Ni “ya fue” ni “cuándo volvamos”: lo importante es qué hacemos ahora
Cuando volvamos, cuando se pueda ir a la oficina, cuando ya no tenga que trabajar con los chicos al lado, cuando las comunicaciones no estén interrumpidas ni pixeladas, cuando pase tal cosa, cuando pase tal otra… ¡¿Cuándo?! Mientras tanto, ¿nos vamos a quedar esperando?
El momento es ahora. Ya no podemos seguir hablando de transición, de pausa o paréntesis. Este grado de incertidumbre, esta nube que cubre el presente, es la normalidad, al menos hasta que se demuestre lo contrario. Si aceptamos esto, si lo nombramos así, normalidad, es más probable que podamos dejar de pelear con lo que no se puede, con lo que no está en nuestras manos cambiar, y liberemos esa energía para actuar ahora, enfocados en lo que hay, en lo que tenemos.
"Para definir hacia dónde vamos, tenemos que empezar yendo ahora", dijo el biólogo chileno Humberto Maturana a un diario de su país al comienzo de la pandemia, porque lo que venga después de esta crisis no se puede pensar como algo que llegará indefectiblemente, sino que estará ligado al relato que nos hagamos de lo que está pasando y a las acciones que tomemos hoy.
En la conferencia inaugural del Desafío Coaching 2020, Julio Olalla y Jim Selman hablaron justamente sobre esto. Necesitamos cambiar el relato, inventar uno nuevo que nos permita observar lo que pasa con ojos nuevos. Los relatos del pasado son insuficientes para leer y entender este presente tan abruptamente distinto. Si seguimos mirando igual que antes, si seguimos pensando en los recursos y las soluciones que funcionaron hasta ahora, nos quedamos presos de nuestra observación y, en consecuencia, continuamos haciendo más de lo mismo y cancelamos oportunidades. Y si proyectamos al futuro esta mirada, sesgada por lo que conocemos, nos vamos a quedar esperando a que pase lo que creemos que va a pasar, cuando lo más probable es que sea muy distinto.
En movimiento
Vayamos yendo, como dijo Maturana. Mantengamos la máquina en movimiento, trabajemos en la mejora de lo que hay, ejercitemos la mente, demos pequeños pasos, ensayemos cosas nuevas. Tener proyectos, estar activos, nos cambia la energía, el estado de ánimo, nos hace más llevadero el viaje, nos empodera y nos predispone mejor a escanear el territorio en búsqueda soluciones y oportunidades. Que las dificultades del presente y la ilusión de la vuelta no nos paralicen, sobre todo porque lo único seguro es que la "vuelta" no va a ser una vuelta a lo que era.
En este contexto incierto de incierta duración, necesitamos aprender a vivir en el asombro, a vivir en las preguntas, dijo Olalla. Está más que claro que no tenemos respuestas para todo. Hagámonos preguntas que nos lideren y lideren a las personas que viajan con nosotros hacia nuevas percepciones y conversaciones distintas. Digamos "No sé" con humildad, porque no hay ningún saber que nos permita predecir qué va a pasar. En los equipos de trabajo, en las redes sociales, empieza a ser natural que nos animemos a decir "no sé", a pedir ayuda y consejos.
Hay preguntas que abren posibilidades. ¿Cómo podríamos hacer, pensar, resolver… de una manera distinta a lo que lo hicimos hasta ahora? Empezar el enunciado por CÓMO produce la sensación de que la solución existe y que está en nosotros encontrarla, y suele llevarnos a un delta de preguntas que iluminan alternativas: ¿De qué otra manera lo podríamos hacer? ¿Qué pasaría si…? ¿Y si hacemos …?
Este tipo de preguntas nos sacan de la parálisis que produce ver sólo dos alternativas: "ya no podemos hacer lo que hacíamos antes" (pasado) y "esperemos que vuelva la normalidad" (ilusión de un futuro igual al pasado).
Espacios de búsqueda
Cuando las personas que están liderando -en un grupo de trabajo, como docentes, como padres y madres- admiten que no tienen la respuesta a una pregunta, muestran que valoran el proceso de búsqueda de respuestas y motivan a los demás a explorar también.
Es el momento ideal para generar "espacios de preguntas", espacios de búsqueda, donde poner los temas sobre la mesa y "amasar" entre todos las respuestas. Alentar la curiosidad, fomenta la colaboración creativa e incita a mirar más amplio, más allá del equipo, los silos y el propio negocio, en busca de nuevas perspectivas. También resulta muy liberador para quienes, por su rol, hasta ahora solían sentirse obligados a tener las respuestas o no podían resistirse a la tentación de resolver solos.
Caminos nuevos
Días atrás, un gerente estaba preocupado por el desgano que mostraban algunas personas de su área. En el pasado, siempre había sentido que era su responsabilidad como líder sostener la motivación y el clima, pero se le estaba haciendo muy difícil incluso sostenerse emocionalmente a sí mismo. Decidió abrir la cuestión al equipo y poner estas preguntas sobre la mesa: ¿Cómo hacemos para motivarnos en este momento tan complejo?, ¿De dónde podemos sacar ganas?, ¿Qué podemos hacer, cada uno de nosotros, para hacer sentir mejor a los que están caídos? No hizo falta llegar a ninguna idea innovadora: por el solo acto de reservar un rato para conversar entre todos, las personas tomaron el tema y lo hicieron suyo, y eso empezó a generar el impulso que necesitaban.
Cuando aceptamos lo que no podemos cambiar, cambiamos. Si asumimos que esta es la normalidad elegimos otra actitud, miramos distinto, despertamos de la espera, nos ponemos en marcha, encontramos alguna manera distinta de hacer las mismas cosas o inventamos cosas nuevas para hacer.
Es clave, en este momento, que incorporemos el hábito de pensar cómo estamos mirando y pensando la situación, sabiendo que las soluciones no están en el pasado sino en lo que podemos hacer junto a otros en este presente inquietante e incómodo.
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