El futuro según Pfizer. Los laboratorios están volviendo a abrazar la innovación
La pandemia le permitió a la industria farmacéutica reinventarse ante la sociedad
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“Lo imposible muchas veces puede volverse posible”, reflexiona Albert Bourla, presidente y director ejecutivo de Pfizer. Está hablando del veloz desarrollo por los laboratorios estadounidenses (junto con BioNTech de Alemania) de una vacuna contra el Covid-19. Esto también se aplica a la recuperación de la industria farmacéutica.
Antes de la pandemia las grandes fábricas de medicamentos estaban en grandes problemas. Se las criticaba ampliamente por invertir más en marketing que en investigación, por producir drogas que sólo son copias antes que desarrollar nuevas terapias y por supuestos acuerdos para elevar los precios. Cuando la encuestadora Gallup pidió a estadounidenses en 2019 que hicieran el ranking de dos docenas de industrias grandes, el negocio de los medicamentos se ubicó último. Ese año sus líderes fueron sometidos a un cuestionamiento bipartidario en el Congreso norteamericano al estilo del que se le aplicó a la industria del tabaco, lo que amenazó con la imposición de controles de precios. Las preocupaciones por la baja de las investigaciones y las ganancias se hacían sentir en el precio de las acciones de los fabricantes de medicamentos.
Al principio la pandemia parecía ser un nuevo golpe. Las cadenas de provisión y producción de materiales esenciales como los productos químicos precursores se vieron sacudidas. Lo mismo sucedió con las pruebas clínicas de nuevos medicamentos de los que dependen las ganancias futuras. Pero entonces algo pasó. Al reabrirse gradualmente las economías el año pasado, las ventas de medicamentos comenzaron a recuperarse. Varias firmas, al igual que Pfizer, han creado vacunas efectivas en contra del Covid-19. Pfizer considera que las ventas de su vacuna superarán los US$15.000 millones en 2021. La firma considera que podría agregar más de US$4000 millones a sus ganancias ajustadas sin descontar impuestos. Los inversores se están entusiasmando más con el sector.
Las razones para el optimismo van más allá de la inyección para el Covid. Otro CEO de una gran empresa farmacéutica recientemente declaró ante un público privado que la pandemia ha sido “un punto de inflexión significativo para la industria”. Por improbable que pudo haber parecido hace un año de la adversidad está surgiendo un negocio más innovador y más ágil.
La carrera contra el Covid-19 llevó a las farmacéuticas a “quebrar todas las reglas”, dice Tim Van Biesen de la consultora Bain. Esto llevó a muchos CEO a preguntar porque no son más ágiles en sus operaciones diarias. John Reed, jefe de investigación y desarrollo (I&D) de Sanofi, un gigante francés, dice que la pandemia ha hecho que el poder de decisión se ubique en puntos más bajos de la escalera corporativa, ayudando a su firma a avanzar con un mayor sentido de urgencia. “Logramos tener conceptos para poner a prueba en tres o cuatro días, lo que llevaba tres o cuatro meses en el pasado”, se maravilla.
Sam Glick de la consultora Oliver Wyman, señala que la inscripción de nuevos pacientes en pruebas clínicas, que cayó casi un 80% en medio de la pandemia, se ha recuperado al abrazar las firmas herramientas digitales tales como el monitoreo remoto, chequeo de los pacientes por vía electrónica interconsultas. David Ricks, que conduce Eli Lilly, otra gran farmacéutica estadounidense, ha dicho que las pruebas virtuales pueden demostrar más rápido y mejor, además de incorporar poblaciones que son más difíciles de contactar, por ejemplo en áreas rurales. Andrew Badley de la clínica Mayo, una cadena hospitalaria estadounidense líder, sostiene que los científicos que producen las drogas por primera vez están haciendo un buen uso de datos no estructurados tales como las anotaciones de médicos clínicos. La digitalización permitió a Pfizer mantener el rumbo con todas sus pruebas en 2020. “Antes de la pandemia no nos hubiéramos atrevido a probar estas cosas pero fueron plenamente aprobadas”, dice Bourla. Y están aquí para quedarse.
Los visitadores médicos de las farmacéuticas, a los que la pandemia privó de la oportunidad de ofrecer materiales “educativos” para doctores, también se están digitalizando. El CEO de Eli Lilly ha estimado que los contactos virtuales de su firma aumentaron más de 10 veces en 2020 comparado con un año antes. Considera que también se los mantendrá ya que pueden permitir a la firma “llegar a los médicos que no reciben a nuestro representante de ventas”. Bourla acuerda, informando que “a los doctores les gusta”. El McKinsey Global Institute (MGI), el centro de estudios de la consultora, calcula que el paso a las ventas digitales podría aumentar la productividad de toda la industria en un 25%, ya que significa menos personal y presupuestos más reducidos de marketing y ventas, que ahora representan casi el 40% de los costos operativos de los fabricantes de drogas.
Modelo agotado
El modelo de innovación anquilosado de las grandes empresas farmacéuticas también está sufriendo un sacudón. En el pasado había “muchos menos targets” para las firmas farmacéuticas, dice Bourla, por lo que tenía sentido invertir mucho en unos pocos medicamentos de gran venta. Ahora, observa, las firmas tienen que escoger entre cientos de posibilidades. Esta “explosión de nuevas plataformas y drogas candidatas resultará en mucha mayor colaboración” del tipo de Pfizer y BioNTech, predice David Risinger del banco de inversión Morgan Stanley. Las farmacéuticas están obsesionadas con la protección de su propiedad intelectual pero muchos analistas de la industria, incluyendo Van Biesen de Bain, sostienen desde hace mucho que deben abrazar una innovación mucho más abierta. Una cantidad de colaboraciones recientes sugieren que por fin pueden estar escuchando.
Quizás la razón más sorprendente para ser optimista respecto de las grandes farmacéuticas y sus perspectivas surge de su mala imagen. Muchos estadounidenses nunca habían oído hablar de Pfizer y los que sí probablemente consideraban que a la compañía sólo le interesaba el dinero. Ahora la compañía es reconocida por gente común como una innovadora que salva vidas. “La ciencia grande es algo bueno y las grandes farmacéuticas ahora están firmemente sentadas a la mesa y tienen la posibilidad de volver a ser ‘buenas’”, piensa David Frey de la consultora KPMG. Una reciente encuesta de Harris concluyó que la aprobación del público de la industria dio un salto de alrededor del 30% el año pasado a más del 60%.
¿Aprovecharán el momento las farmacéuticas? Bourla dice que Pfizer no apoya el status quo de los precios de los medicamentos en Estados Unidos. Son elevados medido por los estándares globales y aportan la mayor parte de las ganancias del negocio global de los medicamentos. Va más allá, insistiendo en que Pfizer está “dispuesta a contribuir financieramente” a reformas que den “acceso a todos” siempre que las aseguradoras y el Estado aporten también. Si pudiera persuadir a sus colegas, los patrones de la industria farmacéutica, de que apoyen este nuevo contrato social, podría ser una hazaña aún mayor que esas increíbles vacunas para el Covid-19.
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