El factor humano: clave para transformar una piedra en una catedral
La educación permite incrementar no sólo la productividad del factor trabajo, sino la de la economía, el capital social y la calidad de los gobierno
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1. El problema
Muchos asocian la competitividad con variables o aspectos que poco tienen que ver con lo humano. Sin embargo, más de la mitad de las variables relevadas por el IMD World Competitiveness Center en su anuario de competitividad, se relacionan con la persona humana y su bienestar.
Podremos tener como país muchos recursos naturales, pero sin la capacidad humana de agregar valor y generar riqueza, esos dones no mejorarán la vida de la gente. Sólo la capacidad y el talento humano hace posible transformar muchas piedras en una catedral.
Como el lector podrá sospechar a esta altura, la educación es un tema central y el informe la desmenuza en múltiples variables. Gasto público en educación en relación al PBI, per cápita y por estudiante, relación cantidad de alumnos sobre cantidad de docentes para primaria y secundaria, terminalidad de escuela secundaria, población total con estudios universitarios, mujeres con estudios universitarios, etc.
La educación, además de permitir al ser humano el pleno ejercicio de su libertad, y la cabal comprensión de sus circunstancias, permite incrementar no sólo la productividad del factor trabajo, sino la de la economía, el capital social y la calidad de los gobiernos. Asimismo presenta efectos dinámicos intergeneracionales e intertemporales. Los padres impulsan a sus hijos a educarse y estos pueden así alcanzar mejor nivel de vida, lo que favorece, con el tiempo, una distribución del ingreso más equitativa.
La buena calidad de la escuela pública es clave para lograr movilidad social. Es la herramienta más poderosa para igualar las oportunidades, y para alejar a los jóvenes de flagelos como la droga o el delito.
La ley Nº 26.206 de 2006, define en su artículo 2 que “la educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado”. En el artículo 3 es también contundente. “La educación es una prioridad nacional y se constituye en política de Estado para construir una sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, respetar los derechos humanos y libertades fundamentales y fortalecer el desarrollo económico-social de la Nación”.
Seguramente nadie podría haberlo expresado mejor. Sin embargo, los buenos propósitos no lograron concretarse. Al menos hasta ahora.
Si bien la variable de gasto en educación en relación al PBI tuvo un recorrido positivo (de 4,12% en 2006 a 5,46% en 2017), esto no fue suficiente para mejorar resultados. Según el informe de IMD, estamos en el puesto 55 (siempre sobre 63 países) en términos de adecuación de la escuela primaria y secundaria a los requerimientos de una economía competitiva.
En un interesante trabajo del Banco Mundial, llamado Los trabajos del futuro se muestra una clara correlación entre los resultados de las pruebas PISA en ciencias, y el PBI per cápita. Cuanto más altos son los resultados en las pruebas PISA, mayor es el ingreso per cápita (por ende, el bienestar de la gente). Según el mismo estudio, incluso las mejores calificaciones obtenidas en los países de la región de Latinoamérica y el Caribe, están por debajo de las peores obtenidas en países de la OCDE.
Este déficit educativo impacta en la productividad del trabajo. En esa variable, ocupamos el puesto 61.
Habitualmente se asocia el desarrollo económico de un país con su acervo de capital humano, considerando al PBI por habitante como un muy preliminar indicador del primero.
Aclaremos que el ingreso per cápita es, como todo promedio, engañoso en términos de captación de la realidad. Si en una habitación hay dos personas de 80 años y dos personas de 20, la conclusión de que los cuatro tienen 50 años es falsa.
Pero si queremos aumentar el promedio de edad en la sala, es mejor invitar a ingresar a alguien mayor de 50 que echar a uno de 20. Esa es la lógica del crecimiento.
2. Los objetivos
El principal objetivo es que la población viva cada vez mejor, con mayores niveles de bienestar y libertad de elección. Objetivamente, en los países que lideran el ranking de competitividad, el bienestar es mucho más elevado que en aquellos que se ubican al final. Hay que preguntarle a alguien que pertenezca a cualquier filiación política si prefiere migrar hacia Dinamarca o a Jordania, y no hay dudas acerca de la respuesta.
Los flujos migratorios son una manera práctica de evaluar el límite de las ideologías.
En esta mejora de la calidad de vida, el acceso a la educación es fundamental. Si genuinamente nos interesa la inclusión, tenemos que educar, educar y educar. Porque nunca como en este tiempo y en el porvenir, hacen falta destrezas múltiples para estar integrado y para evitar ser conducido hacia donde uno no desea. Una educación de calidad, que nos permite reflexionar, interpretar y cuestionar, es la única herramienta con la que contamos para ser libres interiormente e independientes económicamente,
El objetivo es también habilitar a los jóvenes a integrarse al mundo laboral. Todo parece indicar que si bien muchos trabajos desaparecerán en el futuro, muchos otros aparecerán o se desarrollarán. Estos nuevos trabajos estarán seguramente más vinculados con los servicios, las personas, la gestión, el arte, el entretenimiento, el procesamiento de los datos y la información, la robótica, etc. El mercado laboral ya es otro. La disrupción continua, la velocidad del cambio, y la versatilidad exigen mentes ágiles y adaptables. La rigidez y las estructuras inamovibles dan lugar a horarios más flexibles, evaluación por objetivos y espacio para la creatividad.
