Innovación y competencia: la economía de EE.UU. goza de buena salud
Pese al avance de las grandes compañías tecnológicas sobre nuevos rubros, la competitividad de las empresas norteamericanas sigue dando señales de fortaleza
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Las preocupaciones por la salud de las empresas estadounidenses son muchas y variadas. A los CEO se los castiga por su aparente cortoplacismo. Se acusa a sus compañías de hacer un fetiche de los accionistas por encima de todos y de todo. Elon Musk, el número uno del fabricante de autos eléctricos Tesla, se queja del exceso de graduados de escuelas de negocios, lo que ahoga la innovación. El presidente Joe Biden se preocupa tanto porque las compañías estadounidenses pierdan frente a China como Trump (aunque con menos veneno). También le preocupa la concentración de poder entre las mayores firmas estadounidenses.
Todo esto pinta un cuadro de los Estados Unidos corporativos que se ve más denso, parroquial y monopolista. Si fuera cierto serían malas noticias para el hogar espiritual del capitalismo de libre mercado. ¿Pero es así? The Economist se propuso poner a prueba las tres hipótesis respecto de las empresas estadounidenses: que son menos dinámicas, menos globales y más concentradas. Los resultados no parecen ni remotamente tan terribles como quisieran hacer creer los agoreros.
Empecemos por el dinamismo. Los estudiosos dicen desde hace mucho que ya no es lo que era. Hace diez años Tyler Cowen, un economista de la Universidad George Mason, alertó que la economía estadounidense estaba en medio de un “gran estancamiento”. Las razones citadas por Cowen y otros van desde que hay más burocracia a que existen menos tecnologías transformadoras tales como aviones y teléfonos, porque la fruta al alcance de la mano ya había sido cosechada. Entre los síntomas de la enfermedad se incluía que se creaban menos empleos, menos compañías cotizaban en bolsa y las existentes hacia menos inversiones. La proporción de trabajadores empleados menos de un año en las firmas menos cayó del 4% del empleo total en la década del ‘80 a alrededor del 2% en la década del 2010. Alrededor del 75% de la fuerza laboral está empleada por una compañía que tiene más de 16 años de existencia, comparado con dos tercios en 1992.
Reactivación
Los economistas aún siguen debatiendo cuál fue la dimensión del estancamiento. Pero una cosa es segura: desde la llegada del Covid-19 las empresas estadounidenses no han estado para nada estancadas. Las solicitudes para iniciar nuevas empresas se han ido por las nubes. En los primeros seis meses de 2021 nacieron alrededor de 2,8 millones de firmas nuevas, 60% más que en el mismo período prepandemia 2019. Muchas son pequeñas empresas creadas por personas que se vieron obligadas a quedarse en casa durante las cuarentenas. Un tercio de las nuevas solicitudes se dan en el ámbito del comercio minorista, en particular del tipo online.
El inicio de negocios en otras áreas relacionadas con el comercio electrónico, incluyendo transporte por camiones y depósitos de productos, también se han elevado mucho señala John Haltiwanger de la Universidad de Maryland. La tasa de renuncias, que indica la rotación en el mercado laboral, está en un nivel récord. Casi el 3% de los trabajadores dejaron su empleo en julio, presumiblemente porque creen que pueden conseguir uno mejor.
Contendientes más grandes también prosperan. Tómese por caso las mayores startups de los Estados Unidos. La consultora Cb Insights descubrió que en 2019 un promedio mensual de cinco firmas que no cotizan en bolsa se convirtieron en “unicornios” (es decir fueron valuadas en más de US$1000 millones). Desde el comienzo de 2020 esa cifra trepó a 12.
Muchos unicornios de los más antiguos, además, han comenzado a cotizar en bolsa. La plataforma de alquileres Airbnb tuvo el mayor lanzamiento inicial de acciones de Estados Unidos de 2020. Su valuación superó los US$100.000 millones el primer día de operaciones. Desde enero de 2020 el número promedio de lanzamientos iniciales por mes se triplicó, a alrededor de 80. En ese período, las empresas estadounidenses han reunido cerca de US$350.000 millones, más que en los siete años anteriores tomados de conjunto.
