Es argentino, un mail le cambió la vida y armó un negocio de $1000 millones
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Stefan Hermansson, de 45 años, es un argentino descendiente de suecos que emprende desde antes de terminar su carrera universitaria en administración de empresas. Su primer proyecto, en 1999, se trató de una comunidad deportiva con sistemas de reservas que duró lo que tardó en explotar la burbuja de las puntocom. Pero, en 2002, inició un nuevo camino con Biomac, una empresa que aprovechó la devaluación del peso para exportar fruta congelada de la Argentina hacia el resto del mundo.
“La realidad es que después de mi primer emprendimiento no quería volver a la relación de dependencia y mi cuñado, que se especializa en comercio internacional, me dijo que había que aprovechar el contexto para exportar. Me mencionó que en Europa había una creciente demanda de alimentos orgánicos. Así es como fui a la Feria Sial con la idea de vender mermeladas orgánicas, pero enseguida me di cuenta de que había grandes fabricantes con costos bajísimos y una alta calidad. Por lo que, al día siguiente, ya sin muchas expectativas, traté de detectar alguna otra oportunidad y encontré varios interesados en comprar frutas congeladas”, contó en diálogo con LA NACION.
El primer año del emprendimiento fue duro hasta que, en junio de 2003, recibió un mail de uno de los asistentes a la feria que le solicitaba una cotización para enviar varios containers de frutilla congelada a China. “Ahí empecé a buscar proveedores a través del INTA, que me pasó contactos en Tucumán y Santa Fe. Fui a visitarlos sin experiencia y sin dinero para pagarles por adelantado. Fue un desafío que confiaran en mí y me mandaran 23 toneladas de frutilla por camión, pero salió bien. Mandé cinco contenedores para China y uno a Suecia y al año siguiente el cliente de China compró 15 más. El de Suecia también compró”, relató.
Durante los siguientes cuatro años el negocio siguió creciendo hasta la crisis mundial de 2008, cuando se empezó a focalizar en el mercado interno vendiéndole a grandes clientes industriales, como Canale, Arcor y Freddo. Como resultado de esto, comenzó a necesitar un espacio para procesar y almacenar la fruta y, en 2013, inauguró una planta propia en la zona de Tortuguitas, Malvinas Argentinas, en la provincia de Buenos Aires.
En ese entonces pasó de tener 10 a 110 empleados en cuatro meses, pero, lamentablemente, tres años después la planta sufrió un incendio y tuvo que reconfigurar nuevamente el negocio a la fuerza.
“Hubo que despedir a 70 personas que eran operarios, recuperar stocks, pagar deudas y seguir con 40 personas a las que había que reubicar. Por suerte salió todo bien con mucho apoyo de nuestros proveedores y hoy tercerizamos todo con un departamento de calidad muy fuerte que supervisa los procesos para que cumplan con nuestros requerimientos y los de nuestros clientes”, aseguró.
Este año la facturación de la empresa cerraría entre $800 millones y $1000 millones, un 25% más que el año pasado. La idea para 2022 es por lo menos repetir este escenario.
Actualmente, exportan frutillas, arándanos, duraznos, batatas y zapallos congelados y están viendo de agregar dientes de ajo y cebolla congelada. También venden arándanos y zapallos frescos y productos secos como semillas de sésamo y chía. Los principales pedidos vienen de los Estados Unidos y Canadá para todo lo que es congelado, mientras que Europa demanda productos frescos y secos.
Por otro lado, en el mercado interno avanzaron con una red de revendedores que crecieron de 200 a 800 durante la pandemia de Covid-19.
“La idea es que, a través de un revendedor o del e-commerce, el cliente pueda comprar todo lo que necesita para tener una alimentación saludable. Empezamos revendiendo productos con marcas de terceros como las Franui, hamburguesas y leches vegetales, pero ahora estamos desarrollando nuestra propia marca. Durante 2022 estaremos lanzando una miel orgánica, aceite de oliva orgánico y pulpas para bebés de seis meses, entre otros productos”, cerró.
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