Con botellas de vidrio amasaron sus primeros ravioles, que hoy facturan millones y convertirán a su negocio en una franquicia
Juan Popovici y Diego Barrado fundaron 7 Pastas, una Pyme que buscó insertarse en el mercado con platos tradicionales aunque distintos a lo normal y visualmente llamativos
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Las amistades -y las sociedades comerciales- a veces ocurren imprevistamente. Juan Popovici no se imaginaba que uno de sus clientes más fieles, Diego Barrado, se convertiría en la pieza esencial para transformar una idea de supervivencia propia en un negocio que factura millones por año. Entre los dos, crearon 7 Pastas, una Pyme que emplea 13 personas y planea generar franquicias.
Invirtieron, en los últimos dos años, cerca de US$25.000 en máquinas y en acondicionar una planta de 600 metros cuadrados en Morón para hacer frente a la expansión del emprendimiento. Pasaron de vender 40 a 1000 cajas por día de sus siete variedades de raviolones, 15 de sorrentinos y 10 de ñoquis, entre otras opciones.
Popovici se dedica hace 15 años a la gastronomía, rubro en el que experimentó con distintos formatos y en el que inició una decena de proyectos. Su anteúltimo fue que menos perduró: a menos de seis meses de abrir un local en Microcentro, con foco en los oficinistas y en los turistas, debió cerrar sus puertas por la cuarentena. Preocupado por sus ingresos y los de sus recientes empleados, los citó al bar a probar suerte con una imaginación.
El repartidor, los mozos y cocineros comenzaron a elaborar pastas, con la intención de venderlas a domicilio. A falta de palos de amasar, usaron botellas de vino. Corrieron la cafetera y montaron un espacio para darles forma a los ñoquis con el tenedor.
Avergonzado de la situación de necesidad, Popovici se negaba a difundir su emprendimiento y prefería vender en silencio a sus amigos y familia, y a quienes ellos recomendaran, boca a boca. Fue uno de sus empleados quien se animó y, en conocimiento de la contraseña de su celular, hizo un posteo en redes sociales y una difusión masiva en su Whatsapp para que sus clientes se enteren de los nuevos productos que ofrecía.
Uno de los primeros en contestar fue Barrado, quien frecuentaba un restaurant anterior de Popovici, en Remedios de Escalada 25, Haedo. En ese entonces, formaron un vínculo más estrecho de lo habitual, porque Barrado decidió casarse en su local. El empeño con el que Popovici organizó la fiesta inspiró una amistad entre ellos.
Barrado acababa de terminar una maestría en negocios con la idea de emprender y salir del mundo corporativo en el que trabajó la mayoría de su vida. Estaba frustrado porque esa decisión vocacional -que quería que se vierta al rubro constructor- coincidió con el cierre total de la pandemia. Pasó los primeros meses de la cuarentena centrándose en otros hobbies, como la cocina y la fotografía.
Cuando le llegó el mensaje de Whatsapp de Popovici, se sorprendió por la mala calidad de las fotos que ilustraban las pastas de su viejo amigo. Le ofreció ayuda para que tenga una colección más tentadora con la que hacer crecer sus ventas. No fue en lo único en lo que comenzó a asistirlo: de a poco, Barrado se adentró en el emprendimiento y le aportó a Popovici sus conocimientos comerciales, logísticos y de marketing.
En los primeros meses, repartían los pedidos con sus propios autos, con la preocupación de sus familias de que se contagiaran Covid-19. La demanda comenzó a crecer, alentada por la tendencia a las comidas preparadas en casa y la mayor actividad en redes sociales. Fue el 18 de octubre de 2020, el Día de la Madre, la fecha en la que se dieron cuenta que su emprendimiento se comenzaba a transformar en una pyme. Sobre la calle del local se enfilaron 12 vehículos con refrigeración, los requeridos para completar todos los pedidos para ese día, con recorridos delineados en toda la ciudad de Buenos Aires y AMBA. Tomaron la decisión de invertir y expandirse a su actual planta.
Para diferenciar el producto, se enfocaron en la cuestión visual, y apuntan a que sus pastas se vean “bonitas”. En su menú se encuentran sorrentinos de champiñones, fontina, panceta y queso fundido; de zucchini y queso brie; triangolos de ricota, ciboulette, ralladura de limón y ternera; raviolones de vacío asado, provoleta y chorizo y ñoquis de atún a la española. Con el tiempo incorporaron las opciones más comunes, cuando se convirtieron en el proveedor de cabecera de sus clientes, que todavía demandan clásicos.
Sus próximos pasos están centrados en habilitar la marca para franquicias. El plan es abrir hasta seis locales el año que viene, entre los cuales buscan que dos sean propios y, el resto, franquiciados.
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