Energía verde, frigoríficos y forestación. Las nuevas apuestas del grupo Benetton en la Argentina
Sin descuidar su negocio de cría de ovejas y producción de lana en la Patagonia, el holding italiano avanza con un proceso de diversificación de sus inversiones locales
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A punto de cumplir cuarenta años en la Argentina, el grupo Benetton avanza con una diversificación de sus negocios locales. Sin descuidar la cría de ovejas y la producción de lana, el holding creado por Luciano Benetton y sus tres hermanos inició hace cuatro años un proceso de reordenamiento y profesionalización de sus inversiones en la Argentina con la mira puesta en la incursión en nuevos rubros.
En una entrevista con LA NACION, Agustín Dranovsky -el hombre que la familia italiana puso al frente de sus negocios locales hace tres años- adelantó los planes del grupo para crecer en el negocio de la producción carne caprina, avanzar en un proceso de industrialización forestal con la puesta en marcha de un aserradero en la Patagonia e incursionar en el negocio de la energía con un proyecto de producción de hidrógeno verde.
“Queremos dejar atrás la idea de que somos terratenientes que no producen nada y mostrar el impacto que tienen nuestras inversiones en toda la economía de la región”, explica el CEO de una compañía que en la Argentina factura US$35 millones y que a través de su cinco divisiones de negocios emplea en forma directa a 300 personas, aunque en tiempos de esquila de lana duplica su fuerza laboral.
El grupo Benetton nació en Treviso, en la región del Véneto, en la década del ‘60 como un pequeño emprendimiento familiar de producción de telas y sweaters a cargo de Luciano Benetton y sus hermanos: Gilberto, Giulana y Carlo. A partir del pequeño taller, Benetton levantó un verdadero emporio de la indumentaria que en los ‘80 se convirtió en una marca global, apalancada en gran parte en sus recordadas (y para el momento, polémicas) campañas de publicidad, bajo el slogan United Colors of Benetton. Hoy el grupo suma activos por más de 10.000 millones de euros, con inversiones diversificadas que van desde el real estate hasta la participación en autopistas, pasando por alimentos, infraestructura digital, aeropuertos y seguros, pero sin descuidar el negocio original de la moda, donde participan con más de 5000 tiendas de la marca de ropa Benetton.
Trayectoria local
En la Argentina, su historia también es larga. La primera inversión en el país se concretó en 1983, cuando Carlo Benetton fue tentado por otros empresarios italianos para poner un pie en el país. El debut llegó con la compra de un edificio de oficinas en pleno microcentro porteño, en Viamonte y Esmeralda, donde al día de hoy todavía siguen funcionando la sede del grupo en la Argentina. Poco después, llegó la primera compra de tierras, en la zona de Balcarce: 16.000 hectáreas donde hoy producen trigo, maíz y soja y a su vez le alquilan parte de los campos a la multinacional McCain para la producción de papas.
Sin embargo, el gran salto en el mercado argentino llegó en 1991 cuando el holding italiano -que en ese momento, ya había dejado atrás el nombre de Grupo Benetton y se había rebautizado como Edizione- desembarcó en la Patagonia, con la compra de la sociedad Compañía de Tierras Sud Argentino. Esta última firma estaba controlada por tres familias locales -Paz, Menéndez y Ochoa- y en total controlaba 360.000 hectáreas repartidas en cuatro estancias (Leleque, Maitén, Pilcaniyeu y Montoso) unidades separadas, en Chubut y Río Negro.
A partir de la compra de estas tierras, el grupo italiano no sólo se convirtió en uno de los mayores terratenientes de la Patagonia sino también empezó a consolidar sus negocios en la Argentina, con el foco puesto en la cría de ganado ovino y la producción de lana.
“La sociedad Compañía de Tierras Sud Argentino nace en 1889 de la mano de un grupo de familias inglesas y en la década del ‘20 del siglo pasado empieza a cotizar en la Bolsa de Londres. Los ingleses son los que empiezan a desarrollar la zona con la producción de ganado ovino y en la década del ‘70 la empresa pasa a manos de los inversores locales que después venden la sociedad a Benetton”, explica Dranovsky.
A partir de estas cuatro estancias patagónicas -a las que después se sumaron otras 525.000 hectáreas en la provincia de Santa Cruz, a través de las estancias Coronel (en Puerto San Julián) y Cóndor (en Río Gallegos)-, el grupo italiano fue consolidando su presencia en el negocio ovino, que hoy incluye un proceso de integración vertical, que va desde la cría de 250.000 cabezas, hasta la producción de más de 880.000 kilos de lana, lo que lo convierte en el mayor productor del país.
“Originalmente el negocio de la producción de ganado ovino y lana nació para abastecer de materia prima al grupo y su negocio textil pero hoy somos una sociedad completamente independiente que exporta toda su producción a todo tipo de clientes en Europa y Asia”, explicó Dranovsky.