Efecto pandemia
Parte del fermento se da por necesidad. Un estudio de la fundación Kauffman concluye que la proporción de nuevos emprendedores que inician empresas porque ven una oportunidad en vez de porque perdieron sus empleos cayó del 87% en 2019 al 70% en 2020. Pero el “shock psicológico” de la pandemia también puede llevar a la gente a reevaluar sus vidas, dice Kenan Fikri del Economic Innovation Group, otro centro de estudios. Algunos renunciaron y se lanzaron por su cuenta.
Con la Reserva Federal inundando los mercados con dinero recién emitido, los inversores tenían abundante capital para respaldar negocios de todos los tamaños. Jim Tierney de AllianceBernstein, una firma de inversiones, observa que el mercado está favoreciendo el ingreso de nuevos jugadores disruptivos como RobinHood, un broker que acaba de comenzar a cotizar en bolsa. No es de sorprenderse que los unicornios estadounidenses estén ansiosos por cotizar en bolsa, dice Tierney.
El capital barato también está alentando a los grandes jugadores de los negocios en los Estados Unidos a acrecentar sus planes de inversión. El gasto real de las compañías estadounidenses en equipo, estructuras y software creció a una tasa anualizada del 13% en la primera mitad del año, el ritmo más acelerado desde 1984. Apple, la compañía más valiosa del mundo, gastará US$430.000 millones en Estados Unidos en un periodo de cinco años, 20% más de lo que había planeado previamente. Intel está gastando unos US$20.000 millones al año en nuevas fábricas de microchips.
Cambio de época
Si es que el dinamismo estuvo en retirada en algún momento ya no parece ser así. El mismo Cowen prácticamente ha declarado que se acabó el estancamiento. ¿Y qué hay de la estatura global de las firmas estadounidenses? El comercio mundial como proporción del PBI planetario llegó a su pico en 2008. En Estados Unidos las importaciones y exportaciones como proporción del producto han declinado desde su pico del 21% en 2011 al 26 por ciento.
Las políticas de Biden muestran preferencia por los empleos en el país por encima del libre comercio. El Covid-19 ha causado graves problemas en algunas cadenas de producción, llevando a un gran número de analistas a predecir una oleada de vuelta de industrias a sus países de origen. “La era de la tercerización reflexiva al extranjero se acabó”, declaró Robert Lighthizer, el representante comercial de Trump, a The New York Times en 2020.
Antes de la pandemia algunos datos por cierto insinuaban que los Estados Unidos corporativos se estaban volviendo menos globales. La consultora Dealogic estimó que las fusiones y adquisiciones internacionales impulsadas por firmas estadounidenses declinó del 16% en 2014 al 9% en 2019. Sin embargo en los últimos 18 meses la cifra ha saltado nuevamente a un quinto, gracias en parte a todo ese capital barato.
Otros indicadores de globalización apenas si se han modificado. La consultora Kearny trata de medir la tendencia a traer industrias de vuelta al país analizando el valor total de productos manufacturados importados de una lista de 14 socios comerciales, incluyendo China, Vietnam y Malasia, en comparación con el producto manufacturero estadounidense. Entre 2018 y 2020 esta razón se ha mantenido estable en alrededor del 13%.
Es cierto que algunas compañías están adaptando sus cadenas de producción. Están considerando seriamente sacar su manufactura de China, dice Jan Loeys del banco JP Morgan Chase. Pero esas compañías mayormente piensan en países cercanos, a menudo en adición en vez de en lugar de sus proveedores chinos. Las importaciones estadounidenses de Taiwán aumentaron 35%, o US$11.000 millones, en los primeros siete meses de 2021, comparado con el mismo período de 2019. Pero las de China se incrementaron en casi la misma cifra en términos de dólares.
Los estadounidenses también continúan vendiendo mucho a extranjeros. The Economist analizó la proporción de ingresos obtenidos en el extranjero por firmas no financieras que figuran en el índice Russell 3000, un amplio indicador de la actividad de firmas estadounidenses. Algunos sectores, como el de los servicios profesionales, han visto incrementarse su proporción de ventas internas, al verse trabados servicios contratados desde el extranjero por las cuarentenas.
Otros sectores, como el entretenimiento, han pasado a depender más de las ventas en el extranjero. El servicio de streaming Netflix ahora obtiene un 54% de sus ingresos en el extranjero, comparado con un 40% hace pocos años. La cadena de cines Imax ha obtenido dos tercios de sus ingresos este año de Asia, comparado con el 20% que aportaba en 2017.
