La ofensiva europea contra Apple alarma a otras multinacionales
La decisión de la Unión Europea de exigir a Irlanda que recupere casi 13.000 millones de euros (unos US$14.500 millones) en impuestos que Apple Inc. se habría ahorrado durante una década no sólo es un dolor de cabeza para el gigante de Silicon Valley y el país celta, sino que puede ahondar el conflicto entre Estados Unidos y la UE sobre el escrutinio del bloque a las prácticas fiscales de firmas estadounidenses.
La magnitud del monto exigido en una decisión formal de los reguladores antimonopolio también sonó las alertas de las multinacionales que ahora pueden tener que pagar grandes sumas por impuestos que presuntamente evitaron pagar.
Se trata del mayor pago exigido bajo las normas de la UE que prohíben que las empresas obtengan ventajas competitivas frente a sus rivales a través de la ayuda de algún gobierno.
Tanto Apple como el gobierno irlandés anunciaron que apelarán la decisión, para iniciar un proceso ante el máximo tribunal europeo que podría durar varios años. El fallo, no obstante, puede desencadenar un enfrentamiento entre EE.UU. y diferentes países de la UE sobre el derecho a cobrar tributos sobre los miles de millones de dólares que los grandes conglomerados estadounidenses ganan fuera de su país.
El organismo antimonopolio de la UE indicó que el gobierno irlandés le permitió a la compañía de tecnología estadounidense eludir casi la totalidad de los impuestos que debía pagar dentro del bloque durante más de una década. Los pactos que el gobierno irlandés ofreció a Apple en 1991 y 2007 le habrían permitido a la empresa californiana pagar una tasa impositiva de entre 0,005% y 1% sobre sus ganancias europeas entre 2003 y 2014 al indicar que una fracción diminuta podía ser gravada en Irlanda.
Tim Cook, presidente ejecutivo de Apple, aseguró en una carta abierta que “Apple sigue la ley y paga todos los impuestos que debe” y acusó a la Comisión Europea de lanzar un esfuerzo para “reescribir la historia de Apple en Europa, pasar por alto las leyes tributarias de Irlanda y, en el proceso, trastornar el sistema impositivo internacional”.
La decisión europea representa una gran amenaza al logro de un acuerdo tributario bipartidista en el Congreso de EE.UU. que parece al alcance de la mano pero no se ha concretado.
Los legisladores estadounidenses dijeron el martes que esperaban que el fallo acelere los compromisos necesarios, inclu-yendo un impuesto único para que las empresas estadounidenses inviertan en proyectos en el país y distribuyan dinero a sus accionistas.
Las empresas estadounidenses han acumulado ganancias en el extranjero fuera del alcance del Servicio de Impuestos Internos de EE.UU. debido a la forma en que funciona el sistema en ese país. Las compañías con sede en EE.UU. deben pagar una tasa de 35% sobre las ganancias que obtienen en el exterior. No obstante, pueden obtener exenciones tributarias por los pagos realizados en otros países y esperar hasta la repatriación de esos ingresos para pagar la diferencia en EE.UU.
Por ejemplo, una compañía estadounidense que obtiene una ganancia de US$1.000 millones en el Reino Unido, donde la tasa impositiva es de 20%, pagaría en teoría US$200 millones en el Reino Unido y US$150 millones en EE.UU. cuando repatríe las ganancias.
Este sistema incentiva a las empresas a buscar las tasas tributarias más bajas, acumular la mayor cantidad posible de ganancias en esos países y no repatriar los fondos. Las empresas farmacéuticas y tecnológicas, en particular, han sido muy adeptas a trasladar propiedad intelectual y acumular ganancias fuera de EE.UU.
Apple, por ejemplo, contaba en junio con US$215.000 millones en efectivo y otras inversiones líquidas fuera de EE.UU., frente a US$187.000 millones en septiembre pasado. La empresa dice que pagaría una tasa de 33% sobre parte de esos fondos si opta por repatriarlos y sugiere que en el extranjero ha pagado una tasa inferior a 10%. Cook indicó en una reciente entrevista con el diario The Washington Post que Apple no repatriará el dinero “hasta que haya una tasa justa”.
Hasta su cambio de estructura en 2015, Apple utilizó subsidiarias que se movieron diestramente entre las legislaciones impositivas de EE.UU. e Irlanda. Según una investigación del Senado estadounidense de 2013, Irlanda consideraba estas firmas como residentes en EE.UU. ya que eran gestionadas y controladas desde California. EE.UU., en cambio, las catalogaba como entidades foráneas que no estaban sujetas en forma inmediata a los impuestos del país por estar constituidas en Irlanda.
“La forma en que la Comisión presentó la decisión en su comunicado de prensa fue fascinante”, dice Lilian Faulhaber, profesora de derecho tributario de la Universidad de Georgetown, en Washington. “Critica a EE.UU. por no exigirle a Apple pagar más impuestos”.
El gobierno estadounidense ha advertido que la investigación de la UE podría tener un impacto directo en su recaudación de impuestos puesto que los tributos que cobre Irlanda serán descontados de los impuestos de Apple en EE.UU. “En el fondo, el caso de la Comisión no tiene que ver con lo que Apple paga en impuestos”, subrayó Cook en su carta, “sino con qué gobierno recauda el dinero”.
Las petroleras estadounidenses han buscado desde hace tiempo modificar las leyes que las obligan a pagar impuestos sobre sus ganancias en otros países. El fallo de la UE contra Apple podría fortalecer sus razones. Los ejecutivos de las empresas energéticas, al igual que los de muchos otros sectores, señalan que la política estadounidense equivale a una doble tributación.
Aunque Irlanda podría recibir US$14.500 millones, el fallo de la UE amenaza el pilar de su modelo de desarrollo económico: cobrar impuestos bajos para atraer a las multinacionales estadounidenses con presencia en Europa y otros países.
Apple no es la única empresa estadounidense en la mira de la UE por temas de impuestos. Los reguladores europeos le ordenaron en octubre a Starbucks Corp. pagar entre 20 millones y 30 millones de euros en impuestos no devengados debido a la manera en que estructuró su política tributaria en Europa.
—Julie Jargon y Bradley Olson contribuyeron a este artículo.
Natalia Drozdiak, Richard Rubin y Sam Schechner
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