El reconocido médico neurólogo explicó por qué es necesario tener más liderazgo femenino en las organizaciones
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Desde el comienzo de la humanidad, hombres y mujeres viven de manera dispar. Mientras los hombres salían a cazar para alimentar a sus familias, las mujeres se quedaban en las casas a cargo de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Una división de actividades que parecía estar “planeada” a la perfección y que fue pasando de generación en generación, pero que nunca más se modificó.
A grandes rasgos, hoy, al género masculino no solo se lo asocia a las actividades de fuerza y resistencia, sino también a los altos cargos empresariales. Mientras tanto, al género femenino se lo relaciona con las tareas del hogar, la protección y en menor medida, a los roles de liderazgo.
Conrado Estol, director del Instituto Breyna y de la Unidad de Accidentes Cardiovasculares del Sanatorio Güemes, explica que en esta divergencia las mujeres lograron potenciar todo lo que tiene que ver con las habilidades blandas, como por ejemplo la empatía, la percepción, el lenguaje y la memoria, desarrolladas en el hemisferio izquierdo del cerebro. “En cambio, los hombres tenemos ejercitada la zona derecha, relacionada con las herramientas duras, que implica realizar tareas de peso y riesgo”, añade el especialista, en una charla con José Del Rio, secretario general de Redacción de LA NACION, durante el evento “Mujeres Líderes”.
En esta línea, y aunque el mundo esté sumido en una metamorfosis constante, para Estol hay una cuestión que aún sigue latente sin evolucionar como debería. Se trata del rol femenino dentro del universo laboral. “En el mundo hay 8000 millones de personas. Entonces, si el 50% son mujeres, ¿por qué en las corporaciones representan nada más que el 13%?”, se cuestiona el médico, y continúa: “¿Por qué en los gobiernos son el 14%, en lo académico, el 18%, y en las organizaciones sin fines de lucro, el 20%?” Sobre estos interrogantes, explica que el problema de base para que estos números no aumenten es que desde siempre, “las mujeres tienen el primer peldaño roto”, refiriéndose a lo que sería el primer escalón para entrar o ascender en una organización, en tanto que no se suele valorar todo su potencial.
Frente a este desigual escenario, para el especialista, el liderazgo femenino es una necesidad, por todo lo que tiene para brindar y así complementarlo con el aporte de los hombres. Para fundamentar su punto de vista, cita algunos ejemplos. El primero se relaciona con la teoría de la inteligencia colectiva. “Durante la época de las cavernas, había una persona que cazaba mejor, otra que se destacaba haciendo el fuego y estaba quien los protegía. Por ende, todos juntos eran mejor que uno”, comenta Estol, y deja en clara la idea de que en grupo se llega más lejos que de manera individual.
Otro de los conceptos que menciona para argumentar su punto de vista se desprende de una investigación realizada por el médico y bioquímico estadounidense Robert Malone, quien estudió a 700 personas -hombres y mujeres- de un alto coeficiente intelectual, a quienes dividió en grupos mixtos de entre dos y cinco integrantes, y a los que se les asignó distintas tareas. “Lo que descubrió Malone fue que el éxito de los grupos estuvo marcado por tres aspectos: la percepción social, que es cuando leés la mente a través de los ojos de alguien, una característica que se da mejor en las mujeres; turnarse para hablar equitativamente: en estos casos, las mujeres suelen escuchar más atentas que los hombres; y, por último, lo obvio, los grupos que tenían más predominancia de mujeres”, comenta Estol.
A su vez, el especialista analiza las diferentes características del cerebro de hombres y mujeres y se cuestiona si ello es la razón que los lleva a encarar de distinta manera las situaciones de la vida cotidiana. “Se dice que la mujer suele ser más tranquila y que los varones se pelean seguido. Pero está científicamente comprobado que la agresividad es mayor en las mujeres, hasta los tres o cuatro años, arañando o tirando del pelo, y cuando son más grandes pasa a ser verbal. Igualmente, la forma en que se crían también influye”, comenta Estol.
Sucede que, para el médico, las diferencias en las características de los hombres y las mujeres deberían ser pensadas y planteadas en el ámbito empresarial como un complemento ideal para potenciar el éxito y retroalimentarse.
Para finalizar, Del Rio remata con una pregunta: “Cuando llegamos a la tercera edad, ¿hay algún cambio respecto a cómo evoluciona cada grupo?”. Sucede que si bien hoy la expectativa de vida ha aumentado, para Estol la única diferencia se esconde en la cuestión médica, es decir, en la manera en que cada persona cuide de su salud. Y, para concluir, suelta una frase que deja al público con una sonrisa: “Junto a una gran mujer, camina un gran hombre”.
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