La Ibérica. El bar que abrió con la democracia y se fundió en la cuarentena
Raúl Raña, de 60 años, es gastronómico desde siempre. A los 12 empezó a ayudar a su padre en una pizzería en Floresta y a los 18 tuvo su primer negocio: una parrilla en Hipólito Yrigoyen y Solís, en el barrio de Congreso. Pero el local que ocupó la mayor parte de su vida fue el bar La Ibérica, en Cochabamba y Entre Ríos, donde trabajó junto a su hermano desde marzo de 1983 hasta mayo pasado.
"Tuvimos distintas épocas difíciles. La presidencia de Raúl Alfonsín, la segunda de Carlos Menem. Hubo dos o tres cimbronazos. Cada 10 años en la Argentina hay un ajuste y se vuelve a foja cero. Pero nunca un gobierno nos abandonó tanto como este porque nos obligó a no generar nada y no nos ayudó. Solo nos ofreció créditos para seguir pagando impuestos cuando los debería haber suspendido", dijo Raña en diálogo con LA NACION.
Consultado acerca de si intentó generar ingresos a través del delivery se quejó de que las autoridades hablan con términos extranjeros (por el take away) con un total desconocimiento de las zonas de la Ciudad y los clientes que tiene cada establecimiento.
"El delivery y el take away dependen de donde está ubicado el local, pero en general representan un 15% o 20% de la recaudación. ¿Cómo hace el que tiene una ganancia neta del 30% para solventar los gastos con una facturación del 15%? Además, funcionar con delivery implica gastar litros de aceite, tener los hornos prendidos, las luces prendidas, todo funcionando al 100% para trabajar un 15%", describió.
El trabajo en el bar arrancaba a las 6.30 y terminaba a las 18. Atendían a empleados de empresas de la zona y al personal de limpieza o profesores de tres o cuatro colegios que hay cerca. También eran clientes los trabajadores de bancos aledaños y había mucha gente de paso, además de los habitué que pasaban a comer un sándwich, desayunaban o merendaban en las mesas del lugar.
"Me sigo hablando con muchísimos de los clientes y también hubo mucha gente que me contactó después de años de estar alejados por distintos motivos. Gente del Sindicato de Gas del Estado, que tenía un edificio sobre avenida Entre Ríos; también de los sindicatos telefónicos y del Sindicato de Carga y Descarga que queda por Cochabamba", contó.
En cuanto a su futuro, descartó volver a poner un negocio porque montar un local gastronómico implica mucho dinero y, si bien no es que se quedó sin nada, no dispone de lo que necesitaría.
"Estoy buscando trabajo en el rubro gastronómico, pero evidentemente como yo hay muchos. Será difícil reinsertarme laboralmente, pero mucho más no me queda por hacer. Soy una persona de 60 años y mi hermano está en la misma situación. Buscando hacer lo que hicimos toda la vida", concluyó.
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