Con sueño y sin sexo: consecuencias inesperadas de la vida ejecutiva
Los estudios demuestran que dormir bien y tener una vida sexual plena mejora la productividad y la satisfacción laboral
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Si los directivos tienen problemas en su función o en su comportamiento, la gerencia de Recursos Humanos raudamente llama a un coach. Para problemas de estrés, se incorporaron las horas de meditación, mindfulness y yoga. Pero los problemas directivos no terminan allí. La vida de los hiperkinéticos ejecutivos que antes de la pandemia saltaban de reunión en reunión y durante la pandemia esos saltos se hicieron virtuales y por Zoom, está atravesada por dos problemas importantes y, que de a poco, las nuevas investigaciones están sacando a la luz: la falta de sueño y la falta de una vida sexual activa.
Un estudio de McKinsey de 2015 en 81 organizaciones, abarcando 189.000 personas muestra las capacidades mentales afectadas directamente por el sueño. El listado es largo, pero algunas de las más críticas son las siguientes: atención, concentración, creatividad, aprendizaje y memoria, toma de decisión, reacciones emocionales, desarrollo de la confianza y las relaciones. Y la lista sigue.
Las investigaciones muestran que luego de estar despierto entre 17 y 19 horas, la performance individual se asemeja a una persona con 0,05% de alcohol en sangre. Y si el workaholic siguiera 20 horas despierto, ese número trepa a 0,1% lo que en Estados Unidos legalmente significa estar borracho.
Para el profesor Nick van Dam, un estudioso del tema, dormir bien impacta directamente en las funciones cognitivas y beneficia la posibilidad de desarrollar ideas innovadoras y creativas y la profundidad en el análisis. Sus estudios también muestran que una siesta corta permite duplicar las chances de resolver problemas difíciles en el trabajo. Para Van Dam “el pensamiento creativo probablemente suceda de noche, cuando dormimos, ya que permite mejorar la integración de información disociada y la promoción de soluciones creativas”.
Un estudio en directivos de Harvard Medical School encontró que el 96% experimenta algún grado de burnout. Un tercio de esas personas consideraron que su condición fue extrema. Existe gran cantidad de evidencia de la relación bi-direccional entre el dormir y el estrés: la falta de sueño aumenta las reacciones emocionales y la experiencia del estrés resulta en un sueño de peor calidad. Adicionalmente, dormir mal es el mayor predictor de la baja de compromiso laboral. Y todo por no dormir.
La ansiedad marida muy bien con el insomnio. Y la ansiedad afecta a muchos ejecutivos en su día a día. Si bien peregrina por dentro, hay agendas que dificultan la conexión interna y la realización de procesos que ayuden a bajar los decibeles.
Falta de conexión
En relación a la actividad sexual, la pandemia separó muchas veces a los cuerpos que no habitaba el mismo techo, complejizando los encuentros. Al mismo tiempo, la cohabitación de los smartphones en el lecho matrimonial no ha ayudado a la conexión y al diálogo entre las parejas. Esos aparatos dominan en más de una ocasión la atención, antes depositada en la conversación con el otro. El estrés laboral también hace su trabajo en este ámbito, produciendo preocupaciones que inhiben la libido y desintensifican el deseo del encuentro.
Un estudio publicado en el Journal of Management titulado From Bedroom to the Office (De la cama a la oficina) en adultos casados, encontró que los empleados que tienen una vida sexual activa en sus hogares impacta positivamente en el trabajo al día siguiente. La vida sexual también incrementa la satisfacción laboral y el compromiso con el trabajo. Sin embargo, el estudio también observó que las personas que no logran desconectarse del trabajo cuando llegan a sus casas tenían una vida sexual insatisfactoria y eso repercutía en la baja motivación laboral. Un círculo vicioso que, definitivamente, hace ver que una vida sexual activa redunda en mayor felicidad en la persona y mayor motivación con el trabajo.
Entretanto, poco se habla de esto. En una sociedad pansexualizada que sigue teniendo estereotipos de actividad sexual que difieren de lo que ocurre en la realidad, la brecha continúa mostrando un asunto relevante para atender. La sexualidad es parte de nuestra vida y es una parte conectada con el deseo, la corporalidad y el entusiasmo. Tres cosas que desaparecen en muchos ámbitos laborales.
Ana Sierra, sexóloga y autora de Felices por la vida (Kailas, 2020) considera que “nuestro equilibrio sexual siempre beneficiará nuestro rendimiento laboral”. No pareciera una conclusión tan difícil. La sexóloga enfatiza una comparación que junta los dos temas que tratamos en este artículo: una buena vida sexual es tan importante para el trabajo como dormir bien para trabajar bien al día siguiente.
Entonces, ¿por qué nos resulta tan extraño que nuestra sexualidad se mezcle con nuestro trabajo? Como afirma Sierra: “Nadie cuelga los genitales para ir a la oficina”, es decir, nuestra sexualidad nos acompaña haya donde vayamos y nos condiciona como lo hacen otras áreas vitales.
Ahora bien, no existe una visibilización social del tema, como si fuera tabú hablar del mismo. La pansexualización está atravesada de silencios en el ámbito empresarial. Se suele hablar de sexo a la hora de las bromas machistas de vestuario, pero no para encarar vulnerabilidades humanas. Tras una situación tensa en la oficina, más de uno ha hecho el comentario, poco acertado, de que el mal humor de algunos se debe a la falta de satisfacción sexual.
Hablamos de diversidad sexual pero no de lo que nos pasa viviendo nuestra sexualidad. Pero ¿por qué deberíamos hablar de esa faceta privada de nuestra vida en las organizaciones? Quizás porque afecta nuestros humores, quizás porque hay cosas por explorar ligadas a la inapetencia sexual, tal vez porque nuestra calidad de vida también se ve impactada por esas reticencias y vacíos.
Somos una unidad. Y eso no es una frase bonita. Es una frase compleja que debemos atender cada vez más. La felicidad sexual, junto al sueño se retroalimentan permitiendo una mejor vida laboral. Muchos estudios demuestran los beneficios similares que producen dormir bien y tener una buena vida sexual: aumentan las defensas, se refuerza el sistema inmunológico, mejora la productividad y la satisfacción laboral. ¿Conclusión? Estos temas tienen que estar en la agenda personal de los directivos y, por qué no, de las organizaciones.
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