Conoció un trabajo ancestral que la llevó a crear una empresa que conecta varios continentes
María Frá Amador creó la marca de indumentaria Mariafra, basada en el desarrollo de comunidades locales y sus conocimientos milenarios
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A más de 3500 metros de altura en la Cordillera de Los Andes, cuando el reloj marca las cuatro de la madrugada, los pastores de alpacas parten con sus rebaños para que pasten en las llanuras. El frío estimula el crecimiento del pelo de los camélidos, se vuelve más gruesa, suave y ligera.
Cuando Maria Frá Amador viajó como antropóloga a la puna peruana por un empleo, conectó con los artesanos locales y aprendió sobre ese trabajo ancestral. Durante su estadía, evidenció el esfuerzo de los artesanos por comercializar sus materiales, bajando a los pueblos para vender sus productos. Y también descubrió la injusticia de los intermediarios, que pagan menos de cinco dólares por un bien preciado que cotiza a más de US$70 en el mercado internacional.
Con el tiempo, su trabajo de antropóloga la llevó a convertirse en una experta en el tema. Incluso propuso un proyecto de ingeniería genética y socioeconómica, que prosperó bajo el nombre “Mega Alpaca” para la Organización Hochschild en Perú, para que las comunidades campesinas mejoraran la producción de fibra de las alpacas y llamas. “La idea era hacer un polo de desarrollo textil, venderle el hilo al mundo. Ahí fue cuando me empecé a especializar en camélidos andinos”, relató la emprendedora.
Con esa experiencia al hombro, sumada al trabajo de campo que realizó durante tres años con productores cocaleros en la selva boliviana a principios del año 2000, Frá Amador decidió crear una empresa social corporativa. “Luego de estudiar, conectarme y entender sobre este tema, empecé a hacer consultorías. Hasta que un día me cansé y dije: ‘Voy a armar mi propia marca”, contó.
En ese intento por conectar la experiencia cultural que había vivido junto con el trabajo ancestral de los artesanos, la naturaleza y el conocimiento que adquirió por el trabajo de campo, dio como resultado el nacimiento de la marca de indumentaria de lujo Mariafra, basada en el diseño Boho Style.
Desde sus orígenes, la empresa se enfocó en las comunidades locales, con la intención de generar un impacto social y mejorar las condiciones de vida de las mujeres campesinas y sus familias. A través de la capacitación, se alienta a las artesanas a que se conviertan en algo más que eso: que sean las emprendedoras de su propio negocio.
“Creo que el capitalismo tiene que ser un capitalismo de desarrollo sustentable. ¿Cómo? Formando cadenas de desarrollo a partir de las pequeñas y medianas empresas (pymes)”, explicó Frá Amador. Una especie de efecto multiplicador en el que cada negocio, por más pequeño que sea, termina generando más trabajo.
En total, a través de toda su cadena de valor, la marca beneficia a 560 artesanos que trabajan en unos 80 talleres repartidos por El Alto (Bolivia). A esto se le suma un pequeño grupo de artesanos de India, diseñadores italianos y desde fotógrafos hasta modistas en la Argentina.
Naturaleza y cultura como protagonistas del producto
Los materiales de sus prendas rompen las fronteras. La baby alpaca -denominación que se refiere a la finura de la lana- proviene de Bolivia, mientras que el cashmere es de la estepa de Mongolia y la lana merino, de Australia. En estos dos últimos casos el artesanado se realiza en India, pero lo consigue mediante diseñadores italianos. Eso sí, el material proveniente de los Andes lo comercializa directamente con las cooperativas de trabajo.
“Junto a las mujeres de la India y de los Andes hemos logrado amalgamar nuestras culturas y saberes en el diseño del Boho Style, manteniendo tradiciones que en otros lugares se han perdido. Se conjuga la creatividad con arte y con la armonía de la naturaleza, la dedicación, el cuidado del medio ambiente y fortaleciendo a las mujeres como emprendedoras sociales”, explicó Fra Amador.
Las prendas son teñidas de forma natural a partir de plantas y minerales nativos del subcontinente indio y de las montañas de los Andes. Además, los diseños juegan con el arte contemporáneo, razón por la cual cada modelo tiene un máximo de cuatro unidades, con valores que oscilan entre los US$150 y US$260.
“Nuestro mantra es la ‘creación de riqueza y prosperidad’, aportando educación, salud y servicios básicos, así como generando una economía local sostenible y el uso, con responsabilidad, del medio ambiente, incluidos los recursos naturales. Solo así podremos avanzar hacia sociedades más saludables y vitales. El planeta es un ser vivo y tenemos la responsabilidad de construir una conciencia ecológica, ya que somos parte de la naturaleza como un todo”, cerró la empresaria.
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