El tercer objetivo es aceptar la transformación de la educación (y trabajar en ello) para permitir a los niños y jóvenes de hoy a integrarse a un mundo laboral en permanente cambio.
La transformación del mercado laboral demanda modificaciones profundas en la educación, y esto no puede esperar demasiado. Es preocupante que, en un contexto de vertiginoso avance de la tecnología que amenaza empleos tradicionales, muchos gremialistas, dirigentes, políticos, reguladores y docentes (por suerte no todos), se aferran a un pasado que solo puede conducir al fracaso.
Transformar y cambiar exige tiempo y trabajo. Exige leer acerca de estimulación, psicología, neurobiología. Porque es mucho lo que se ha avanzado en estas disciplinas que puede ser muy útil para ser mejores docentes. Pero este trabajo es nuestra obligación hacia las generaciones futuras. Nunca habrá bienestar en un país en el que los representantes sindicales de los educadores (quienes, en muchos casos poco los representan), “ganan” la pulseada para evitar ser evaluados y para mantener a los chicos lejos de las aulas por más de un año.
3. Las propuestas
La primera propuesta es priorizar el futuro. El futuro son los niños y los jóvenes.
Si los priorizamos, y miramos el mundo, nos daremos cuenta que el desafío de educar a estas nuevas generaciones es gigante. Chicos que en lugar de tener en sus manos a los tres años un trompo, un caleidoscopio o un dinosaurio de plástico, tienen el celular de mamá o papá. Y no porque ellos sean malos padres. Simplemente porque no queda otra encerrados en casa.
Si aceptamos lo primero, debemos trabajar seriamente no sólo en qué enseñamos sino en cómo enseñamos y cómo evaluamos.
En el mundo que avanza, se privilegian bases sólidas en matemática, ciencias e idiomas, y se desarrolla la creatividad, la capacidad analítica, de solución de problemas y toma de decisiones. A partir de la disponibilidad inmediata de océanos de información, los estudiantes deben aprender a sintetizar y extraer aquello que es esencial. No menor es que aprendan a comprender el significado de las palabras, las frases y las consignas.
La inteligencia emocional es otro factor a trabajar. La inteligencia artificial está avanzando, pero ¿qué sería del mundo sin la pasión y la empatía? Y, para que nuestro mundo pueda ser auténticamente sustentable, enseñar valores y moral resulta esencial.
La tercer propuesta tiene que ver con la organización y la regulación de algo tan importante y tan adaptado a cada país y a cada región como lo es la educación.
* Los planes de estudio no pueden ser rígidos, porque el mundo del trabajo ya no lo es.
* Especialmente a nivel terciario y universitario, los planes de estudio deben poder actualizarse y nuevas carreras deben poder crearse de una manera desburocratizada.
* La calidad es mucho más importante que la cantidad. Es preferible enseñar 10 contenidos y que éstos sean comprendidos y asimilados, que enseñar 14 y que todo quede en el olvido.
* Invirtamos en terminalidad secundaria. El no completar la secundaria opera como una fuerte barrera a la inclusión laboral. Para ello busquemos los mejores docentes (con retribución acorde), en aquellos lugares en los que el abandono es mayor. No da lo mismo un docente motivador y formado que otro desganado. La inversión pública en educación debe ser progresiva.
* Revisar con inteligencia la asignación de recursos escasos. En el siglo XXI no podemos darnos el lujo de aceptar como respuesta “siempre se hizo así”. Hoy existen múltiples herramientas para ser selectivos con la gratuidad. ¿Es lógico que el Estado subsidie una carrera universitaria a alguien que proviene de un colegio en el que pagaba una elevada cuota mensual ? ¿No sería más lógico destinar ese presupuesto a mejorar la calidad de los niveles inicial (está probada la crucial importancia de esta etapa), primario y secundario, especialmente en los lugares más carenciados ? No hablamos sólo de acercarles computadoras. Hablamos de destinar allí docentes que sean capaces de motivar a sus alumnos a leer y a pensar y ayudarlos a transformar sus vidas.
“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”, sentenció Pitágoras.
A partir de la cuidadosa selección de variables que define el IMD, queda claro que sin una educación de calidad, no podemos tener negocios y economías competitivas, creadoras de trabajo y promoción social.
Uniendo las ideas, sin inversión, no hay creación de trabajo. Sin educación de calidad no hay futuro.
* Este documento forma parte de una serie de estudios sobre competitividad de la economía argentina, realizados en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA, coordinado por la Dra Alicia Caballero y los profesores Andrés Roberts, Federico Cuba y Ernesto O´Connor.
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