Desafío corporativo: cómo sobrevivir a un jefe incompetente
Los líderes que no están capacitados para el cargo tienden achatar el funcionamiento de todo su equipo
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No da lo mismo cualquier clase de jefe. Hemos analizado por mucho tiempo en esta columna el caso de jefes brutales, narcisistas, “mantecas” y maquiavélicos. Cada categoría de mal jefe tiene una forma de manejarlos. Sin embargo, hay un tipo de jefes, los idiotas, que cuesta mucho trabajar con ellos porque la estupidez humana es imprevisible.
Los jefes incompetentes son aquellos que claramente no tienen la capacidad para el cargo. Han llegado al mismo por contactos o por haber construido una imagen de persona productiva pero que, al rascar un poco la superficie, es un melón hueco y sin sabor. Y a la gente de este tipo es difícil poder entenderla, porque no tienen mucho que ofrecer, pero pueden hacer mucho daño.
Para empezar el idiota se aprovecha de sus colaboradores. Como es tan inútil se va a apalancar en el trabajo de los otros para poder darse visibilidad. Su inutilidad e improductividad puede ser extrema por lo que va a intentar rodearse de personas que lo complementen pero que no le hagan sombra. Es idiota, pero con la viveza suficiente para sobrevivir. Los equipos de estos jefes pueden estar rodeados de acólitos, pero también de gente que sabe de la tarea que tiene que hacer: alguien tiene que trabajar. Usualmente, estos jefes entienden que es mejor tener gente buena de perfil bajo en el equipo para lograr la productividad deseada. Y mientras más bajo el perfil, mejor.
El incompetente es hueco, por lo que va a sobresalir en eventos sociales, after office y cualquier ágape que le permita sociabilizar: para eso es bueno. Le encanta vestirse bien (a la moda si es posible), porque entiende que la primera impresión es lo que vale. Y para este tipo de jefes, la primera impresión vale más porque luego no tiene mucho que ofrecer. Lo social lo energiza al jefe idiota porque le permite acercarse desde otro lugar a las altas esferas; es más, suele caer bien y la gente tener cierta admiración por la forma en la que se desenvuelve.
Estos jefes no van a maltratar a su equipo, a menos que vean que alguien quiere sobresalir. En ese momento, el instinto de supervivencia les hace despertar de su letargo mononeuronal y sacar el serrucho para liberarse de la posible competencia. A estos jefes les queda claro que sus colaboradores son como los enanitos del jardín: si alguno quiere crecer, le arranca la cabeza y pasa de ser Blancanieves a la Bruja Cachavacha en pocos minutos. Lo importante para este jefe es el instinto de supervivencia.
A diferencia del jefe bestial que se muestra transparente en su animalidad, el jefe idiota es más cauto: sabe que no puede hacer mucha alharaca de sus capacidades por lo que no hará salvajadas como el líder bestial. Todo lo que haga, será por detrás. La bestialidad de los líderes más brutales suele tener el respaldo de buenos resultados; el jefe incompetente se presenta en otro envase: mira, observa y su estocada será por detrás. Porque estos líderes odian que hablen mal de él, su principal activo es su personalidad rimbombante.
Cuidado entonces con tener un jefe de esta categoría porque, por diferentes razones, puede arruinar la carrera profesional de cualquier persona. Trabajar con estas personas puede significar un estigma en la organización: nadie quiere estar en un área con un jefe soso, incoloro, inodoro e insípido. Para el desarrollo de carrera estas personas no agregan valor y eso se sabe en la empresa. Es más, en los momentos de promoción, a los jefes idiotas no les motiva ni les interesa respaldar promociones de su propio equipo. En su visión la promoción es una pérdida de recursos y, sobre todo, si es alguien que le hace el trabajo que él no sabe hacer.
Si se trabaja en un área con un jefe como el descrito en este artículo, no hay que esperar un empuje para una posible promoción. Y si alguien es bueno en su trabajo, menos aún. Esto es un escollo importante para aquellos que desean crecer profesionalmente.
Si se trata de una persona con una personalidad muy extrovertida, trabajar con estos jefes puede llegar a ser peligroso: en la primera de cambio, pueden quedar estampado contra la pared. Es que nadie puede competir contra su propia extroversión, por lo que la sugerencia es bajar el perfil hasta encontrar otro trabajo. Los introvertidos pueden tener más suerte si soportan las estupideces del jefe.
El único referente del área es el jefe, cuando se trabaja con este tipo de líderes. Si alguno del equipo se convierte en referente dentro de la empresa, entra en zona de riesgo porque compite directamente con la inseguridad del jefe idiota. La recomendación acá es evitar pisar el cayo del jefe y contarle todo lo que va sucediendo. Uno tiene que ser un libro abierto en cuestiones que hacen el trabajo, pero un tapado en cuanto a temas políticos.
Qué no hacer
Cuando se trabaja con estos jefes hay que evitar rumores y radiopasillos que nos involucren porque si hay algo que el jefe idiota hace bien es saber todas las comidillas, suciedades organizacionales y las porquerías que se guardan bajo la alfombra. Ante un rumor, salir corriendo es la mejor alternativa. Estos líderes viven del submundo organizacional ya que usan esa información como moneda de cambio. Ante su inutilidad, algo tienen que ofrecer.
Nadie dijo que trabajar en una organización sea fácil. Hay jefes para todos los gustos. También hay líderes podridos que pueden hacerle la vida insufrible a cualquier persona. No importa en qué categoría entren ya que todos tienen algo en común: el afán por el poder, por llegar. ¿Llegar a qué? Tal vez a tener una oficina más grande, con vistas al río, colaboradores esclavizados, un auto importado que funciona de cárcel con cuatro ruedas y un jugoso bonus o acciones que cobrarán el día que se mueran. Quienes trabajan en empresas donde los grados de psicopatía son mayores a otras organizaciones, tienen que tener en cuenta que sobrevivir a jefes malos es parte del proceso —no deseado— de aprendizaje. Pero también deben saber, que un jefe le puede facilitar la vida profesional y personal.
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