Del suelo argentino al mundo: las oportunidades que tiene el país para ser competitivo
Referentes de grandes empresas agroalimentarias conversaron sobre los desafíos y las ventajas que tiene la Argentina
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La Argentina tiene un potencial enorme para desarrollar la industria alimenticia. El clima, el suelo y el talento están a disposición de las empresas, para que tomen las oportunidades y logren ser competitivas a nivel mundial. Sobre estos ejes conversaron ejecutivos y emprendedores durante “El nuevo sistema alimentario. Del campo a los hogares”, encuentro organizado por LA NACION.
Adecoagro nació como un proyecto en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En sus orígenes, un grupo de estudiantes se unió con la idea de producir alimentos y energías renovables de manera sustentable. El acceso al capital les permitió crecer a gran escala y hoy están presentes en la Argentina, Uruguay y Brasil, con más de 9000 empleados en el interior del país.
Para Mariano Bosch, CEO de Adecoagro, uno de los grandes fuertes de la Argentina es la tecnología e innovación que se encuentra en el interior. “Estamos llenos de oportunidades, creemos que sigue habiendo posibilidades. La clave es encontrar producciones, sistemas o cadenas que tengan la oportunidad de ser competitivas a nivel mundial”, consideró.
En su caso, su producto estrella a nivel mundial es el arroz. Junto al trabajo de genetistas, la empresa empezó a desarrollar distintas variedades y fueron centrándose en mejorar aquellas que más le gustaban a los consumidores finales. “Fuimos con la genética porque la Argentina no tenía un desarrollo de arroz, no es relevante para las grandes empresas. Cuando nos empezamos a dar cuenta que contábamos con un producto que lo cuidamos desde la genética del desarrollo a toda su cadena, vimos que teníamos una oportunidad y que teníamos que contarlo”, agregó Bosch.
Sueño Verde también surgió en la Facultad de Agronomía de la UBA. En el tercer año de la carrera, Pablo Maseda y Agustín Benito pusieron un invernadero para “poner las manos en la tierra”. Veintiocho años después, la empresa hortícola basa su negocio “desde la semilla hasta la puerta del cliente”.
“Fue todo a base de paciencia. Armamos la empresa sin tener inversores externos. Estamos en la horticultura que, en la Argentina, el 80% es marginal. Para competir en costos tenés que entrar en ese sistema de negocio o diferenciarte. Nosotros hicimos lo segundo. Empezamos a hacer especialidades para chefs, que son los perfiles que buscan cosas diferentes y entienden la cadena de valor. Después entramos en el retail y empezamos a requerir producción todo el año”, relató Benito.
Dentro de su sector, el emprendedor considera que el gran problema es el control estatal. Al ser una “actividad marginal, a la que el Estado no le pone el ojo hace 50 años”, las empresas se ven obligadas a tener una estrategia de bajo costo. Así, en la mayoría de los casos, el precio en la góndola no tiene el costo real de la producción. “Se paga en el trabajo en negro, costo ambiental, problemas de salud. Nosotros como empresa nos integramos verticalmente para salir de eso, porque no actúa el Estado, que es quien debería actuar, y tenemos un nicho de mercado. Pero esta es una actividad que se tendría que tecnificar, blanquear, financiar, tener seguros. Se debería dignificar al productor “, aseveró, en diálogo con José Del Rio, secretario general de Redacción de LA NACION, y moderador del panel.
Otra de las compañías que supo encontrar una oportunidad, tomarla y sacarle provecho, fue McCain. El suelo, el clima y las características de la región del sudoeste de Buenos Aires eran ideales para la producción de papa. Sin embargo, cuando la empresa canadiense llegó a la Argentina hace 26 años y se instaló en la ciudad de Balcarce, el país “prácticamente no producía papa para la industria”.
“A eso se sumaba el conjunto de productores de varias generaciones, que estaban asentadas en el lugar. A través del desarrollo de distintas variedades, por la tecnología, hoy el sudeste de la provincia de Buenos Aires no tiene nada que envidiarle a los principales lugares productores de papa en el mundo”, indicó Diego Peña, director general de Cono Sur de McCain.
El ejecutivo considera que, con la llegada de McCain y la papa industrial, hubo “un antes y un después” para la producción papa en la Argentina. Hoy, la compañía emplea a 800 personas de forma directa y unas 3000 si se cuenta a contratistas y proveedores. Además, el 70% de la producción se exporta, principalmente a Brasil y otros países del Cono Sur.
Los alimentos que se producen en el país están distribuidos en la mesa de las familias de todo el mundo. Por caso, el 90% del maní argentino se exporta y es una de las industrias más competitivas. “Según la posición geográfica donde está la Argentina, el maní tiene un mayor contenido de azúcar natural y hace que tenga un mejor sabor, mejor textura al comerlo. El europeo siempre nos elige por ser el maní más rico”, contó Ivana Cavigliasso, directora de Prodeman y presidenta de la Cámara Argentina del Maní (CAM).
Actualmente, la empresa tiene una oferta exportable de 700.000 toneladas en grano y llegan a más de 120 países. Pero una de las luchas pendientes con el Gobierno es que se bajen las retenciones de los productos terminados. “El producto crudo tiene las mismas retenciones. Con esta política no se promueve el valor agregado, para que los maniceros nos animemos a transformar el maní acá y no venderlo crudo al resto de los países”, concluyó.
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