El futuro del trabajo. Mitos y verdades de la Gran Renuncia
A pesar de lo que se cree, en el último tiempo no se registró una fuerte alza en el número de personas que dejan sus puestos
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Cuando comenzaron a desvanecerse los efectos de la gripe española en 1919 los trabajadores de Seattle produjeron una agitación. Muchos estaban hartos de las largas jornadas de trabajo y la mala paga, especialmente dada la alta inflación. Los trabajadores de los astilleros salieron a la huelga, llevando a otros a abandonar sus herramientas en solidaridad. Los diarios estaban llenos de historias de mecánicos, bomberos y pintores que abandonaban sus empleos. Los eventos en Seattle provocaron conflictos laborales en todo Estados Unidos, incluso en gran parte del mundo rico. A los patrones les preocupaba que las clases bajas ya no quisieran trabajar y se volvieran anticapitalistas.
Seattle una vez más parece ser el centro de un gran cambio en las relaciones laborales. Los hoteles y tiendas tienen falta de personal. Las firmas tecnológicas locales, temerosas de perder personal, han aumentado los salarios en promedio cerca del 5% desde 2020. Microsoft, una de ellas, sostuvo este año que el 46% de la fuerza laboral global estaba planeando “un cambio mayor o una transición de carrera”.
Seattle parece un ejemplo de lo que Anthony Klotz de la Universidad Texas A&M ha llamado la “Gran Renuncia”. Ese término memorable se ha convertido rápidamente en una expresión en boga en el ámbito corporativo que se escucha en las llamadas colectivas de las compañías para informar sus ingresos y en cócteles empresarios. También ha provocado ondas online. Una cartelera “antitrabajo” en Reddit, un sitio de redes sociales, está cargado de extensas diatribas contra las demandas de los patrones avariciosos.
El término es elástico pero en esencia plantea que la pandemia ha provocado un cambio cultural en el que los trabajadores reevalúan sus prioridades. La gente en empleos de bajo estatus ya no acepta baja paga o malas condiciones de trabajo, mientras que los empleados de cuello blanco rechazan la idea de horarios prolongados. Alguna gente se ha vuelto más perezosa o considera tener más derechos; otros quieren probar algo nuevo o desean menos dinero por que han llegado a apreciar la felicidad de una vida más simple. Esto supuestamente está llevando a un tsunami de renuncias y abandonos. Hay un solo detalle: hay pocas evidencias en la realidad que le den soporte.
La tesis de la Gran Renuncia parece sostenerse con más fuerza en Estados Unidos y Gran Bretaña.
En octubre 4,2 millones de norteamericanos abandonaron sus empleos, equivalente a casi un 3% del empleo total, cerca de la cifra récord. En el tercer trimestre del año casi 400.000 británicos pasaron de un empleo a otro luego de presentar su renuncia, el nivel más elevado de toda la historia. Los empleadores pueden estar respondiendo a la amenaza de nuevas partidas también. Un índice compilado por el banco Goldman Sachs sugiere que el aumento de los salarios en ambos países es inusualmente grande.
Un informe negativo del empleo en Estados Unidos, difundido el 3 de diciembre, parece confirmar lo difícil que se ha vuelto contratar personal al mismo tiempo que hay una inmensa cantidad de vacantes. La mayor economía del mundo agregó tan sólo 210.000 empleos en noviembre, por debajo de las expectativas de los economistas de alcanzar los 550.000 puestos de trabajo.
Sin cambios
En otras partes del mundo rico es más difícil registrar una gran cantidad de renuncias. Es cierto que millones han dejado el trabajo y la fuerza laboral en el mundo rico es un 3% más pequeña de lo que hubiese sido sin Covid-19, un déficit de 20 millones de personas. Pero fuera de Estados Unidos y Gran Bretaña hay pocas señales que reflejen que hay más gente renunciando.
En noviembre 107.000 canadienses que habían dejado su trabajo en el último año lo habían hecho por “insatisfacción”, comparado con 132.000 previo a la pandemia. En Japón la cantidad de gente desocupada que había dejado su anterior empleo está cerca del punto más bajo de la historia. Hay indicios de un pequeño aumento de las renuncias en Italia, pero en toda la UE el paso de gente del trabajo al ocio es menor que antes de la pandemia. Datos de Nueva Zelanda de flujos del mercado laboral se ven por completo similares a los habituales.
Y en muchos lugares hay escasas señales de que los trabajadores estén inquietos, lo que podría presagiar un aumento de las renuncias. El número de disputas laborales en Australia sigue en tendencia bajante. Las disputas colectivas “van camino de la extinción” según una reciente edición del diario Japan Labour Issues. Si la pandemia ha cambiado la visión de los trabajadores del mundo, lo están ocultando bastante bien.
Son otros factores entonces lo que probablemente ayuden a explicar la declinación en la fuerza laboral. Mucha gente aún dice que teme contagiarse Covid-19 y por tanto está evitando los espacios públicos, por ejemplo.
Aunque la ola de renuncias sea en gran medida un fenómeno anglo-americano, ¿hay alguna evidencia de que la gente que renuncia lo hace porque ya no quiere trabajar? Más allá de lo que digan los mensajes en Reddit, no parece ser éste el caso. En Gran Bretaña un décimo de los trabajadores dice que le gustaría tener un empleo con horario más corto y menos paga, pero esto coincide con el promedio de largo plazo.
Un estudio reciente de Gallup en Estados Unidos sugiere que el “compromiso de los empleados”, una expresión aproximada de la satisfacción con el empleo, está cerca de su nivel más alto de todos los tiempo: esto es difícil de compatibilizar con la idea de que mucha más gente busca la puerta de salida.
Puestos vacantes
Eso sugiere dos explicaciones más prosaicas de las altas tasas de renuncia. Una tiene que ver con los puestos vacantes. Cuando hay muchos puestos disponibles la gente se siente más confiada de presentar la renuncia aunque le guste su empleo. También pueden ser reclutados por otras empresas. En este momento hay un alto número de vacantes en parte porque la pandemia ha creado una fuerte demanda en nuevos sectores (como depósitos de cadenas minoristas online). Análisis de Estados Unidos por Jason Furman de la Universidad de Harvard y de Gran Bretaña por Pawel Adrjan de Indeed, un sitio de búsqueda de empleos, sugieren que las renuncias a empleos están en el nivel que uno esperaría dada la cantidad de vacantes.
Pero el análisis de Furman y Adrjan puede subestimar lo poco llamativo que es el auge de las renuncias en realidad. En ambos países las renuncias cayeron durante lo peor de la pandemia a mediados de 2020. Mucha gente que hubiese querido dejar un puesto de trabajo el año pasado quizás ahora haya reunido suficiente coraje para hacerlo. Si se toma en cuenta estas renuncias “postergadas” el reciente aumento se ve aún menos inusual.
¿Podría emerger realmente una “Gran Renuncia”? Probablemente requeriría más cambios culturales radicales. Los hogares tendrían que decidir en masa que sus necesidades futuras de consumo y la cantidad de ingresos necesarios para cubrirlos serían sustancialmente más bajos. Eso significaría no tomarse más vacaciones en el extranjero, cenar menos en restoranes y comprar menos electrodomésticos. Significaría también menos regalos de Navidad. Cualquiera que haya visitado una tienda en el último Black Friday en Seattle o en cualquier otro lugar de Estados Unidos, habrá visto que no hay ningún cambio tan dramático en curso.
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