Es cordobesa, con su pareja abrió un restaurante con 50.000 euros y ganaron una estrella Michelin
Carolina Lourenço y Germán Carrizo están instalados en Valencia; es la primera mujer argentina en quedarse con la máxima distinción de la cocina; hoy tienen tres locales propios
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CÓRDOBA.- Carolina Lourenço, para todos “Carito”, nació en Río Cuarto (Córdoba) y, después de estudiar gastronomía, a los 21 años se fue con una propuesta de trabajo a España. Hoy tiene 38. La idea era no regresar, avanzar con un proyecto propio junto a su pareja Germán Carrizo, también cocinero, y lo lograron. Empezaron a independizarse con una consultora y con 50.000 euros ahorrados abrieron su primer restaurante, Fierro en Valencia, con el que ella fue la primera mujer argentina en ganar una estrella Michelin.
Hoy tienen, además, el restaurante Doña Petrona y La Central de Postres, donde hacen pastelería para venta individual y para otros restaurantes. En diálogo con LA NACION, Lourenço cuenta que su pasión por la cocina viene “de familia, de comer bien en casa, donde se cocinaba mucho”. Tenía tías reposteras y también su mamá “elaboraba mucho la comida”. “Nos juntábamos con la excusa de comer y siempre había muchos postres y mesas extendidas, bien al estilo argentino”, recuerda.
Hace 17 años había terminado de estudiar gastronomía, una carrera que eligió porque -además de cocinar- le gustaba la idea de que “permitía viajar y conocer otras culturas”. Una propuesta laboral la hizo ir a España, donde arrancó trabajando en un restaurante, donde estuvo dos años y pasó a otro más o menos por el mismo tiempo.
Estaba en un “impase” analizando qué hacer cuando un jefe con el que ella y Carrizo habían trabajado -Quique Dacosta- los llamó porque iniciaba unos proyectos en Valencia y los quería con él: “Estuvimos cinco años, nos hicimos cargo de la apertura de dos restaurantes, El Poblet y Vuelve Carolina; llevábamos la gestión, éramos jefes de cocina, hacíamos creatividad”.
En ese rol estuvieron hasta 2015, cuando decidieron montar su propia empresa de consultoría. La experiencia, asegura, les había dado “training; fueron años intensos, de aprendizaje en todos los sentidos”.
“Empezamos con el concepto de asesoría porque era lo que nos permitía no tener costos fijos ni inversión inicial -describe Lourenço-. Viajábamos por toda España con diferentes proyectos, desde grandes restaurantes que había que hacer desde cero hasta intervenir para un cambio de carta, auditorías contables… Era muy versátil, dependía de lo que no necesitara el cliente; nos adaptábamos”.
Con ese esquema se capitalizaron para abrir Fierro en 2015: “Teníamos la idea pero la veíamos como más lejos de lo que al final fue; al año de la asesoría estábamos en el restaurante”. Cuenta que no querían hacer cocina argentina aunque sabían que iba “a estar la impronta, por nuestra cultura, por cómo crecimos comiendo. Nos focalizamos en una cocina del producto mediterráneo”.
En diciembre del 2021 ganaron la primera estrella Michelin. “Claro que conseguirla permite generar más volumen de clientes; salen muchos eventos y cuestiones complementarias al restaurante; el equipo creció”. Hoy son 32 personas entre los tres negocios y 150 comensales diarios entre los dos restaurantes.
Fierro es para solo 12 personas que, hasta la pandemia de Covid-19, compartían una mesa única que, después, se dividió en cuatro, pero siempre en un solo ambiente en el que los comensales comparten la experiencia.
En Doña Petrona Casa de Comidas sí hay un “homenaje” a la cocinera que llegó a la televisión y con cuyas recetas, dice Lourenço, aprendió “mucho”. “Es cocina de la casa, del hogar, de la que es muy rico disfrutar”, añade y menciona que cada vez que viene a la Argentina se trae ediciones del libro de Petrona C. de Gandulfo.
Hace seis años, para que la pastelería también tuviera su propio espacio, abrieron La Central de Postres: “El motor fue reivindicar la parte dulce en el menú”.
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