Interfaces cerebro-computadora: una frontera distópica para la experiencia del usuario
Esta tecnología cambiará la forma de comunicarse e interactuar con el mundo; para las empresas implica conocer los gustos y hábitos de las personas
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Antes de finalizar 2022, un comunicado de la empresa neurotecnológica de Elon Musk, Neuralink, reveló que en unos seis meses sería posible ver las primeras personas con un implante cerebral electrónico de la firma, con el que podrían controlar dispositivos solo con el pensamiento.
Con cada vez más celeridad, las líneas que dividen el mundo físico del digital se están desdibujando. La interacción con la tecnología fue avanzando en diferentes estadios, desde dispositivos externos (como teclados o joystick) y las interfaces táctiles, a un presente donde se combinan la realidad aumentada, la realidad virtual, los mundos inmersivos y los modelados 3D o los gemelos digitales.
Sin embargo, se está avanzando un paso más: las interfaces cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés), que conectan el cerebro a un dispositivo externo, serán la próxima frontera en términos de cómo las personas interactúan y se comunican con el mundo.
Esta tecnología, que puede parecer sacada de Black Mirror, se remonta a mediados de los años 20, cuando el neurocientífico Hans Berger utilizó por primera vez la electroencefalografía (EEG) para medir la actividad cerebral, que funciona recopilando señales cerebrales, interpretándolas y enviando comandos a un dispositivo conectado.
Las BCI se implantan en la materia gris del cerebro (invasivo) o en el cuerpo (no invasivo). En el primer caso, su uso ha tenido que ver con devolver ciertas capacidades a personas que han sufrido accidentes o padecen discapacidades graves, lo que les permite controlar computadoras u otros dispositivos solo con sus pensamientos. Por su parte, las BCI no invasivos rastrean la actividad cerebral utilizando sensores colocados en la cabeza o cerca de ella.
En un reciente artículo de Fast Company, Aviad Almagor, vicepresidente de Innovación Tecnológica de la firma Trimble, explica que, en los últimos años, estos sensores se han vuelto más pequeños, más asequibles y más confiables, lo que ha hecho más generalizado su uso. Asimismo, los sistemas de aprendizaje automático han avanzado y perfeccionado la detección de patrones significativos para la interpretación de las ondas cerebrales.
De hecho, aunque muchas de las formas en que podemos usar los datos cerebrales todavía no son una realidad absoluta, se espera que el mercado global de BCI alcance los US$5340 millones para 2030. “Es un momento en el que se están invirtiendo millones en investigación y desarrollo de BCI, y no solamente para cambiar la vida de las personas tras accidentes o discapacidades, sino que existen miles de aplicaciones potenciales”, explica Almagor.
El impacto en los negocios
La seguridad es una aplicación casi intuitiva de este tipo de tecnologías. Utilizando auriculares EEG para monitorear la actividad cerebral, las BCI pueden aumentar la seguridad de los conductores de camiones o de los operadores de máquinas pesadas mediante el seguimiento de la carga cognitiva, la actividad cerebral, el movimiento de los ojos, la frecuencia de parpadeo y la inclinación de la cabeza, entre otros factores.
Por ejemplo, se están explorando formas de integrar las BCI en los sistemas operativos de los vehículos para aumentar la seguridad y mejorar la experiencia del conductor: Mercedes-Benz está explorando una BCI que daría a los conductores una interacción más intuitiva con sus vehículos.
Otros casos de uso comercial incluyen navegación intuitiva e inmersiva en modelos arquitectónicos 3D y monitoreo del nivel de competencia de una persona durante escenarios simulados por computadora para medir su desempeño cognitivo en operaciones complejas.
El gaming también es terreno de experimentación. La firma BCI Juegos ya está utilizando esta tecnología para crear experiencias con realidad virtual. El software puede “traducir” las instrucciones mentales derivadas de los datos de EEG en comandos de videojuegos (como empujar, saltar o correr).
Así, al usar BCI, las empresas pueden rastrear la experiencia del cliente en un nivel profundo y adaptar productos, servicios y anuncios a sus preferencias.
Para Ezequiel Arslanian, director ejecutivo de Accenture Song para Hispanoamérica, el mundo de los negocios está virando vertiginosamente a un ecosistema de servicios, y, en este sentido, las BCI pueden ayudar a mejorar la oferta en todas sus industrias. “Van a tener impacto inmediato en el mundo del entretenimiento (gaming, contenidos) y probablemente en el retail. Conocer las reacciones del cerebro ante determinados estímulos es demasiado tentador. De hecho, el cine y las cadenas de supermercados vienen trabajando con tecnologías más básicas hace tiempo, con buenos resultados”, cuenta el experto.
