Diego Schwartzman: “el peque” que tuvo una vida de gigante
El tenista argentino alterna el éxito en las canchas y el mundo de los esports; sus planes para convertirse en un empresario del deporte
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Para Diego Schwartzman, las vidas dentro y fuera de la cancha se entremezclan de forma permanente. Desde la adolescencia, cuando comenzó a prepararse profesionalmente; a lo largo de su carrera, en cada decisión que tomó; y durante cada partido, cuando la vibra del público se filtraba y marcaba la diferencia. Así también se prevé que continúe, incluso después del próximo año, cuando cuelgue su raqueta.
Más conocido como “el peque”, Schwartzman alcanzó la octava posición del ranking global en 2020, cuando el mundo estaba para atrás. En tan solo 14 años desde que ingresó al circuito profesional, acumuló cuatro títulos ATP y 250 victorias, incluidas las que anotó contra gigantes como Rafael Nadal, Dominic Thiem y Alexander Zverev.
No obstante, el mundo del deporte tradicional le quedó chico y apostó por los esports. En 2020 creó el equipo Stone Movistar, para cambiar la forma en que los jugadores entrenan, compiten y se relacionan. “Este es un proyecto que iniciamos hace varios años, con Movistar y otros sponsors, pero del que no me podía ocupar, dada mi rutina de tenis. La iniciativa fue creciendo y queremos que siga sosteniendo al segmento amateur; ayuda a la profesionalización del deporte, y permite que los padres estén más tranquilos respecto de sus hijos”, señaló Schwartzman en el encuentro “La Revolución de la Economía Digital”, realizado hoy por LA NACION.
El mundo gaming es un fenómeno en crecimiento. Según un estudio de Nielsen, en 2023, el número de usuarios en América Latina ascendió a 279 millones, lo que representa alrededor del 10% de los jugadores a nivel global; y el tiempo que los jugadores le destinaron a la actividad se ubicó en torno de 8,5 horas a la semana, un promedio ligeramente por encima del mundial. Un dato no menor: de acuerdo con el informe, la industria de los videojuegos movió US$7300 millones en la región.
“Me gustaría ser un empresario del deporte. Me gustaría que el deporte crezca y que entre deportistas, exdeportistas y federaciones podamos mejorar la estructura. Me gustaría ayudar a la causa, como apasionado y argentino de sangre, a partir de la relación con empresas y la industria”, remarcó Schwartzman de cara a su retiro, en diálogo con José Del Rio, secretario general de Redacción de LA NACION. Mediante una carta publicada en mayo en sus redes sociales anunció que pondrá punto final a su carrera en febrero de 2025, después de la que será su última participación en el ATP de Buenos Aires.
El detrás de las canchas
“El tenis me dio todo. Me cuesta reconocer todo lo que pasó en los últimos años, cómo crecí e hice esta carrera”, indicó. Y en referencia a la posición de Roger Federer, quien dijo que prefiere no hablar de retiro, sino de una graduación como tenista, aseguró: “De alguna forma, es cierto; pero por otro, hay un abismo con la rutina como tenista. Más allá de que uno continúe con actividad, la diferencia con la rutina del deportista de élite es muy grande; tenés que acomodarte porque sino se sufre”.
Schwartzman no le teme a lo que viene y ya comenzó a preparase. A sus 32 años y al mirar hacia atrás, se identifica como muy radical a la hora de formarse. “Mi alimentación, las vacaciones y todas mis actividades siempre fueron en base a lo que me hacía mejor tenista. Esto me hizo posponer un montón de cosas: Ahora, por ejemplo, muchas personas están esquiando y yo nunca me puse un esquí. Nunca me permití nada. Tengo ganas de empezar a disfrutar momentos más tranquilos”.
“El deporte individual te hace crecer”
Para “el peque”, además, la carrera de tenista no es fácil. “En el deporte individual se sufre más. Te hace crecer desde muy chico para sobrevivir a perder todas las semanas. Para mi, el objetivo era ganar más de lo que perdía”, señaló. Y esa fue una lección que aprendió desde temprano: comenzó a pelotear de chico en el Club Náutico Hacoaj. en el que hoy el court central lleva su nombre; años después, a sus 17 disputó su primer torneo profesional en el F5 de la Argentina y perdió en primera ronda. En total, según las estadísticas, ganó el 80% de los partidos, aunque solo el 54% de los puntos.
Para Schwartzman, el éxito y el alto rendimiento que sostuvo durante más de cinco años no se explican sino fuera de la cancha. “Mi equipo me enseñó y me hizo mejor jugador. Los entrenadores y las personas que te rodean son quienes te ponen los pies en la Tierra y te marcan el camino. En el camino vas conociendo personas de buena y mala madera”, dijo.
A la hora de reflexionar sobre las derrotas, explicó: “La reacción va cambiando con los años. Al principio, por ejemplo, me encerraba en la habitación; me hundía y me encerraba conmigo mismo para pensar cómo salir y ser mejor jugador. Todo es parte del aprendizaje”. En esa línea, además, aclaró: “El cuerpo procesa y te da señales de los nervios previos al partido; dormís mal y los músculos cosquillean, hasta que entrás a la cancha y el corazón te late a mil. Cuando estás en un mal día, las personas empiezan a levantarse y el rival se pone nervioso; pero también pasa que quizás les querés responder, ves que no te sale y entrás en una situación de desesperación. El que mejor administra las emociones es el que gana el partido”.
“Siempre tuve confianza en lo que hacía y los cercanos me lo hacían sentir. Pero creo que recién lo acepté cuando a los 15 años dejé la cursada presencial diaria en el colegio y la seguí de forma virtual, para dedicarme al tenis. Ahí di un salto de calidad y mi carrera despegó”, recordó. Asimismo, Schwartzman reconoció que hay cosas que recién después de años, en retrospectiva pudo identificar: “Mi padre vendió varios autos para acompañarme. Un Ford Taunus marrón fue el primero del que se desprendió, para que yo pudiera viajar. Cuando era chico, no me daba cuenta de lo que pasaba alrededor; vi llantos, reacciones y discusiones entre mis padres, pero cuando crecí los entendí. Somos una familia muy unida”.
“Tuve una vida de gigante que nunca hubiera imaginado. Cuando miro a los gigantes que participan en cada circuito, pienso ‘cómo lo hice’. Para la vida diaria, soy una persona normal, pero para el deporte, con un montón de limitaciones, puede sacar mucho rédito”, concluyó.
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