Dos caras de la misma moneda. Inteligencia artificial vs. inteligencia emocional
Para seguir siendo relevantes, muchas profesiones deberán desarrollar nuevas habilidades vinculadas a la empatía
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Un tema que ha tomado parte de muchas de las conversaciones del verano es el ChatGTP (chat generativo previamente entrenado, por sus siglas en inglés) y la inteligencia artificial que lo sostiene.
En una nota reciente, Martina Rúa refería que este modelo de inteligencia artificial está sacudiendo nuestras creencias sobre cómo se genera y obtiene conocimiento en una era cada vez más mediada por la tecnología. Y está generando también muchos temores, sobre todo en el mundo laboral.
Allá por 2017, en un artículo de Harvard Business Review, Megan Beck y Barry Libert predecían que el desarrollo de la inteligencia artificial está volviendo la inteligencia emocional más y más importante. Entonces aseguraban que la IA y la automatización/robótica cambiarán los mercados y la fuerza laboral.
Y como este proceso está incrementándose de manera exponencial, serán muchas las áreas que se verán afectadas: incluso trabajos que nunca pensamos que dejaríamos de hacer los humanos, como la educación y la medicina.
Enrique Díaz Cantón, médico oncólogo dedicado desde hace años a la IA en el campo de la medicina, explica que “muchos de los desarrollos de la IA nos permitirán a los médicos hacer diagnósticos más exactos, rápidos y asistiendo al especialista que los llevaba a cabo. Lo que la IA no va a reemplazar, al menos por ahora –aclaró– es el contacto humano con el paciente”. Y eso se aplica a muchas otras áreas.
Entonces, quienes quieran seguir siendo relevantes en sus profesiones deberán centrarse en desarrollar habilidades y capacidades vinculadas a lo que la inteligencia artificial no puede replicar: empatía, escucha, motivación, juicio crítico y cooperación con otros.
Hace más de 25 años, mucho antes de que Daniel Goleman lo hiciera famoso, Jack Mayer y Peter Salovey, ambos psicólogos sociales –de la Universidad de New Hampshire y de la Universidad de Yale–, acuñaron este término y lo definieron, de manera muy simbólica “a thinker with a heart” (un pensador con corazón). Y más precisamente como la capacidad de “percibir los sentimientos propios y los de los demás, distinguir entre ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno mismo”.
Pilares de desarrollo
Desde entonces, se han desarrollado muchos modelos de abordaje, pero en lo que casi todos coinciden es en cuatro pilares claves. El primero es la conciencia emocional de uno mismo y de los demás, gestión de las emociones, autonomía emocional y capacidad para generarnos emociones de valencia positiva y competencias sociales y de relación con otros. Todas herramientas que serán cada vez más necesarias sea cual fuere el trabajo que tengamos.
En un tuit reciente sobre IA, Patricia Pomíes, COO de Globant, destacó: “Los humanos sentimos empatía, poseemos inteligencia emocional y tenemos la capacidad y la obligación de tomar decisiones éticas respecto de la IA que ella no puede tomar por sí misma. La IA es un catalizador muy poderoso de la inventiva humana. Nosotros elegimos cómo usarla”.
Competencia entrenable
Una de las evidencias que tenemos quienes trabajamos en inteligencia emocional es que al ser competencias se pueden entrenar y mejorar a cualquier edad. De hecho, los datos indican que la inteligencia emocional de las personas tiende a aumentar con los años. Además, muchas investigaciones académicas han verificado la correlación que hay entre su desarrollo y la prevención del burnout, la tolerancia a la frustración, la capacidad de adaptación y flexibilidad frente a los nuevos desafíos, la capacidad de resiliencia y el logro de metas tanto individuales como colectivas o grupales.
Innovación y tecnología
Muchas empresas, sobre todo las vinculadas con innovación y tecnología, están desde hace tiempo enfocadas en desarrollar estas competencias socioemocionales como una forma de diferenciarse de la competencia y como una herramienta de bienestar para sus colaboradores, y por añadidura para sus clientes.
Conocer mejor el universo emocional y trabajar para desplegarlo contribuye a que las personas podamos evaluar mejor y con más asertividad y empatía situaciones sociales, emocionales y relaciones interpersonales, y ayuda, entre otras cosas, a incrementar el trabajo colaborativo, a prevenir y gestionar conflictos, a generar buenos climas de trabajo, a tomar mejores decisiones y a lograr un mayor bienestar.
Lo ideal sería que el aprendizaje sea tan exponencial como el desarrollo de la IA y que cada vez más niños, niñas y adolescentes lo tengan como una forma de prepararse para trabajos que nadie sabe con certeza cuáles serán.
* La autora es especialista en inteligencia emocional y cofundadora de la Red Internacional de Entrenamiento Emocional y Bienestar (Rieeb).
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