Éxodo empresario. La Argentina, a precio de remate
Los inversores locales son los únicos que pujan por quedarse con las empresas que buscan irse del país
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La Argentina se encuentra a precio del mejor postor. Numerosos ejemplos demuestran que no solo hay salida de capitales productivos de inversión extranjera directa, sino también de inversores locales al mismo tiempo que el valor de las empresas argentinas se encuentra a precio de remate.
Sinopec, la empresa china de exploración y explotación de hidrocarburos, se va del país. La empresa habría sido comprada por un valor, según trascendidos, de aproximadamente U$S400 millones por CGC (Compañía General de Combustibles) del grupo Eurnekian. El problema es que Sinopec la había comprado en 2010 los mismos activos ubicados en la cuenca petrolera de San Jorge, provincia de Santa Cruz, que la estadounidense Occidental Petroleum (Oxy) tenía en la Argentina por U$S2400 millones.
Edenor, fue comprada por el grupo Vila-Manzano a Pampa Energía por US$100 millones, cuyo dueño aceptó el mismo monto por el que la había comprado 15 años atrás a EDF International, subsidiaria de Electricité de France, así como también la deuda millonaria que mantenía con la distribuidora habría sido estatizada.
El gobierno argentino y el de la provincia de Mendoza capitalizaron con recursos estatales a la empresa argentina Impsa con un aporte de cerca de US$20 millones, lo que los convierte en los principales accionistas de la firma metalúrgica permitiendo rescatarla de una posible quiebra inminente. Asimismo, la reciente estatización de trenes de carga y ahora Hidrovía SA implican también un importante cargo al presupuesto del Estado Nacional.
Estos ejemplos resultan similares al caso emblemático de YPF: se privatizó cuando el barril de petróleo estaba en mínimos históricos y se estatizó cuando estaba en máximos históricos. Mientras tanto, YPF trate de reducir su déficit mediante permanentes aumentos del precio de los combustibles que a su vez permite más impuestos (ITF), mejores salarios para los directivos y poder afrontar la deuda externa millonaria de la empresa
En términos de la corriente nacional y popular, pasamos del imperialismo yanqui al chino, y del chino a la “nueva” burguesía nacional, “eternamente naciente” al calor estatal. Pero la situación no es de alborozo. En todos los casos citados, ello se da en una situación en que el valor de las empresas argentinas, más allá de la profunda caída su cotización bursátil, está perforando los mínimos históricos.
La salida de inversiones productivas del país es la consecuencia de las frecuentes crisis macroeconómicas argentinas, la incertidumbre regulatoria permanente y la falta de credibilidad y discrecionalidad extrema de la política económica.
Las empresas se pagan a “precio de remate”, atrayendo endógenamente “buitres”, en este caso del propio país, que aprovechan las oportunidades mediante su elevado poder de lobby, “experiencia local” y contactos en la ventanilla de decisión del poder de turno.
Asimismo, las nuevas concesiones de las empresas estatizadas de este revival acelerado del “capitalismo de amigos” son realizadas a cánones y royalties regalados cuyos costos serán pagados con abundantes subsidios con cargo al erario público, sin transparencia y control.
Son las claras consecuencias de un Estado de hecho inexistente, a cargo de una burocracia militante partidaria que reproduce el “conflicto de intereses” que el presente oficialismo cuestionaba de la gestión anterior, otorgándole negocios estatales y paraestatales al “capital de los amigos”, respondiendo a las necesidades del líder de turno y no necesariamente al bienestar de los argentinos y las futuras generaciones. Con la falta de credibilidad y reputación de la política económica genera sus propios buitres autóctonos y una verdadera “Maldición de Malinche” autogenerada.
En tanto, el presidente Alberto Fernández propuso que los trabajadores “participen de las utilidades de las empresas” como una forma de “mejorar la distribución del ingreso”. La idea está en la misma línea de aquella propuesta oficialista durante la cuarentena estricta de que los ATP para subsidiar el pago de salarios de empresas obligadas a facturación 0 se otorgaran a cambio de la participación estatal en las empresas que lo obtuvieran.
Habría que adaptar el viejo lema: la Argentina, el país donde se estatizan las pérdidas y se socializan las ganancias. Ya no hay ganancias que repartir.
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