Dólar sin techo. Alertan que el impacto en las góndolas llegará vía desabastecimiento
La buena noticia es que la industria de los alimentos y las bebidas será la última en sentir el impacto de la disparada del dólar blue. La mala es que, tarde o temprano, la combinación de precios congelados y brecha en ascenso entre el tipo de cambio oficial y las cotizaciones libres se traducirá en faltantes de productos y desabastecimiento en las góndolas. Al menos esa es la lectura que hacen los empresarios del sector, que ya alertan que en las últimas semanas se empezó a registrar un proceso paulatino de problemas en la entrega de mercadería por parte de la industria, que a su vez sufre el impacto del congelamiento en sus precios de venta pero no de todos sus costos.
Como pasó en tiempos del exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, las empresas de alimentos son las últimas a las que se les impide el acceso al dólar oficial para importar, lo que explica que, a diferencia de lo que sucede en otros rubros de la economía, la disparada del blue no tenga un efecto inmediato en las góndolas.
El ajuste que no se hace por precio, sin embargo, está empezando a llegar a través de las cantidades. Los faltantes atraviesan toda la pirámide socioeconómica. Los problemas más sensibles se registran en rubros básicos y de consumo muy popular como aceites, arroz y algunos farináceos (harinas, pastas), aunque en los supermercados locales también empezó a verse una menor presencia de artículos importados o alimentos gourmet que están dirigidos a hogares de mayores ingresos.
"El mercado está medio revuelto. Hay empresas que cumplen con los aumentos que autorizó la Secretaría de Comercio, pero en otros rubros te piden aumentos mucho mayores y, si no se convalidan, limitan las entregas. En aceites hay faltantes y el surtido cayó mucho. Y en arroz todas las empresas están pidiendo subas de entre 15 y 25 puntos", señaló Víctor Palpacelli, presidente de la Federación Argentina de Supermercados, que reúne a las cadenas de capitales argentinos.
El aceite, el arroz y el resto de los productos que se venden en los supermercados forman parte del programa Precios Máximos, que lanzó el gobierno nacional al inicio de la cuarentena. El plan obligó a todas las empresas fabricantes y a los supermercados a retrotraer sus precios al 6 de marzo y desde entonces solo se autorizaron dos subas que -en promedio- rondan el 10% acumulado. Las empresas fabricantes se quejan de que en el mismo plazo la inflación acumulada llegó al doble, mientras que la devaluación del dólar oficial se ubicó en 28,9 por ciento.
Frente a este panorama, los comercios alertan que en las últimas semanas sus proveedores están "cuotificando" las entregas. El panorama es especialmente duro para los negocios más chicos. "Los proveedores te quieren meter aumentos vía la quita de bonificaciones y nos pasa en todos los rubros, desde el aceite hasta el vino o las cervezas. En otros casos, como con los lácteos, las empresas fabricantes inventaron un cargo nuevo como ‘costo logístico’. El problema es que los grandes supermercados se pueden plantar y negarse a convalidar las subas, pero a los más chicos no nos queda otra que aceptarlas, si no no nos entregan, y así se termina aumentando la brecha de precios entre las grandes cadenas y los comercios más chicos. Al final, un gobierno que se presenta como propyme está impulsando una concentración del mercado", se quejan en un supermercado del interior del país.
Poder de fuego
Ante la prohibición de aumentar sus precios más allá de los porcentajes autorizados, los comerciantes fueron informados que debían denunciar ante la Secretaría de Comercio Interior cualquier intento por parte de un proveedor de deslizar una nueva lista de precios. Este esquema de denuncias funcionó relativamente bien en los primeros meses de la cuarentena, pero con el paso del tiempo empezó a mostrar algunos agujeros, que se fueron agrandando en las últimas semanas.
"En la Secretaría nos dijeron que ya le pusieron multas a Quilmes y Molinos, pero la lista de precios nuevos sigue llegando y no te queda otra que aceptarlas para que te bajen la mercadería", explicó a LA NACION una fuente de los autoservicios chinos.
La sensación que tienen los consumidores de que el congelamiento de precios está perdiendo efectividad se confirma con las estadísticas oficiales de inflación. El Indec informó hace unos días que el rubro alimentos y bebidas lideró la subas en septiembre,con un incremento del 3 por ciento.
En el sector igualmente son conscientes de que no se les puede echar la culpa a las empresas fabricantes de la dinámica inflacionaria en la que está envuelta toda la economía argentina. "El gran problema lo tiene la industria, que la está pasando negra. Que Danone haya anunciado a nivel mundial que ponía en revisión estratégica sus activos en la Argentina es una señal pésima", explican en el rubro.
En el caso de los aceites, la cuenta que hacen en la industria es clara. "El precio del insumo principal, que es el aceite de girasol, pasó de $38.200 la tonelada en marzo a $69.000, como producto de la mayor demanda internacional y la devaluación del peso. La logística, por su parte, aumentó 12% y los envases, 21%, mientras que el aumento autorizado por la Secretaría de Comercio desde marzo fue del 9%, a lo que se suma que las paritarias están abiertas", explicaron en el sector.
Entre los supermercados también dan cuenta del menor poder de fuego que muestra la Secretaría que conduce Paula Español. El caso testigo fue el de una multinacional de consumo masivo. A fines de julio la empresa anunció con bombos y platillos una inversión de $110 millones en su planta de Pilar y para la puesta en marcha de la nueva línea de producción invitaron al ministro de la Producción, Matías Kulfas. Apenas unas semanas después la multinacional estaba enviando a los supermercados una nueva lista de precios, con quitas de bonificaciones y descuentos, que en los hechos implicaba una suba.
El fin del veranito
Los faltantes coinciden con un estancamiento del consumo masivo. El rubro de los supermercados había sido uno de los que había logrado sobrellevar mejor la cuarentena y en los primeros meses de la pandemia había mostrado subas interanuales en sus ventas, en gran parte explicadas porque los consumidores confinados en sus hogares no tenían otros rubros en los que gastar sus ingresos.
El veranito para el sector llegó a su fin en las últimas semanas y el único consuelo para las empresas es que sus números en rojo son mucho menos preocupantes o profundos que las caídas que se registran en indumentaria o gastronomía. De acuerdo con el relevamiento de la consultora Scentia, en septiembre las ventas de los productos de la canasta básica sufrieron una caída interanual del 2%, mientras que en el acumulado de los primeros nueve meses del año todavía tienen un saldo positivo del 0,7%, que se explica por la buena performance de marzo (el mes de las compras de stockeo, cuando las ventas pegaron un salto del 16,2%) y mayo (4,1 por ciento).
El retroceso en septiembre, además, fue especialmente fuerte para las grandes cadenas de supermercados, que perdieron un 4,5% de sus ventas en volumen, dejando en claro que aun los que en teoría son los ganadores de los Precios Máximos tampoco tienen mucho para festejar.
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