El aporte de la educación, de la comunicación y de las empresas con ADN sustentable
Nuevas carreras universitarias, materiales para bienes duraderos, economía circular y buenas prácticas empresarias en las que se busca involucrar a los clientes convergen en el camino que lleva a un mundo más sustentable; qué barreras deben sortearse para difundir experiencias e invitar a otros a participar de determinadas iniciativas
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En el encuentro de Sustentabilidad organizado por LA NACION, líderes institucionales de distintos ámbitos se reunieron para analizar la relevancia del tema en la educación, la comunicación y las compañías.
En la mayoría de los casos, la educación es uno de los catalizadores del cambio. En un mundo donde los problemas ambientales ganan espacio en la agenda, las instituciones educativas reaccionan para capacitar las nuevas generaciones en el tópico. La Universidad de Siglo 21 es una de ellas: creó la Licenciatura en Ambiente y Energías Renovables en 2018 y este año celebra la graduación de su primera camada. “El perfil de estudiante actual tiene que ver con la filosofía de vida personal ya que tenemos alumnos activistas en acción climática y en otras ONG y eligen formarse profesionalmente”, dijo Carolina Ulla, directora de la carrera. Para ella, la versatilidad es uno de los factores que más los cautiva: “El estudiante de nuestra carrera no solamente puede elegir enfocarse en cambio climático, en medir la huella de carbono, sino también en instalar un parque solar o eólico y, a la vez, puede estar en una ONG”.
En la actualidad, grandes empresas dedican áreas enteras al cuidado del medio ambiente. Sin embargo, no están lideradas por personas que se formaron exclusivamente en ese campo. “Los líderes que encabezamos esto no hemos sido formados en eso, sino que hemos estudiado Abogacía, Arquitectura o Comunicación. Hoy, lo interesante es que tenemos que ir a la especificidad”, resaltó Ulla.
En este contexto, la salida laboral para estas carreras es más que palpable, y con el paso del tiempo va a ser más demandada todavía, según observó. Es así que quien también es directora creativa en Sustentabilidad y Circularidad de Aero Sustentable, señaló tres lugares concretos de necesidad para estos perfiles. El primero está en “las empresas, que requieren un perfil transversal, con conocimiento estratégico en materia ambiental. Creo que las empresas de hoy necesitan tener a alguien propio que sepa medir la huella de carbono y la eficiencia energética, que es un recurso de valor”, define. El segundo es el Estado: “Existe la tendencia en municipios de que quienes lideran áreas de medio ambiente necesitan conocimientos específicos de cambio climático y economía circular”, apuntó. El tercero se encuentra, dijo, en la cantidad de jóvenes que trabajan en ONG dedicadas a temáticas ambientales.
Para entender este paradigma, hizo foco en el aspecto complementario que es la economía circular, basada en la finitud de los recursos naturales, que propone recuperar los elementos que salen del circuito, para reutilizarlos. Observó que la gente se encuentra más interpelada por la economía que por la circularidad, ya que en esta economía hay un concepto de “hacer más con menos”. Y ejemplificó eso con la voluntad de reciclar de los municipios: “Las políticas públicas empezaron a entender que si desarrollo mejor el circuito de recuperación de residuos, dejo de pagar lo más caro, que es el enterramiento de basura. El dinero termina siendo una ventaja competitiva en un contexto de crisis económica en el que la economía circular viene creciendo”.
La apuesta de las empresas por la sustentabilidad
La escasez de recursos es el movilizador que le dio vida a algunas empresas. Rehau, dedicada a la transformación de polímeros para los sectores de automoción, construcción e industria, es un ejemplo de ello. “Cuando se fundó la empresa, el contexto era la posguerra con escasez de recursos. El fundador tenia una visión clara de cuidar al mundo y los recursos, por lo cual se dedicó mucho a investigar nuevos materiales”, contó Clara Di Ció, gerente de Marketing y Comunicación Sudamérica. La compañía innova en productos, procesos y sistemas bajo el concepto de eficiencia energética.
La Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Austral resaltó el hecho de que no son solo jóvenes idealistas los que reclaman productos sustentables, sino que el perfil de cliente abarca un amplio espectro. “Desde una intuición genuina de no querer gastar más energía, hasta querer cuidar el medio ambiente y querer productos de largo plazo de los que no me tenga que ocupar todo el tiempo”, comentó, sobre los motivos que impulsan a querer comprar sus productos.
Como parte de de una iniciativa de las Naciones Unidas que reúne a 50 empresas líderes en sostenibilidad, la empresa asume objetivos del Acuerdo de París como propios y estima tener para 2023 un índice propio, que permita medir el progreso de la lucha contra el cambio climático en la empresa y en toda la cadena de valor.
