El embajador del surf: Fernando Aguerre nació en Mar del Plata, creó Reef, la vendió en millones de dólares y ahora desembarca en Palermo con una nueva marca
A punto de cumplir 65 años, es presidente de la International Surfing Association (ISA) y fundó la firma Ala Moana
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“Tu plan nunca es lo que pasa, viene la ola y es la ola la que te dice para dónde vas. La vida te lleva donde dice, y no donde vos elegís”, dice el multifacético Fernando Aguerre. Nacido en Mar del Plata hace casi 65 años, desde 1994 es presidente de la International Surfing Association (ISA), desde donde impulsó la llegada de esa disciplina a los Juegos Olímpicos, creó y vendió la marca Reef y ahora desembarca en Buenos Aires con un nuevo surf shop.
En una antigua casa de Palermo, Aguerre abrió la sucursal porteña de Ala Moana, la marca que creó en 1979 en Mar del Plata junto a su madre y su hermano Santiago. “Era un lugar para encontrarse después de surfear. Luego lo cerramos y mi hermano y yo nos fuimos a vivir a Estados Unidos”, cuenta el empresario, que completó la carrera de Derecho.
La marca estuvo inactiva durante décadas, mientras los hermanos Aguerre (Fernando y Santiago) se instalaron en California y desarrollaron otros proyectos. Juntos, crearon la firma de indumentaria Reef, que gestionaron durante dos décadas. En 2005, ellos tenían el 20% del paquete accionario de la marca, que se vendió al grupo VF Corp por unos US$187,7 millones, en una operación que también incluyó la transferencia a los nuevos dueños de una deuda que tenía la compañía, detalla Aguerre.
“Fue una decisión personal y familiar, porque la empresa era demasiado grande y la relación entre mi hermano y yo se estaba erosionando, por la propia tensión entre los departamentos. Yo estaba en Dirección General, Marketing y Ventas; él en Producción, Producto y Operaciones y la gente en cada sección se pelea. Es la dinámica de todas las empresas, y como estábamos en esa terrible disyuntiva, decidimos vender. Eso nos dio tiempo y libertad”, recuerda sobre aquellos años.
Más allá de esa operación, Aguerre siempre estuvo vinculado al sector de la indumentaria, y gestiona las licencias de las marcas Quiksilver y Roxy en el país. En 2013, lanzó este nuevo proyecto que hoy encabeza con su hermano y un socio (Rodolfo Sotura), y tiene seis locales más entre Mar del Plata y Chapadmalal. En sus tiendas, dedicadas íntegramente al surf, vende indumentaria específica de este deporte, trajes de baño y ropa urbana con diferentes colecciones de su marca.
“A Reef la vendimos en el año 20, y hasta el 15 fuimos una empresa que vendía en 100 países sin un plan de negocios. No soy un empresario que venga de estudiar, mi hermano hizo el secundario y es un cerebro. Lo que siempre hicimos fue hacer lo que sentimos desde la intuición”, dice Aguerre, quien redescubrió en este nuevo proyecto su rol empresario. “Yo me siento como un emprendedor desde chiquito. Con nueve años juntábamos diarios de los vecinos y se los vendíamos a un tipo que juntaba papel, plantábamos rabanitos y los vendíamos, hacíamos payanas de mármol, tuve un taller de arreglo de tablas de surf, fui DJ y organizador de fiestas”, cuenta.
El mar y las olas son los dos elementos que lo apasionan y se combinan a lo largo de su vida. De joven, durante los años de la dictadura militar, inspectores oficiales solían sacarlo del agua y llevarlo detenido por surfear, una actividad prohibida en la época.
En 1978, creó la primera Asociación de Surf, organizó los primeros certámenes de la disciplina y logró la liberación de la práctica, en 1979.
