Elon Musk compra Twitter. ¿En serio? Probablemente…
El reticente candidato logra evitar un juicio, pero hereda una montaña de desgracias legales y comerciales
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El acuerdo sigue en pie, ¿no…? Con el largo coqueteo de Musk con Twitter, es imposible saberlo. En abril, el hombre más rico del mundo aceptó sumarse a la junta directiva de la empresa, pero una semana después se arrepintió. Después firmó un acuerdo de compra por la empresa, pero a os pocos días estaba tuiteando insultos contra sus directivos. En julio dio directamente por caído el acuerdo, y Twitter lo demandó. Y hace un par de días, el 3 de octubre, anunció que al fin y al cabo la va a comprar.
¿Va en serio esta vez? Los mercados le creyeron: las acciones de Twitter saltaron de 42 a 52 dólares el papel, apenas por debajo de la oferta de 54,2 dólares por acción ofrecido por Musk. Los accionistas de la red del pajarito ya dieron su okey para la venta y los organismos antimonopolio no han planteado objeciones, así que la adquisición podría concretarse en cuestión de días.
De ser así, Twitter habrá ganado el gran “juego de la gallina”. En su momento, Musk justificó que se retiraba porque Twitter tenía más “bots” (usuarios falsos) de lo que admitía, algo que la empresa niega. Pero en realidad seguramente lamentaba tener que pagar US$44.000 millones de dólares por una empresa cuyo valor en julio había caído a menos de US$30.000 millones, en medio del derrumbe de las acciones tecnológicas. Muchos pensaron que Twitter le ofrecería un descuento a Musk para mantener a flote la venta y evitar un litigio en los tribunales. Finalmente, y contra todos los pronósticos, el que arrugó fue Musk.
Sus argumentos estaban destinados al fracaso: la justificación de los “bots” no convencía a nadie. Y si Musk esperaba salirse con la suya pagando solo una multa de 1000 millones para dar de baja el acuerdo, en las audiencias previas la jueza de la causa tomó partido sistemáticamente por Twitter, así que Musk se vio venir que si perdía le haría pagar los US$44.000 millones, uno sobre otro.
Musk podría haberse jugado igual, pero el avance de la investigación judicial demostró ser perjudicial para él. El 28 de septiembre, la corte difundió 33 páginas de mensajes de texto entre el magnate y sus compadres de negocios que dan vergüenza ajena. “Cuenta con mi espada”, le escribió a modo de promesa Jason Calacanis, uno de los potenciales inversores en Twitter, con esa cita textual de El señor de los anillos. “¡Hágame entrar el juego, entrenador!”
Si esquivar el juicio resuelve uno de los problemas de Musk, al adquirir Twitter se compró varios problemas más. El negocio publicitario, principal fuente de ingresos de la red social, quedó muy golpeado por la guerra en Europa y por las disrupciones de las cadenas de suministros en Asia. Además, el personal de Twitter desconfía de Musk y lo querrán todavía menos cuando empiece a talar costos a mansalva. También tendrá que conseguir un nuevo CEO que acepte hacerse cargo, después de una pelotera pública con Parag Agrawal, el CEO actual, uno de los pocos que logró emerger de la debacle con su reputación intacta.
Y también hay problemas cocinándose a fuego lento en Washington. El 3 de octubre, la Suprema Corte norteamericana aceptó intervenir en dos causas que involucran a redes sociales. Una de esas causas es contra YouTube, propiedad de Google, donde se reclama que las plataformas tecnológicas sean legalmente responsables de los contenidos que recomienda su algoritmo. La otra es contra Twitter, y argumenta que las plataformas son cómplices del terrorismo por alojar material de sus simpatizantes. Un fallo adverso en cualquiera de las dos causas resultaría catastrófico para el funcionamiento de Twitter y las demás redes sociales. Esa es la ganga que se consiguió Elon Musk, y por apenas US$44.000 millones.
Traducción de Jaime Arrambide
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