En general las ventas extranjeras de la firma media como proporción del total se ha mantenido estable en 15%. Lo mismo sucede con el promedio ponderado por los ingresos, que oscilado en torno al 35%. Dos de cada cinco firmas tienen más de la mitad de sus ventas en el extranjero, proporción que se ha mantenido también más o menos constante en los últimos cuatro años. Los CEO se esfuerzan por dar señales de ambiciones internacionales en sus llamadas por ganancias. El 27 de julio Tim Cook, que conduce a Apple, nombró 14 países donde las ventas del fabricante del iPhone alcanzaron niveles récord en el tercer trimestre. “Podría seguir… Es una lista muy larga”. El mismo día Kevin Johnson, el CEO de Starbucks, dijo que es “muy optimista” respecto de las perspectivas de la cadena de cafeterías en China.
Dinámica de poder
La tercera área de preocupación es la concentración del mercado. En 2016 se publicó un análisis que dividía la economía estadounidense en alrededor de 900 sectores cubiertos por el censo económico temprano de cinco años. Dos tercios se habían vuelto más concentrados entre 1997 y 2012. El promedio ponderado de la participación en el mercado de las cuatro principales firmas de cada sector había aumentado del 26% al 32%.
Los últimos datos actualizados a 2017 muestran que no se revirtió la tendencia. Pero tampoco se aceleró. Si bien la concentración aumentó en alrededor de la mitad de las industrias entre 2012 y 2017 el promedio ponderado de participación en el mercado en todos los sectores se mantuvo en un 32%.
No habrá nuevos datos de censo por varios años. Por lo que analizamos la participación en el mercado de las cuatro primeras firmas de cada sector en el índice Russell 3000. En siete de los 10 sectores, la concentración de mercado ponderada por los ingresos resultó un poco mayor en los últimos 12 meses que en 2019. De modo similar, Bank of America, que siguió el índice Herfindahl-Hirschman, una medida de la concentración de mercado, para firmas del índice Russell 3000 desde 1986, informa que llegó a un nuevo pico en 2020.
Esto podría deberse a que bajas profundas como la recesión por el Covid del año pasado tienden a favorecer a las grandes firmas con balances sanos. Las grandes tecnológicas en particular se han beneficiado por el cambio a favor de todo lo digital en la pandemia. Los cinco titanes tecnológicos estadounidenses –Alphabet, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft– obtuvieron ingresos sumados de US$1,3 billones en los últimos 12 meses, 43% más que en 2019. Son las cinco compañías más valiosas de Estados Unidos, que representan el 16% del valor total de bolsa, considerablemente más que el 10% atribuible a las cinco mayores firmas en los últimos 50 años, según cálculos de Thomas Philippon de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York.
Concentración en marcha
Mientras tanto en las industrias más golpeadas los sobrevivientes con mucho dinero se están quedando con rivales en dificultades, lo que alimenta una bonanza de fusiones y adquisiciones. Entre enero y agosto compañías estadounidenses anunciaron negocios por valor de casi US$2 billones.
Los sectores que vieron el mayor aumento en la concentración fueron aquellos sacudidos por el Covid-19, como el inmobiliario y el de bienes de consumo (donde la participación de los cuatro primeros subió alrededor de cuatro puntos porcentuales desde 2019). Algunas firmas grandes están consiguiendo una tajada mayor de una torta que se achica. Entre las compañías de servicios energéticos, como Haliburton, las cuatro más poderosas incrementaron su participación en el mercado del 59% al 75%, al mismo tiempo que las ventas sectoriales cayeron un cuarto.
Todo esto sería preocupante si no fuera por tendencias concomitantes. Los gigantes tecnológicos por ejemplo cada vez se meten más en el terreno de los demás. Casi 40% de los ingresos de las cinco grandes ahora provienen de áreas donde se superponen sus negocios, comparado con un quinto en 2015. Facebook quiere convertirse en un jugador relevante en el e-commerce, Amazon se está metiendo en la publicidad online, Google y Microsoft están desafiando a Amazon en la computación en la nube y se dice que Apple está construyendo un motor de búsquedas. Quizás tal competencia oligopólica no sea ideal, pero es mucho mejor que nada. Y que fluya el dinero a nuevas compañías que cotizan en bolsa y sacuden el mercado y a los presupuestos de capital corporativo implica que las compañías y los inversores están viendo nuevas oportunidades para futuras ganancias, incluyendo a expensas de las empresas establecidas si es que se vuelven complacientes.
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