La escuela de rock que inspiró una película y conquistó el mundo con un método de enseñanza distinto
School of Rock tiene más de 350 sedes en diferentes países; abrió en Nordelta, donde tiene 250 alumnos, y planea abrir en Pilar el año que viene
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“Cuando los chicos entran les damos los Beatles. ¿Qué son los Beatles?, te preguntan algunos. Después se copan y lo escuchan todo el tiempo”, le cuenta a LA NACION Roberto Sambrizzi, CEO de la franquicia argentina de School of Rock, la reconocida escuela de bandas que inspiró la película protagonizada por Jack Black, hace ya un poco más de 20 años, en 2003. En estas dos décadas, School of Rock creció. La marca tiene más de 280 sedes solo en Estados Unidos y otras 74 en diferentes países. En mayo abrió una sede en Nordelta, la primera en la Argentina, que ya cuenta con 250 alumnos, y proyecta abrir una nueva escuela en Pilar el año que viene.
El éxito está en el método de enseñanza, dice Sambrizzi. La Escuela de Rock tiene un sistema distinto al de las escuelas tradicionales, o al de los profesores particulares en general. “Tiene una ingeniería inversa. Vas derecho a la práctica y después de a poco le sumás teoría. Esto hace que los chicos y chicas ingresen y a la semana ya saben que van a formar banda y tocar un tema con su instrumento elegido”. Al sistema lo llaman “Song first” [”Primero la canción”]. Además, los alumnos se benefician de una aplicación que desarrolló la escuela y que guía a los chicos en la enseñanza, para cuando practican en casa.
Las clases están organizadas en categorías: lo más pequeños, de 4 a 5 años, se agrupan en la sección “Little Wings”; los niños de 6 a 7 años son “Rookies”; “Rock 101″ está destinado a jóvenes de 8 a 12 años y “Performance” para adolescentes de 12 a 17 años. Además, los adultos también tienen la oportunidad de cursar, con clases individuales y grupales. “El costo depende de la cantidad de horas de cursada. Los chicos más grandes tienen hasta cuatro horas semanales y son los que más cursan. Pero el precio no dista de lo que se puede pagar por un profesor particular”, aclara Sambrizzi, y agrega algo importante: no hay corte por nivel para entrar a la escuela, pero sí por instrumento –en el inicio de clases, hay algunos instrumentos más requeridos que otros; el bajo suele ser el que menos demanda tiene-.
Sambrizzi es ingeniero y se dedica a eso, tiene una exitosa empresa de desarrollos inmobiliarios. Pero apareció la oportunidad de School of Rock y no la pudo dejar ir. “Yo estaba muy ocupado, pero se presentó. Un amigo, que es accionista de la franquicia Latinoamericana, estudió conmigo en una maestría y, en la reunión de 20 años, en Filadelfia, me dijo que tenía que llevarla a la Argentina. Esto fue en 2022. Yo no podía, pero después no podía dejar de pensar en la idea. Me pareció linda, divertida. Me conquistó”, dice Sambrizzi, que toca la batería desde hace más de 30 años y llegó a grabar algunos discos. Tiene hasta un estudio de grabación montado en su casa.
“Todos los que estamos metidos en esto amamos la música, porque si no, elegís otro negocio. Incluso, más allá del negocio, lo que motiva es lo que ves en la escuela. Gente contenta, todo el día, entrando y saliendo, tocando en las salas. Los chicos se juntan con otros de diferentes edades, algo que no te da el deporte, por ejemplo. Y se arman grupos de amigos diversos. Se crea una comunidad alrededor de la música. Los chicos dejan los jueguitos y las redes para hacer música juntos. Es algo muy hermoso”.
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