El arte de la procrastinación productiva
Sonido recomendado para leer esta columna: Good Riddance, Green Day
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Tener varios proyectos funcionando al mismo tiempo puede parecer una tarea reservada solo para alguien sumamente organizado y meticuloso. Nos cuesta, a muchos, mantener el foco y avanzar solo con una o dos cosas a la vez, tarea que se complica a medida que nuestros quehaceres, intereses y obligaciones se empiezan a acumular. Pero ¿qué pasaría si pensamos a esa variedad de temas como la solución para balancear nuestro foco y no como una amenaza que nos paraliza? Saltar con nuestra atención dentro de esa trama compleja puede ser una manera productiva de procrastinar.
Esta es la idea que presenta Austin Kleon, autor del best seller Steal like an artist (Roba como un artista), quien le da a la procrastinación –el hábito de demorar nuestras obligaciones– una nueva connotación. Para él, posponer algo que estábamos haciendo y poner nuestra atención en otro lado no es necesariamente una mala procrastinación. La clave es hacia qué tipo de actividad es que llevamos nuestro foco cuando dejamos de hacer algo.
Para Kleon no es lo mismo dejar de escribir ese informe y procrastinar leyendo 10 páginas de nuestra novela favorita que hacerlo chequeando las redes sociales de nuestro móvil sin un propósito claro. A lo que apunta es a que nuestra atención necesita descansos y que mover el foco entre distintos temas puede darnos ese bálsamo que necesitamos. Cuando te trabás con algo, tener a mano hacia dónde saltar y que haya opciones “saludables” a mano. Es bastante parecido con lo que pasa con las colaciones durante el día.
Una lista personal
No creo que podamos armar una lista de buena o mala procrastinación general, pero sé muy bien lo que para mí es bueno o malo. Pueden armar su lista ahora: ¿hacia qué lugares pueden llevar su atención y acción cuando la procrastinación se adueñe de su foco?
No estamos “diseñados” para concentrarnos mucho tiempo en una sola cosa y durante horas, el agotamiento y el aburrimiento son parte de muchas de nuestras jornadas. En vez de negarlo, diseñemos un plan para pivotear entre proyectos cuando nos alcance la fatiga de enfoque.
En mi caso, tengo que asegurarme de que mi “otro proyecto” no sea navegar stories de Instagram o abrir la heladera por inercia, o engancharme en una discusión de Twitter, sino obligarme que sea algo que me sume, algo que haga que me sienta bien luego de hacerlo: una sesión de 10 minutos de estiramiento, regar las plantas, disfrutar un rico café, leer una nota que guardé para algún otro momento o entender una funcionalidad de ese electrodoméstico que todavía no domino.
Se trata de aprovechar a nuestro procrastinador innato y engañarlo para seguir motivados, tener la lista a mano para que el desenfoque tenga un buen lugar a dónde llegar.
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