoppings para desarrollar sus pyme, que hoy ven coartado ese sueño y realmente son las que nos impulsan a hacer este movimiento dentro del Shopping Abasto. Esperemos que el Gobierno reflexione, no podemos estar cerrados ni un día más, ya se demostró que no somos un vector de contagio”, aseguró Mario Nirenberg, gerente general de la Cámara Argentina de Shopping Centers, en diálogo con LA NACION.
En el centro del Abasto se concentra una docena de maniquíes, desnudos pero con barbijos, que llevan carteles con la leyenda que encabeza la manifestación: #NecesitamosTrabajar. Otro tanto se encuentra cerca de los ventanales, mirando hacia afuera, esperando a que los visitantes vuelvan en cualquier momento.
También dentro del shopping hay locatarios esperando a que se hagan las 17 horas para salir a la calle a movilizarse. Uno de ellos es Gastón Monteagudo, dueño de una gráfica en Unicenter desde el año 2003. Tiene 16 empleados, todavía les debe parte del sueldo de este mes, mientras que días atrás terminó de pagar el primer crédito que sacó un año atrás para pagar los salarios.
“El año pasado tuvimos asistencia por parte del Gobierno, a través del ATP, pero ahora ya no. Me liquidé mis ahorros, endeudé a mi familia, no pago el colegio de los chicos. A mí me entran $1000 en el banco porque me hicieron un pago, y automáticamente me sacan un 3,5% de Ingreso Brutos. El Estado está cobrando antes que yo, una empresa que prácticamente se está fundiendo. Hoy facturamos un 40% de lo que necesitamos para estar en punto de equilibrio, para no tener que poner del bolsillo. Es una situación que, si se extiende, se hace terminal”, aseveró.
Todos los entrevistados dicen que el shopping no es un vector de contagio. Se toman controles de temperatura cuando se accede al centro comercial, se exige alcohol en gel tanto en la entrada del shopping como en todos los comercios y el uso del barbijo es obligatorio en todo momento. Sin embargo, algunos empleados admitieron que los compradores habían comenzado a desoír los protocolos poco antes de la llegada de la segunda ola de coronavirus.
“La gente se descuidó mucho”, apuntó Bruno, un trabajador de un local de ropa que prefirió no dar su apellido. En total hay 22 empleados en el lugar, pero actualmente 18 de ellas se encuentran suspendidas. Algunas fueron reubicadas en otras sucursales, pero “tampoco podés mandar a alguien que vive por acá a trabajar lejos”.
A las 17 horas, la calle Agüero que da a las escalinatas del Abasto se pobló de gente con la bandera argentina, pero que en el centro, en vez del sol, rezaba la frase #NecesitamosTrabajar. Vuvuzelas, bocinazos y fuegos artificiales comenzaron a sonar. Al rato, el Sindicato de Empleados de Comercio hizo presencia con paraguas y haciendo llover folletos que exigían la “defensa y la estabilidad de más de 40.000 fuentes de trabajo”.
Una de las principales críticas del sector es que es uno de los pocos que se vieron obligados a cerrar. Incluso, apuntan que las ferias al día de hoy siguen vigentes, cuando “no tienen protocolo y están llenas de gente”.
“Trabajo en un shopping de barrio en el conurbano, y al frente hay una plaza en donde se hacen ferias clandestinas y son un descontrol. Y nosotros, con protocolos, no podemos trabajar”, señaló Hernán Rodrigo, un empleado del rubro entretenimiento. Es más, la empresa para la cual trabaja no ha podido abrir desde marzo de 2020 en tres municipios: Quilmes, Pilar y Morón.
Desde el Grupo IRSA, el mayor operador de centros comerciales del país, ven la situación crítica. “Tenemos 1500 locales en los shoppings de todo el país y habremos perdido 150 locales, eso teniendo en cuenta que fuimos de los que menos perdimos. Cuando los recorre notas los cambios de marca”, indicó Sergio Dattilo, gerente de relaciones institucionales del Grupo IRSA.
En la marcha también se encuentra Julio Sandez, el dueño de un comercio Kodak en Paseo Alcorta. Cuenta que es difícil vender fotos a través de internet, que tuvo que suspender a una empleada desde marzo del año pasado y que suspendió a los otros dos empleados que le quedaban en este último mes.
“Trabajo yo solo por Whatsapp y no es lo mismo. Me da bronca porque el Gobierno sabía que iba a pasar esto. Entonces ¿por qué no fue previsor? Dentro de todo lo malo, lo positivo es que IRSA nos hizo firmar un contrato en el cual decía que si tenían que cerrar, no nos cobraban el alquiler. El año pasado no nos cobraron nada en todos los meses que estuvimos cerrados, aunque sí las expensas. Este año arrancamos bien, pero llegó esto. ¿Y por qué estoy acá? Porque me parece algo injusto que se tiene que rever”, consideró.
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