IA para achicar la distancia
La paradoja es que para poder automatizar tareas se necesita invertir, de nuevo, tiempo
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Hace un año y medio decidimos con mi familia animarnos a la experiencia de vivir entre dos países: España y Argentina. Somos tres y cada uno tiene su lugar. Mi marido fijo allá, mi hijo fijo acá, y yo voy y vengo cada 3 o 4 meses, de ser posible. Esta aventura nos presentó muchos desafíos ligados al uso del tiempo. Con 5 horas de diferencia horaria, no son pocos los desencuentros y - atentos a esto- , pusimos foco en cómo mejorar la calidad de los pocos momentos que logramos coincidir.
Para esto traté de poner en práctica, más que nunca, las herramientas sobre las que investigo y escribo desde hace muchos años ligadas al uso del tiempo. Por ejemplo, trato de no procrastinar, fijo las fechas de entrega, evito el multitasking que me lleva a no sentirme presente con mi familia ni hacer lo que tengo que hacer y tardo más, o a mejorar mi foco para terminar pronto una tarea y liberar tiempo para una videollamada que nos acerca.
Algunas veces me sale bien, pero muchas veces fracaso. La cantidad de cosas para resolver del trabajo, de la casa, de la vida me abruman y me paralizan. Y ahí no hay técnica que me funcione. En este esfuerzo diario por “fabricar tiempo de calidad”, gana la ansiedad y el desbalance se adueña de mi calendario, de mi agenda, de mí. Y ahí, la distancia física con los que quiero se hace más evidente, queda relegado nuestro tiempo juntos por tener que resolver tanto de lo cotidiano.
Pero ahora podría ser distinto. Estoy descubriendo un nuevo paradigma que cambia las reglas de lo que era posible. ¿Y si ahora puedo fabricar tiempo con la Inteligencia Artificial? Como si tuviese un clon, que me ayude a convertir mi tiempo, el real, en tiempo de calidad y me cree uno “artificial” para resolver todo el resto. Por ejemplo: hoy estoy creando presentaciones automáticamente cargando un texto en un sitio que me la devuelve casi lista, o puedo desgrabar en minutos una entrevista de una hora y media, algo que antes me podía llevar días enteros de trabajo, o cuando mi hijo se queda solo, automatizamos las compras y es la app la que me avisa cuando me falta algo que suelo pedir.
La paradoja es que para poder automatizar tareas, necesito invertir, de nuevo, tiempo. Para aprender y decidir qué me sirve y descartar lo que no, aparece lo profundamente humano: el esfuerzo, la incomodidad de la curva de aprendizaje, sortear las trincheras mentales que me hacen volver siempre a los lugares conocidos aunque sé que no son los más eficientes. Todavía no tengo en claro si la IA va a terminar siendo una fuente inagotable de posibilidades o una herramienta que meta más ruido, pero tengo la sospecha, o mejor dicho la esperanza, de que esta vez lo humano más lo tecnológico sean, juntos, parte de una nueva solución. Que esta nueva tecnología se enfoque en lo automatizable y nos permita a nosotros centrarnos, sin distracciones, en lo que realmente nos importa. Hoy exploro a la IA para que achique la distancia con mi familia, y nos ayude sentir que, al encontrarnos, no hay ningún océano de por medio.
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