La influencer que superó un duro diagnóstico y desarrolló una propuesta que faltaba en la Argentina
Delfina Ferro salió al mercado con una dupla de marcas que refuerzan hábitos saludables
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Alrededor de 750 millones de personas en el mundo tienen algún trastorno de tiroides, de las cuales el 60% lo desconoce, según datos de la Organización Mundial de la Salud. A nivel local, en tanto, de acuerdo con fuentes de la Sociedad Argentina de Endocrinología y Metabolismo, esta patología alcanza al 20-30% de la población. A sus 16 años, Delfina Ferro (26) descubrió que formaba parte de este segmento cuando aumentó ocho kilos sin modificar nada de su rutina; y tras un dura etapa, arrancó lo que define como un “camino de sanación y de alimentación saludable”.
“Para mí, era muy difícil vivir. Tenía un cansancio constante y los síntomas del hipotiroidismo eran muy debilitantes”, aseguró a LA NACION. Y precisó: “Tenía un montón de inseguridades por mi cuerpo; había cambiado un montón y sentía que estaba fuera de mi control”. Según especialistas, la fatiga, el aumento de peso y el dolor muscular son algunas de las tantas consecuencias del hipotiroidismo, un cuadro clínico que deriva de la baja actividad de la glándula tiroidea y provoca un metabolismo lento.
Para ese entonces, Ferro explicó que dormía alrededor de 12-14 horas diarias y, muchas veces, el cansancio le ganaba en el colegio. Tal es así que, en una ocasión, los directores llamaron a sus padres para saber si iba a fiestas de egresados durante la semana, porque se dormía en clase. “Había días que, literalmente, no podía levantarme de la cama. El hipotiroidismo me había desencadenado depresión crónica y desorden alimenticio, entre otros problemas, que yo nunca había relacionado a la enfermedad hasta que empecé a involucrarme en la medicina funcional y a entender que todo el cuerpo está conectado”, indicó.
Al finalizar la secundaria y, a pesar de los obstáculos, Ferro se mudó a Estados Unidos a fin de cumplir su sueño de estudiar teatro y producción de cine en el extranjero. “Fue muy complejo dar lo mejor de mí en esa situación y sentía mucho fracaso de mi parte. Desde hacía tiempo tenía muchas expectativas de ese momento, había llegado a una facultad increíble mediante el esfuerzo de mi familia, y creía que no estaba a la altura de ello. A los 18 años, era difícil entender que mi cuerpo no me dejaba hacer algo”, enfatizó. Para Ferro, no resultaba simple exteriorizar sus inseguridades; la experiencia la obligó a crecer de golpe y, tras concluir los estudios, cuatro años después, regresó a la Argentina “con otro mindset”.
Para ese entonces, una amiga le sugirió a Ferro un método para atenuar los síntomas de la tiroides. “A los 10 días ya dormía mejor y me levantaba con energía. Ahí empezó una época muy positiva, en la que mi cuerpo me acompañaba, me planteaba objetivos y los cumplía”, señaló.
El tratamiento que Ferro llevó consistió en una dieta alimenticia de tres meses. No se trató de una dieta restrictiva en términos de cantidades, sino de grupos de alimentos, como lácteos, gluten, soja, maíz, cerdo y azúcar, que son considerados inflamatorios de la tiroides.
Ferro decidió arrancar una dieta a base de plantas, la cual conserva hasta la actualidad. “Aprendí a escucharme a mí misma. Algunas personas son sponsor oficial de la dieta vegana, y otros de la carnívora, y seguramente todas tienen buenos argumentos. Todos somos bioindividuales y cada receta no nos impacta a todos de la misma manera”, explicó.
Sponsor oficial de la alimentación saludable
A lo largo de este proceso, Ferro se convirtió en health coach. Y en la búsqueda de una alimentación sana, rica y nutritiva, se topó en la Argentina con una oferta mucho más acotada, respecto de la existente, por ejemplo, en Nueva York. Ferro tenía 23 años y había arribado en el contexto de la pandemia Covid-19, por lo que su objetivo fue simple: empezar con lo que podía y con lo que sabía hacer.
De esta manera, Ferro puso fichas en su cuenta de Instagram. Allí comenzó a compartir recetas, dio a conocer su historia y conectó con las personas que la leían del otro lado de la pantalla. “Si bien esta tarea implicaba tiempo y esfuerzo, logré una conexión natural con los demás y empecé también a escuchar las historias del otro lado”, señaló.
Una marca y un producto a medida
En el último bienio, Ferro le puso el broche a este proceso: en mayo de 2022 conformó un equipo para desarrollar su propia cartera de productos, bajo la marca Diabla. “Mi filosofía siempre fue que la marca se amolde a cada estilo de vida; que uno no tenga que cambiar su estilo para consumir determinados productos”, indicó.
El primer producto que sacó al mercado fue un blend de hierbas, que le permitió no dar de baja el ritual del mate. A base de componentes agroecológicos, el mismo fue lanzado en dos variedades, para el inicio y para el fin de cada día: Power y Calm. El objetivo de la emprendedora fue claro: llevar a la góndola un producto que sea saludable, a la vez que atractivo para el consumidor. “Normalmente, veía que los productos con packaging más atractivo eran los menos saludables; mientras tanto, veía que muchos productos elaborados con amor y expuestos en dietéticas no reflejaban la misma intención en el envase”, cuestionó.
A la lista de lanzamientos, la emprendedora también incorporó una línea de barras nutritivas libres de gluten y a base de dátiles. Bajo el rótulo de “súper bar”, las mismas se presentan como una alternativa de snack y están enfocadas en el segmento de cafeterías de especialidad. “Muchas veces, las personas no se animan a adquirir otros alimentos elaborados en las propias cocinas, por miedo a la contaminación cruzada”, explicó.
Actualmente, Diabla llega a dietéticas ubicadas en 18 provincias del país, mediante cuatro distribuidores. A su vez, la marca tiene en puerta el lanzamiento de otros 10 artículos. Entre ellos se destaca una línea de suplementos. “El segmento no está tan desarrollado en Argentina; y dado que no encontraba lo que necesitaba, siempre que viajaba al exterior me traía productos en la valija. A partir de esta necesidad y de la mano de distintos laboratorios, avancé con cuatro desarrollos muy fuertes”, indicó.
Apuesta doble
En paralelo, la emprendedora le dio vuelo a una segunda marca, con la misma esencia pero diferente foco: Ginita.”Cuando arranqué este camino de sanación, tenía 22 años y quería tener una vida normal; quería poder tomar un gin tonic cuando salía con amigos, por ejemplo. Sin embargo, el agua tónica me caía muy mal, dada la cantidad de azúcar que contenía, y no encontraba alternativa”, explicó. Ferro comenzó a armar sus propios tragos, pero esto le implicaba una logística que era imposible de desplegar en situaciones de bar o de fiestas: “Quería una opción divertida para estas ocasiones. Así empezó la búsqueda”.
Bajo el lema “No soy buena; soy mejor”, la marca no pretende ser una bebida saludable, pero tampoco impulsar a las personas que no tienen el hábito al consumo de alcohol. Por el contrario, Ginita busca suplir una necesidad, a la vez que concientizar sobre el consumo responsable.
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