Fotos de aquellos años en blanco y negro, afiches de uno de los primeros torneos organizados junto a su hermano y su madre (Norma) en Mar del Plata y accesorios antiguos están expuestos en su local, que cuenta además con una tabla firmada por el estadounidense Kelly Slater, un consagrado surfista que fue campeón mundial en 11 ocasiones. “Es como si te gustara la Fórmula 1 y estuviera el casco y el auto de Schumacher”, dice Aguerre sobre su nueva sucursal.
El exterior del local también remite a la unión de elementos detrás de su proyecto: un enorme mural de colores muestra surfistas sobre las clásicas vallas publicitarias de Buenos Aires, esquivando el Obelisco porteño, entre olas que avanzan a lo largo de la avenida 9 de julio.
En el interior también está expuesta una tabla de surf que perteneció al bajista de Catupecu Machu, Gabriel Ruiz Díaz, fallecido en enero de 2021. Su hermano Fernando, líder de la banda, apasionado del surf y amigo de Aguerre, estuvo en la inauguración de la tienda, días atrás, con un mini-set de canciones de su grupo en formato acústico. “Gaby amaba el surf y estaría feliz de que su tabla esté en este lugar, con el espíritu que tiene. Todavía tiene la parafina, la sal y la arena de aquellos viajes que hacía a Brasil y Mar del Plata”, dijo el músico, quien tocó su guitarra envuelto en un poncho negro de la marca.
Hoy, Aguerre comparte su tiempo entre la Argentina y California, donde guarda una gran colección personal. “Allá tengo 200 tablas exhibidas, trajes de baño de lana de la década del 20, y a la gente le encanta. Por eso pensé en abrir de nuevo este local. Si tenés cosas y no las compartís, no merecés tenerlas”, dice el empresario, que define a su local palermitano como “la embajada de las olas en Buenos Aires”.
“Quiero que el plan sea ese, un lugar de encuentro de gente que tiene amor a la playa y al mar y tiene ganas de encontrarse con gente parecida”, dice el empresario, al explicar por qué su tienda tiene una barra y sillones dentro del local, que funciona en una casa reciclada. “Elegimos esto y no un espacio en un shopping porque tener una casa le da otra dimensión. Es un edificio de 100 años que, en vez de tirarse abajo, lo recuperamos y le dimos una nueva vida”, completa, sobre la sede elegida para la marca, en la esquina de Gurruchaga y Russel.
El diseño de la marca, recuerda Aguerre, es el original de 1979, y se inspiró también en el mundo del surf. “Ala Moana es una palabra hawaiana y es el nombre de una playa, la primera en la que se podía surfear con tablas cortas. Y significa el camino que te lleva al mar”, cuenta el marplatense, quien abrió en su ciudad la primera sucursal de la firma, en 2013. “La marca la tuvimos registrada porque no sabía en qué iba a terminar”, relata Aguerre, quien recuerda que ese ‘volver a empezar’ para los hermanos tuvo un componente familiar: “En esa época mi mamá estaba enferma y queríamos darle una alegría”.
Mientras tanto, Aguerre desarrolló su faceta como dirigente y referente global del surf, en un camino que lo llevó a tener reuniones con los presidentes del Comité Olímpico Internacional (COI) Juan Antonio Samaranch o Thomas Bach, para lograr el debut olímpico de la disciplina. “Es una satisfacción enorme, un lujo y un gusto ver que en tantos países hoy los surfistas son considerados atletas como los futbolistas, los tenistas o los gimnastas. Y me encanta porque además de ser una actividad física es un tratamiento emocional y mental”, dice.
A punto de cumplir 65 años, Aguerre reivindica la “cultura” del surf. “El mar es uno de los pocos lugares que quedaron donde somos todos iguales. Las playas son públicas, hay balnearios privados, pero en el mar no hay nada, es de todos. Cuando entrás al mar, no importa si sos el hijo del hombre más rico o sos pobre”, dice el empresario, quien más allá de su actividad en el sector no abandona su rol en la ISA, la entidad internacional que nuclea a 112 federaciones de diferentes países. “Me dedico mucho hace 18 años. Y es darle al surf algo de todo lo que me dio a mí”, concluye.
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