La evolución en las organizaciones. El valor de la narrativa en el liderazgo
La manera en que la conducción elabora un discurso termina teniendo un papel clave en el desempeño grupal
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La percepción que tenemos de nosotros o nosotras mismas nos define. Por ello, es importante tener consciencia de esa imagen y de esos diálogos internos para reconciliarnos con ellos. Y luego, generar la mejor conversación y los mejores pensamientos internos para contribuir, desde allí a nuestro bienestar emocional.
Lo que nos narramos como líderes afecta lo que somos y hacemos en la tarea diaria. El modo en que recordamos lo que hicimos, lo que vivimos o lo que hicieron con nosotros moviliza nuestro presente erosionando nuestra estima o lanzándonos a un universo de posibilidades.
Somos también nuestras experiencias e historias vividas. Ellas están allí, aunque no las traigamos al presente. Boris Cyrulnik, el neurólogo y psiquiatra francés, famoso por su enorme aporte a la resiliencia, escribió sobre el valor de la narrativa para resignificar los traumas. Decía: “Es posible modificar el sentimiento íntimo de una persona influyendo en los relatos que la rodean, tanto en lo que se dice como en la manera en que se dice” porque “todo relato es una iniciativa de liberación”.
Por eso, son tan poco liberadores los muchos silencios y silenciamientos que atraviesan las compañías. Las experiencias laborales pasadas pueden haber sido horribles pero el modo en que las rememoramos hace toda la diferencia. Hay quienes consiguen hacer del recuerdo de un mal jefe algo que les permite mejorar su hoy y plantearse metas que los alejen de esas situaciones inhóspitas.
La revisión emocional de un determinado acontecimiento laboral vivido dependerá también del apoyo y acompañamiento social que tenga y la significación que su cultura y su entorno ofrezca a su relato, “haciendo que un mismo acontecimiento pase de la vergüenza al orgullo, de la sombra a la luz”. Quienes viven en el loop del pasado imperfecto no consiguen habitar el presente.
Las organizaciones también tienen memoria. En ocasiones, los empleados recuerdan un pasado radiante que no volverá, que los tracciona a vivir el hoy como algo con poco sentido y potencialidad. “Ya nada es lo que era”, “los beneficios ya no son los mismos”, “antes nos regalaban más cosas”. Es interesante, porque quizás, cuando sucedían, no valorábamos tanto esos obsequios. Es ahora que no están que los añoramos. Solemos ser caprichosos los seres humanos y valoramos las cosas cuando ya no las tenemos.
De nuevo, el problema es cómo las memorias de lo pretérito nos contrabandean parte de nuestra felicidad actual. En no pocas situaciones, la memoria precisa ser sanada, curada. Eso implica una reinterpretación de los acontecimientos. Tendemos a juzgar desde el hoy un pasado en el cual teníamos otras herramientas individuales y estábamos en otro contexto. Una injusticia enorme con nosotros mismos que muchas veces nos deja desahuciados.
Sin embargo, la memoria puede ser de una fecundidad enorme para los líderes cuando traen la felicidad del pasado para enriquecer el presente. El pasado puede servirles de driver motivador para pensar transformaciones difíciles: “si pude en aquel momento, ¿por qué no hoy?”.
Mente abierta
Claro, precisamos hacer estas memorias conscientes. Traerlas al hoy para que produzcan algún efecto y nos reditúen. Sabemos que los seres humanos toqueteamos la memoria y la modificamos. Hacemos el pasado más feliz o más trágico de lo que fue. Sin quererlo (nos) hacemos trampas. Y esas trampas en muchos ejecutivos y ejecutivas pueden producir dolor en el presente.
Si lo pensamos bien, con la misma información de una vida podrían escribirse cien historias distintas: todas serían verdad.
Por eso, es importante definir en qué parte de nuestra historia queremos enfocarnos para contarnos en el hoy.
Liderar es también narrarnos historias que favorezcan nuestro liderazgo. Eso no significa inventar ni llenar de brillos falsos nuestros relatos, sino creer en nuestro sobrado potencial, manteniendo la mente abierta a las posibilidades que se nos abren y abrazando nuestra identidad como líderes en constante evolución.
Lo que sigue es siempre una hoja en blanco y eso nos debe llenar de esperanza.
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