El futuro del trabajo. El camino hacia modelos híbridos
A pesar de que a lo largo de la historia se han observado momentos de avance y de retroceso, la globalización es una tendencia histórica de la humanidad. Las sociedades consiguen expandirse hasta donde la tecnología de su época se lo permite. El desarrollo del comercio siempre en busca de nuevos mercados, la exploración curiosa para saciar la necesidad de conocimiento, y la mera conquista religiosa, política o económica (o una mezcla confusa de las tres) hicieron que las personas trataran de ampliar las fronteras geográficas hasta donde los medios que disponían se lo facilitaron.
Quizás la primera "globalización" –al menos digna de ser llamada así– fue la que se produjo entre los pueblos antiguos del Mediterráneo. Hace poco más de quinientos años, el desarrollo de la tecnología naval, de los instrumentos de medición astronómicos, de la cartografía y del pensamiento científico en general permitieron –desde la óptica eurocéntrica– conocer continentes que habían permanecido ocultos hasta entonces. La Revolución Industrial disparó una aceleración exponencial del proceso. La máquina a vapor, la electricidad y los combustibles fósiles sirvieron para reemplazar el trabajo físico, humano y animal, lo que redujo enormemente los tiempos de traslado de información, de bienes y de personas. Las distancias ya no volverían a ser las de antes.
El proceso se afianzó con la invención de Internet que permitió que el intercambio de cantidades formidables de información fuera virtualmente gratis. El contenedor y el desarrollo de la aviación originaron algo similar con las mercaderías y con la gente. La ley de Moore, que postula que aproximadamente cada dos años se duplica la capacidad de almacenamiento de los microprocesadores, todavía no encontró su límite que será impuesto por distancias subatómicas. Las interfaces actuales colocan en la mano de la mayoría de los habitantes del planeta una capacidad de procesamiento de datos que hasta hace no más de treinta o cuarenta años requería habitaciones especialmente acondicionadas.
Globalización en la mira
Hasta hace pocos años, todo parecía indicar que la globalización había llegado para quedarse. La frase del epígrafe no hace más que representar esa creencia. Sin embargo, a partir del referéndum de 2016 en Gran Bretaña, que determinó su salida de la Unión Europea, el proceso comenzó a mostrar fisuras. El crecimiento de los nacionalismos en diferentes partes del mundo –exacerbado por Donald Trump al mando de la principal potencia del mundo libre– contribuyó a profundizar esa tendencia. El triunfo de Joe Biden parecería marcar un cambio de timón, pero las diferencias porcentuales son tan ínfimas que no existen garantías sobre su sustentabilidad a mediano plazo.
La aparición del Covid-19 dio un golpe al proceso globalizador, que lo hizo tambalear peligrosamente. El cierre de fronteras, la enorme reducción de los vuelos internacionales, la "guerra" comercial entre Estados Unidos y China, y otros acontecimientos hicieron dudar de la continuidad de la globalización, al menos como se la conocía hasta hace algunos años. Como otras veces en la historia, un retroceso parecía inevitable.
Como elemento compensador, emerge una nueva manera de comunicarse que rompe con todas las fronteras: el uso masivo de la comunicación "virtual" empleando tecnologías que estaban disponibles pero subempleadas. Luego de una natural resistencia inicial, muchos comienzan a descubrir las ventajas de la interacción online. La reducción de los desplazamientos a su mínima expresión, la posibilidad del home office, el estar más tiempo en familia, el tener más espacio para el deporte y el esparcimiento son algunos de los beneficios para los empleados. Para las organizaciones, significa una importante reducción de costos operativos y de espacio de oficina. Desde el punto de vista del medio ambiente, la reducción de las emisiones hizo sentir su impacto positivo casi de inmediato.
Transparencia
La pandemia demuestra que, aunque se cierren las fronteras físicas, la globalización sigue. Incluso se reforzó la comunicación entre individuos y equipos, aunque no sea presencial. Se comienza a percibir una naturalización de la nueva modalidad que posibilita mucha agilidad en las interacciones. Una vez que tanto empresas como individuos cambian su percepción de esta posibilidad, el mercado laboral adquiere una transparencia inusitada. Las empresas pueden salir a buscar el talento a cualquier parte del mundo. Asimismo, el talento puede aspirar a cualquier empresa del mundo. Sin dudas, esto genera una competencia feroz entre las partes. Todo parece indicar que solo los mejores talentos que más rápido se adapten saldrán indemnes de esta lucha.
Este es, brevemente, el contexto donde compiten y se desenvuelven las empresas en la actualidad. Sin embargo, hay ciertas necesidades empresariales generales que no cambiarán, más allá de los cambios de la modalidad de trabajo. La búsqueda de nuevos mercados, las fusiones, las adquisiciones y las alianzas estratégicas hacen que, de pronto, cualquiera se encuentre compitiendo con compañías de distintas parte del mundo. Si bien es probable que las empresas comiencen a valorar más su mercado interno –en particular China–, la interdependencia entre las economías es demasiado amplia. A menos que los conflictos comerciales escalen hasta el peligroso terreno de la acción armada, no es razonable suponer que desaparezca todo intercambio.
Mientras tanto, emerge una nueva forma de balance de poderes entre lo estatal y lo privado. En la actualidad, muchas corporaciones llegaron a ser mucho más poderosas que la mayoría de los países. Es de esperar que, a medida que crezca el peso de China en la economía mundial, su gobierno negocie directamente con los líderes de esos grandes conglomerados empresariales. No parece descabellado pensar que nos movemos hacia un escenario donde veremos corporaciones y chinos dominando el mundo.
Si bien es de esperar que el contexto global cambie, ciertas prácticas como el reclutamiento, la selección, el desarrollo y la retención de los empleados que conviven en un entorno internacional mantendrán ciertas reglas. El desplazamiento del trabajo de la producción de bienes a los servicios, debido a la –por ahora– mayor dificultad de ser realizado por máquinas, requiere actualizar los conocimientos y las habilidades del personal continuamente. Van apareciendo nuevas modalidades educativas en las que la "universalidad" parecería un lujo cada vez más lejano a la mayoría.
Todo indica que nos movemos hacia modelos híbridos que combinarán el trabajo presencial con el distribuido en distintos grados, según las necesidades y los recursos de cada organización. Las responsabilidades del área de Gestión de Personas de compañías globales abarcan una cantidad de tareas inédita con desafíos cada vez mayores. Darles repuestas efectivas, que refuercen y generen nuevas competencias distintivas de las organizaciones, nunca había sido tan difícil ni tan apasionante.
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