Facturan $1,2 millones. En cuarentena, convirtieron en negocio un hobby que los ayudó a pasar un duro momento familiar
Velas, jabones y aromatizantes de soja. Son algunos de los productos que, si bien ya existían en el stock de las retailers y casas de decoraciones, no tenían una alta demanda en el mercado local. No obstante, a partir de la pandemia, muchos de los negocios que habían iniciado como una suerte de pasatiempo comenzaron a ver una alta rentabilidad, lo que ha llevado a los emprendedores a plantearse la idea de expandirse en el futuro.
Luego de haber perdido a su hija, en un embarazo complicado por un pico de estrés, Magui González inició una suerte de hobby que con el tiempo se convertiría en un negocio familiar. A principios de 2019 y con la ayuda de su marido Leo Crespo, comenzaron a fabricar velas y aromatizantes de soja para un negocio que hoy lleva el nombre de la beba: Aurelia. Si bien el emprendimiento tiene más de un año funcionando, no fue sino hasta marzo de 2020 que empezó a generar ganancias y hoy ya facturan al rededor de $200.000 mensuales.
"Arrancamos muy tranquilos y en marzo explotó todo, hubo un boom que superó nuestras expectativas. Veníamos muy abajo en las ventas hasta la pandemia. Nosotros lo relacionamos a que la gente le ha empezado a prestar más atención a la casa", dijo González.
A partir de la pérdida de la beba, la familia quiso enfocarse en un proyecto positivo para salir adelante, según cuenta la emprendedora. El negocio realiza envíos a todo el país y, aunque la fabricación de los productos lo hacen ellos mismos, no ven lejana la posibilidad de contratar a alguien para cumplir con los pedidos.
"La aceptación de los productos es fantástica. Trato de tener stock siempre. Vendemos mayoristas y minoristas. Hemos mandado al sur, Córdoba, Santa Fe y Neuquén, y lo que nos está pasando ahora es que estamos cumpliendo con lo justo, porque no nos damos abasto con todos los pedidos porque los hacemos con mi marido", agregó.
"Antes de la pandemia habíamos hecho un showroom en casa, pero lo cerramos. Los productos que hacemos no están caros, aunque el margen de rentabilidad tampoco es muy alto. A veces, nos cuestionamos si no estamos poniéndole mucho el cuerpo", planteó. El negocio inició con una inversión de $7000, pero en el medio hubo una serie de cursos que debieron tomar para poner manos a la obra y comenzar la producción en masa.
"Apuntamos a todos los niveles sociales: altos y bajos. Nuestros productos llegan a todos, era lo que buscábamos. Queremos llevar algo lindo a quienes la consumen. Al principio no teníamos grandes expectativas", aseveró.
Según expresó, la idea de iniciar un negocio relacionado con la decoración de ambientes, surgió por una necesidad de achicar gastos luego de haber renunciado a su trabajo como oficial de negocios pyme en una sucursal bancaria y de armarse sus propias fragancias ambientales.
En esa línea también habló María Fe Delrío, una instrumentadora quirúrgica que en los días hábiles trabaja en un centro de otorrinolaringología y en paralelo lleva adelante Illuminare, un negocio de velas y aromatizantes que inició a finales de 2019. "Me di cuenta que a partir de la soja podía hacer un producto natural y no dudé en hacerlo. Las inversiones las fui haciendo de a poco con mi sueldo. Fueron ocho meses de inversión donde no había ganancia, pero en estos cinco meses cambió todo", relató. El negocio comenzó a tener una facturación de aproximadamente $30.000 mensuales. Lo más costoso del producto, según advirtió, son las esencias, que abarcan el 80% del costo total de la vela.
"En pandemia levantó un montón el negocio. Mucha gente regala velas para pacientes con Covid-19, cuando me hacen los pedidos, piden que agregue una tarjeta con un mensaje. Una vela es una luz, y el mensaje que quieren enviar es muy fuerte. Quizás no es tanto por la decoración, sino por el significado", observó.
Según contó la emprendedora, al pasar más tiempo dentro de las casas, la gente se dedica a transformar los espacios y rincones en lugares más amenos para convivir. "Algunos también las usan como objeto de decoración, se usa mucho desde las velas chicas hasta las gigantes", clasificó.
"Yo no tenía ahorros, tampoco podía invertir mucho en producción, empecé pesito a pesito. En pandemia no trabajé, y eso me hizo meter mucha pila al emprendimiento para poder vender. Es un producto que no es difícil de hacer, solo demanda tiempo", destacó del emprendimiento que está in crescendo.
"La vela de cera de soja no tiene cuerpo, por eso siempre se la ve en envases, porque siempre va a necesitar de un objeto que la contenga, se derrite completamente y se aprovecha todo el producto. Es un producto natural, orgánico, biodegradable, y no parafina", señaló. Uno de los motivos por los que el producto está pasando una suerte de apogeo en las ventas es por la responsabilidad social ambiental que ha surgido en los últimos años.
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