Cuáles son los principales usos de esta herramienta que afecta a todos los sectores de la economía
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En un mundo cada vez más influenciado por la Inteligencia Artificial (IA), la socióloga Sonia Jalfin, directora de Sociopúblico, un estudio especializado en la comunicación de ideas complejas para organizaciones de alcance global, se sumerge en el fascinante universo de la IA. En el marco del capítulo cuatro del summit “Empresas en acción”, organizado por LA NACION, Jalfin profundiza sobre los desafíos y oportunidades que plantea esta revolución tecnológica.
En primer lugar, Jaflin menciona que todos los días surgen nuevas aplicaciones que utilizan la IA para distintos usos, desde simular interacciones con figuras históricas hasta facilitar coincidencias en plataformas como Tinder. “En la Argentina, la experimentación con la IA también está en auge”, cuenta la socióloga. Un ejemplo destacado es el trabajo de un equipo liderado por el director de tecnología creativa, Martín Rabaglia, que desarrolló simulaciones de todos los candidatos presidenciales antes de las últimas elecciones, colocándolos en debates y forzándolos a buscar acuerdos. Además, en el país, la tendencia de buscar en Google la palabra “IA” sigue en aumento, a pesar de que en otras naciones esta tendencia se ha reducido.
¿Cómo se ve el futuro?
Otro punto importante a tener en cuenta es que ya se está explorando el futuro de la interacción con la tecnología y la posibilidad de que los teléfonos dejen de ser la principal interfaz. Un ejemplo notable de esta evolución es el lanzamiento del Humane AI Pin, programado para el 9 de noviembre. Este dispositivo, que previamente solo se había visto adornando la ropa de modelos durante la Semana de la Moda en París, es un accesorio integrado en la vestimenta que está diseñado para ser utilizado en la vida cotidiana. Gracias a su conjunto de sensores, ofrece interacciones computacionales intuitivas que difieren significativamente de la experiencia de utilizar un teléfono celular, donde la atención se centra en la pantalla. Lo más intrigante de estos dispositivos es que parecen estar allanando el camino para que las pantallas desaparezcan gradualmente, permitiendo que la tecnología forme parte de nuestro entorno de manera más natural.
También es importante destacar que cualquier contenido que se genere repentinamente tiene una audiencia adicional: los propios robots. La habilidad para comunicarse con ellos implica la utilización de instrucciones específicas, conocidas como “prompts”. Jalfin ilustra este punto al mencionar que para que una IA pueda analizar datos, es necesario proporcionarle una serie de instrucciones claras. En este sentido, quienes en el futuro serán los encargados de filtrar la información deben aprender a comunicarse efectivamente con estos bots.
“Si le hago una pregunta a mi asistente virtual, necesito que pueda acceder a sitios web o documentos, y si esta información no está disponible de manera accesible para la IA, tampoco estará disponible para los humanos”, explica la experta. De la misma forma en que las personas aprendieron a escribir para optimizar los motores de búsqueda, ahora deben aprender a escribir para los bots, considerándolos como una nueva audiencia.
Jalfin ilustra cómo Sociopúblico aborda la creación de contenido para estos asistentes tecnológicos. Explica que desde la empresa desarrollaron un asistente de comunicación con la capacidad de utilizar un documento extenso como punto de referencia para generar contenido específico, como tweets, publicaciones en LinkedIn y newsletters, entre otros. Sin embargo, el verdadero desafío radica en asegurarse de que estos asistentes mantengan una fidelidad estricta al contenido original, sin introducir información nueva, y que reflejen fielmente la voz y el tono de la organización que transmitirá la información.
Jalfin ilustra este punto con un ejemplo interesante: “A menudo, estos sistemas tienden a confundir el contenido con la forma. Si, por ejemplo, solicitamos que se presente un informe con un tono humilde, el asistente podría escribir: ‘Te presento este informe espectacular y brillante con un tono humilde’, en lugar de aplicar el tono humilde en su comunicación”.
La socióloga señala que incluso, sin necesidad de proyectar en un futuro lejano, ya estamos siendo testigos de la interacción de la inteligencia artificial con sitios web. Por ejemplo, estas IA pueden ser de gran utilidad para interpretar gráficos, ya que generan textos explicativos en tiempo real que complementan la información que los usuarios están consumiendo.
Esta nueva tecnología también está generando “rutas de usuario” innovadoras. En un futuro cercano, si alguien buscara un vestido rojo estampado, la inteligencia artificial podría presentar diversas opciones y, una vez que el usuario haya realizado su elección, se procedería a la fabricación. Esto podría llevar a una producción mucho más orientada a la demanda.
“En general, cuando pensamos en el futuro, nos resulta más sencillo imaginar transformaciones en objetos y elementos tangibles”, menciona Jalfin. No obstante, explica que lo que plantea mayores desafíos es prever cómo evolucionarán las personas y las sociedades. Quien aborda este tema es Geoff Mulgan, una especie de gurú de la información. En su libro, explora la complejidad de concebir un futuro positivo, a menudo empañado por preocupaciones como la crisis climática y el temor a la inteligencia artificial. Mulgan sostiene que nos encontramos en medio de una crisis de imaginación, una época en la que la literatura y las obras escritas reflejan con frecuencia un tono de pesimismo. Su análisis, basado en la revisión de 14 millones de libros a lo largo de 125 años, revela un aumento significativo en la aparición de palabras relacionadas con la depresión, particularmente a partir de la década de 2000. Este hallazgo indica que las personas han experimentado dificultades al concebir un futuro más esperanzador.
Como antídoto a esta percepción negativa del futuro, Mulgan propone la búsqueda de ideas generativas con un impacto positivo en la sociedad, como el concepto de los derechos humanos. Argumenta que, a lo largo de la historia, han surgido ideas que mejoraron la condición humana y que continuarán surgiendo, como por ejemplo la noción de ser dueños de nuestros propios datos.
Para concluir, Jalfin destaca que la inteligencia artificial tiene el potencial de estimular la generación de nuevas ideas, aunque es importante ser conscientes de que depender excesivamente de la tecnología puede tener un efecto perjudicial en nuestra creatividad. Según explica la experta, estudios demuestran que las personas que se apoyan en asistentes robóticos tienden a ser menos productivas, ya que tienden a relajarse y prestar menos atención. Sin embargo, asegura que si mantenemos nuestra atención y no descuidamos nuestra concentración, la tecnología puede ser una herramienta valiosa para potenciar nuestra productividad y creatividad.