Frente al interrogante de si los productos encarecen su precio cuando se los reformula en pos del medio ambiente, la ejecutiva que está en su cargo desde 2018 invitó a hacer un análisis de mediano y largo plazo. “Tal vez sale más porque son productos con más desarrollo, por algo tiene más tecnología y son más eficientes”, señaló. Y agregó: “Nos gusta decir que nuestras ventanas son para toda la vida, que no las voy a tener que cambiar o pintar y voy a estar ahorrando energía porque voy a consumir menos en calefacción. Antes estos productos eran de lujo o para unos pocos y hoy vemos que la gente se estira y decide poner una buena calefacción eficiente”.
Desde Bayer CropSicence , por su parte, se busca que haya prácticas que velen por el cuidado del medio ambiente en el uso de sus productos, según afirmó Daniel Aguzin, líder Comercial Bayer CropSicence para Argentina y Uruguay. La compañía tiene, a nivel global, la meta de reducir un 30%, hacia 2030, la emisión de gases invernaderos en los cultivos que requieren el uso de sus productos, en un trabajo que se realiza en conjunto con los clientes.
Para contribuir con este propósito, la firma creó el programa PRO Carbono. “Trabajamos y sumamos a los productores en un programa que los invita a sumar prácticas agronómicas climáticamente inteligentes: la no labranza del suelo, la siembra directa, la rotación de cultivos, los cultivos de servicio, los cultivos de cobertura y de agricultura de precisión. Con el uso eficiente, se termina produciendo más con menos recursos y con un impacto positivo para el medio ambiente. Ese programa lo llevamos adelante con referentes del sector y trabajamos con ciencia de datos para medir qué pasa con ese carbono orgánico en suelo”, detalló el ingeniero químico.
En esa línea, destacó la digitalización como un facilitador de avances en esta materia: “En la Argentina, el ecosistema de digitalización en el agro recibe cada vez más inversiones, aparecen más soluciones y se enriquece. Mientras tanto, del otro lado tenés un productor innovador, muy ávido de tomar nuevas tecnologías”. Aguzin, que trabaja en la compañía desde hace 19 años, afirmó que la digitalización produce un mayor efecto en el pequeño productor que en los más grandes, porque tienen menos prácticas adoptadas para la eficiencia. Además, este tipo de tecnología permite hacer más eficiente y sustentable el uso de los recursos, reduciendo la huella y capturando gases de efecto invernadero con las prácticas, y generando una mayor ecuación de rentabilidad”, concluyó.
La comunicación, un puente necesario
Del panel también participó la periodista de LA NACION Silvia Stang, quien compartió una experiencia personal para integrarse en el tema. “Hace unos días estuve en una reunión con amigos donde había un nene de 6 años, que empezó a contar que en el colegio le habían enseñado a hacer las botellas de amor; se trata de usar botellas de pet, luego de consumir el producto, para poner ahí los plásticos llamados de un solo uso, como los envases de fideos o arroz, e ir apretándolos bien, para que entre la mayor cantidad posible. Algunos adultos empezaron a mostrar diferentes actitudes y me parece que fue demostrativo de lo que pasa en la sociedad, de cómo se reciben estas noticias y de por qué a veces cuesta comunicar. Hubo dos personas que empezaron a contar las técnicas que usaban para hacer sus propias botellas de amor; alguien dijo que eso no podía aportar demasiado, desde una actitud de indiferencia. Otra persona marcaba: ‘Y eso, ¿después para que lo usan? Seguro que hay alguien que hace negocios con eso’, con una actitud de falta de credibilidad y desconfianza. Y hubo quien concluyó que era demasiado tiempo y trabajo hacer eso en vez de tirar todo al tacho de basura, mostrando la escasa valoración de lo que se puede hacer, en este caso individualmente, por el medio ambiente. Si uno no empieza a valorar por ese lado, por lo cotidiano, tal vez no le da valor al tema en sí o a lo que se puede hacer desde diferentes ámbitos”, contó en en el panel, que fue moderado por la periodista Carla Quiroga.
Ese episodio la llevó a reflexionar sobre la tarea de los comunicadores de saltar esas barreras y la manera en la que se pueda eliminar la desconfianza. “Me parece que una cuestión central es contar casos prácticos y comunicar también los resultados. Como periodistas tenemos la responsabilidad de contar el lanzamiento de un programa, por ejemplo, pero nos quedamos en el camino si no volvemos a mirar después a ver qué pasó”, señaló.
Y finalizó con una reflexión referida a que el cuidado del medio ambiente es, en definitiva, el cuidado del ser humano, en un mundo tan afectado por las desigualdades. Agregó que hablar de futuro no significa lo mismo para todos. Y contó que, en un evento del que le tocó participar, una productora rural nigeriana les dijo a productores europeos: “Para mí, el futuro es el lugar donde están ustedes ahora. Y ustedes van a estar más allá cuando yo esté en ese futuro”. La sustentabilidad, concluyó la periodista, se trata también de que podamos, como humanidad, ir más parejos en el camino.
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