La industria vitivinícola enfrenta su peor momento en las últimas dos décadas
Los volúmenes despachados tanto al mercado interno como al externo rozan sus valores históricos más bajos; un informe exhibe los desafíos y las oportunidades
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MENDOZA.- La industria vitivinícola enfrenta su peor momento en las últimas dos décadas. La caída generalizada del consumo de vino a nivel global, combinada con diferentes variables del contexto macroeconómico, puso al sector en jaque. No obstante, en la Argentina, tiene una ventana de oportunidades que, para ser capitalizadas, la agenda de los próximos años deberá estar marcada por la profesionalización de cara al cliente en toda la ruta al mercado.
Así lo exhibió un informe elaborado por el consultor Javier Merino, titulado “Decisiones inevitables en una vitivinicultura donde cambió el contexto” y presentado durante el 6° Foro de Inversiones & Negocios de Mendoza, desarrollado por el gobierno provincial y el Consejo Empresario Mendocino la semana pasada.

“Me diferencio o me voy. No tengo más opciones”, sentenció el consultor, en alusión a las dos posibles posturas que vislumbra entre las empresas del sector. Y en ese línea, precisó: “Se navega con el cardumen, pero siendo competitivo, lo que implica mejorar la propuesta de valor y exige productividad; Esto no es nuevo, pero nos lo habíamos olvidado. La vitivinicultura se había acomodado a zonas de confort. pero hubo cambios muy fuertes en la macro, y fuertísimos en el negocio, en cuanto a canales y a tecnología, por ejemplo-. Hay que ser diferentes para que nos compren”.
De acuerdo con los datos arrojados por el reporte, en las últimas dos décadas se observa el menor volumen de ventas y un precio promedio que regresó a los niveles de casi 20 años atrás. A su vez, un análisis a nivel global da cuenta de la profundización de la caída de la demanda en el mercado doméstico, respecto de otros países: entre 2008 y 2023, el consumo cayó 7,5% a nivel global, mientras que en la Argentina se desplomó 37,2%. “Esta pintura es muy clara del momento que atraviesa el sector que en promedio tiene precios bajos, lo cual deteriora el margen de contribución de las empresas, y con volúmenes también bajos, lo que no permite aprovechar economías de escala con costos fijos difíciles de disminuir”, remarca el texto.

Según el documento, el principal determinante del deterioro global fueron los crecientes índices de inflación, que llevaron a una caída del ingreso y la consecuente baja del consumo. Asimismo -según se precisó- la marcada caída de las exportaciones fue también consecuencia del fuerte retraso del tipo de cambio y la crisis mundial. En 2021, se había alcanzado la mayor facturación de exportaciones, gracias a dos fenómenos: la devaluación de 2018 y los elevados precios alcanzados por los vinos fraccionados en los mercados mundiales.
“En el mundo, el vino alcanzó cierto estado de madurez como producto. Y en ese estado, los negocios son ultra competitivos”, consideró Merino frente al auditorio. Y a la hora de analizar la respuesta de las empresas, indicó: “Disminuyeron los activos fijos de baja productividad, señal a tener especialmente en cuenta en la Argentina.
La innovación en el centro de la escena
De acuerdo con Merino, entre 2011 y 2016, los vinos argentinos vieron estancada su expansión, lo que se convirtió en la primera señal de que comenzaba a perder sus ventajas competitivas. “Los mercados crecieron, perdimos competitividad. Si no hubiéramos perdido share, estaríamos exportando US$850 millones al año, en lugar de alrededor de US$630 millones”, apuntó. en la exposición.
Para Merino, la clave de la competitividad pasa por hacer foco en la profundidad del mercado, por conocer al cliente, en lugar de concentrarse en la extensión y en la superficie. Además, puso de relieve la importancia de la imagen del vino argentino y la necesidad de trabajar en su promoción.

“Hay una fuerte relación entre la imagen de los vinos a nivel mundial y la performance exportadora. La imagen genera riqueza económica, ya que se transmite en forma directa al precio de los vinos y éstos al valor de las propiedades vitícolas. Imagen y facturación por hectárea parece que van en la misma dirección. Conclusión: hay que trabajar en la imagen”, explicó.
“Si comienza un ciclo de cambio de reglas económicas y las ventas crecen, la industria encontrará un mercado muy distinto al de 15 o 20 años atrás, donde la flexibilidad será la norma; y allí es donde el sector tiene mayor debilidad. La agenda de los próximos años deberá estar marcada por la profesionalización de cara al cliente en toda la ruta al mercado”, concluyó.
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