El reporte Tomorrow’s Commerce 2023, de Wunderman Thompson, se plantea qué pasaría si en cada momento de cada día se pudiera captar datos de las acciones, los pensamientos o las emociones, para hacer de cada instante un momento “comprable”. En el comercio, esto permitiría que los consumidores puedan hacer pedidos solo con el pensamiento basándose en lo que ven, hacen u oyen, controlando sus emociones, siguiendo el movimiento de sus ojos, leyendo sus niveles hormonales o simplemente con ideas y recuerdos aleatorios que le vienen a la cabeza.
Es decir, que las BCI podrían actuar al instante para realizar una compra. “Cuanto más corto sea el proceso de compra, mayor será la tasa de conversión. Y las BCI cambiarán radicalmente la relación con la tecnología, pero también cambiarán la naturaleza de los contenidos digitales”, se lee en el informe
Axel Marinsek, Ecommerce Manager de Wunderman Thompson Argentina, explica que para el marketing y los negocios los datos obtenidos serían funcionales a segmentaciones mucho más efectivas. “Evaluar con precisión qué sentimiento genera un producto o una campaña y tener la capacidad de emularla podría ser un diferenciador potente en el futuro. Estas capacidades pueden tener aplicaciones en creación de contenido, diseño de productos, generación y recomendación de música y hasta en la gastronomía”, señala.
La accesibilidad –explican los expertos– podría cambiar para siempre con dispositivos que respondan a estímulos neuronales. “Esto obligará a repensar el diseño web y el SEO como lo conocemos. El conocimiento exacto de las reacciones producidas dentro del cerebro humano está aún en etapas experimentales, pero, aun así, ha demostrado tener el potencial futuro de cambiar por completo cómo interactuamos con nuestro entorno”, agrega Marinsek.
Por caso, la compañía Neurable ha creado un nuevo tipo de auriculares, Enten, que mide la concentración del usuario al trabajar, utilizando para ello el análisis de las señales procedentes del cerebro. Está equipado con sensores de ondas cerebrales con los que se mide la concentración y los hábitos de trabajo del usuario, y así adapta funciones en consecuencia, como notificaciones silenciadas de forma automática, cancelación de ruido o listas de reproducción que mejoran la productividad. Los auriculares cuentan con botones físicos, pero también pueden controlarse a través de gestos, como guiñar el ojo o asentir con la cabeza.
En el mismo sentido, Snap, la empresa detrás de Snapchat y creadora de soluciones de realidad aumentada, ha anunciado la compra de la empresa de neurotecnología NextMind, cuyo producto estelar es una diadema con electrodos EEG patentados que se convierte en una interfaz cerebro-ordenador que decodifica la actividad neuronal en tiempo real y brinda la capacidad de controlar dispositivos u objetos virtuales solo con la mente. La idea es que la tecnología de NextMind se incorpore a futuras generaciones de los anteojos Spectacles, y algunos de los otros productos de la compañía.
El dilema ético
Las aplicaciones de BCI y su potencial para transformar la forma en que las personas interactúan con casi todos los tipos de productos y servicios traen aparejado que la privacidad y la transparencia de los datos estén en el centro del debate.
De acuerdo con Marinsek, la cantidad de datos recolectados por este tipo de tecnologías puede ser ciertamente invasiva si no tiene controles o límites. “Estos datos podrían ser utilizados, no solamente para inferir intereses, sino para manipular. Las futuras legislaciones y regulaciones deberán, sin duda, incluir a los datos cerebrales y asegurar un uso controlado y seguro de los mismos”, opina el experto.
Para Arslanian, la ética aparece como una gran pregunta desde la revolución tecnológica. “La intrusión en el comportamiento de las personas de la mano de la tecnología es algo que todos esperábamos que ocurriese y está en desarrollo”, dice. El problema, según aclara, es el nivel de consciencia que se tenga. “La tecnología está obligando a las personas a ser más responsables y más activas. Lo vemos actualmente con el uso de los datos y la prohibición del uso de las cookies y el first party data. El riesgo es convertirse en autómatas o seres dominados”, cierra el ejecutivo.