La guerra de monedas vuelve al centro del comercio internacional
El triunfo de Donald Trump disparará una era de mayor proteccionismo comercial, que tendrá un impacto en los niveles de intercambio entre todos los países, incluyendo la Argentina
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El triunfo de Donald Trump puso en el centro de atención las “guerras comerciales”, que rara vez no están acompañadas por una guerra de monedas. Trump advirtió que Estados Unidos podría imponer un arancel del 100% a los países del BRICS si intentaban crear una moneda destinada a reemplazar al dólar en el comercio internacional.
La relación entre tipo de cambio y comercio internacional es directa. Cuando un país devalúa su moneda, sus exportaciones se abaratan y sus importaciones se encarecen. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), establecido en la segunda posguerra mundial, coincidió con la celebración de los acuerdos de Bretton Woods y la creación del FMI.
El acuerdo de Bretton Woods fijaba paridades entre las monedas y el dólar, además de establecer un tipo de conversión fijo del dólar al oro. En este marco, el tipo de cambio estaba anclado en un sistema fijo que evitaba grandes fluctuaciones. La función del FMI era asistir a los países para que se mantuvieran dentro de las bandas de flotación acordadas. Estos acuerdos se basaban en las lecciones de la entreguerra, cuando la falta de coordinación en políticas monetarias y el aumento del proteccionismo derivaron en guerras de tarifas que incentivaron una espiral de devaluaciones competitivas y restricciones comerciales.
En 1971, cuando Estados Unidos abandonó el patrón oro, comenzó una era de tipos de cambio flotantes. Este cambio desestabilizó el sistema de comercio internacional, y 50 años después, aún no ha logrado reacomodarse. El abandono del sistema de Bretton Woods tuvo dos impactos principales.
En primer lugar, desapareció el mecanismo para controlar el impacto de las fluctuaciones en los tipos de cambio sobre el comercio internacional. Esto generó tensiones recurrentes, donde algunos países acusaban a otros de manipular sus monedas para obtener ventajas competitivas indebidas, como ocurrió durante la primera presidencia de Trump, cuando acusó a China de manipular su moneda.
En segundo lugar, el dólar continuó siendo la moneda de reserva y transaccional dominante a nivel mundial, a pesar de no ser ya convertible en oro. Este “privilegio exorbitante” permite a Estados Unidos emitir deuda y financiarse a niveles superiores, ya que otros países adquieren bonos del Tesoro para sus reservas. Además, otorga a Estados Unidos el dominio de los sistemas de pagos y bancarios internacionales, lo que le permite aplicar sanciones económicas con gran eficacia.
En caso de que las disputas comerciales entre Estados Unidos y China se intensifiquen, es esperable que surjan intentos por destronar al dólar como moneda de reserva y transaccional, comenzando a reemplazarlo por otras divisas. En este contexto, no resulta impensable que Estados Unidos imponga aranceles para contrarrestar devaluaciones monetarias y busque reafirmar la centralidad del dólar en el comercio internacional.
La Argentina, debido a su limitada relevancia en el comercio global, es improbable que tenga una participación directa en estas disputas. Sin embargo, si el comercio internacional entra en una fase de proteccionismo arancelario y guerra de monedas, es difícil imaginar que esto no impacte significativamente en el comercio exterior argentino, tal como ocurrió en el pasado.
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