La sociedad además tiene su propio frigorífico de carne de cordero, Faimali, en Río Gallegos, en el que acaba de concretar una inversión de US$2 millones para ampliar la producción y montar un saladero kosher “Hoy el frigorífico está en el top 3 de producción de carne de cordero y el 70% de la producción se exporta. Somos muy fuertes en carne kosher, que se vende a Israel, pero también abastecemos a Japón, Francia y Portugal. El 30% de la producción se vende en el mercado local, con el foco puesto en la Patagonia, pero nuestros cortes también se consiguen en Buenos Aires, en los supermercados de Jumbo, Changomás y Coto”, explica Dranovsky.
El número uno de CTSA destaca que el potencial que tiene la carne de cordero a nivel local es muy grande, pero reconoce que cruzar el paralelo 42 no es tan fácil. “Queremos crecer con nuestra marca a nivel nacional y estamos trabajando desde la cámara que reúne a los frigoríficos para imponer el consumo de carne de cordero, que en Buenos Aires todavía sigue muy asociada a los hoteles y los restaurantes ligados al turismo”.
La lana y la carne de cordero no son los únicos negocios del grupo en la Patagonia. En la década del 90, la familia Benetton inició la plantación de 10.000 hectáreas de pino ponderosa en sus estancias de Chubut y Río Negro y ahora avanza con un proyecto para levantar un aserradero que abastezca de madera a la zona.
“Hoy toda la madera que se consume en la región es importada en camiones desde Misiones y creemos que hay una oportunidad para la producción local, que puede ser muy competitiva”, explica Dranovsky. “Después de treinta años ya estamos en condiciones de procesar la producción forestal propia. Sería un proyecto inédito para la zona: un aserradero en la primera etapa, con la aspiración de poder generar luego productos madereros más sofisticados. Esta inversión generaría muchos puestos de trabajo en la zona de la Cordillera”
En la empresa aseguran que esperan una oferta sustentable de rollos de madera que rondaría los 23.000 m3/año al inicio y que luego superaría los 40.000 m3/año. “En una primera etapa, un 30/40% de la producción será remanufacturada como machimbre, producto de alta demanda en la región, y tablas secas de madera. En un futuro podría sumarse una producción de molduras con destino a exportación. La producción de pellets es otra alternativa industrial potencial para los rollos más finos y residuos de la industria de aserrado”, explican en la compañía controlada por los italianos.
La inversión inicial en el aserradero ascenderá a US$2,5 millones, aunque Dranovsky reconoce que la decisión de avanzar con el proyecto está sujeta a que no se complique el clima social en la región. “Tenemos más de 60 denuncias penales presentadas por usurpaciones de tierras, cortes de alambrados, por carneadas y robo de hacienda. Hubo ataques a nuestros trabajadores, nos incendiaron cinco puestos y se ejerció violencia sobre los puesteros. A todo esto se suma lo que perdemos por no poder utilizar las tierras que están afectadas por las usurpaciones, que decidimos no trabajar para no exponer a nadie de la empresa”, explica
Dranovsky explica que las tomas de tierras en sus estancias se iniciaron en 2002 y que lo que inicialmente parecía un problema puntual de una estancia de Benetton, con los años se fue extendiendo a otros campos. “Las tomas están afectando el proceso productivo. Nuestras tierras en la Patagonia no son una reserva de valor o algo turístico. El dueño tiene su casco de estancia, pero todo el resto de los campos en uso y nosotros como dueños buscamos maximizar ese uso. Lo que tratamos es que cada porción del campo forme parte de un proceso productivo y las tierras que están tomadas tienen que salir de la actividad, con lo cual dejan de aportar lana y carne”, explicó Dranovsky.
Apuesta verde
El tercer proyecto de inversión -y el que se presenta como más audaz- es una incursión del grupo en el negocio de las energías renovables, con la mira puesta en el incipiente negocio del “hidrógeno verde”. El hidrógeno es una molécula con alto contenido energético que usualmente se obtiene a partir de combustibles fósiles. Tiene tres veces más energía que la nafta y se trata de una fuente sustentable, porque, a diferencia de otros combustibles, no produce dióxido de carbono (CO2), principal componente de los gases de efecto invernadero.
En todo el mundo se trata de un negocio que recién está dando los primeros pasos, con los primeros proyectos en marcha en Australia y el norte de Chile, mientras que a nivel local por el momento la principal novedad pasó por el anuncio que hizo la empresa australiana Fortescue para la construcción de una planta en Río Negro, con una inversión de US$8400 millones.
“Hace tiempo empezamos a analizar el rubro de las energías renovables y a partir de esta idea surgió la posibilidad de hacer algo con hidrógeno verde. Por el momento, es un proyecto que tenemos en análisis y la idea no sería participar solos sino a través de una asociación. Queremos sumar a un socio que aporte el know how en el negocio del hidrógeno verde para llevar alguna explotación conjunta en los campos que tenemos en Santa Cruz”.
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